Convive con Covid y sufre violencia institucional, falta de material y reproches de la población

La doctora de la Jurisdicción 07 de la Ssa, Klelia Trigo, se pone la ropa de protección para trabajar en la toma de pruebas de coronavirus, en el módulo instalado en el Asta Bandera de Acapulco Foto: Jesús Trigo

Mariana Labastida

La médica Klelia Trigo tiene cinco meses encargada del módulo de pruebas Covid-19 ubicado cerca del Asta Bandera; aunque tiene miedo dice que se ha acostumbrado a convivir con el coronavirus.
“Cuando alguien sale positivo se le ve la cara desencajada porque muchos no tienen recursos, nosotros nada más damos una receta, han ido familias enteras que después nos enteramos que han muerto algunos integrantes, yo doy gracias todos los días a Dios de mantenerme sana”.
Cuando llegó hace cinco meses a dicho módulo eran ella y una enfermera las que atendían a quienes acudían, hoy suman seis personas las que registran, toman muestras y dan resultados de la prueba. Estas trabajadoras y trabajadores de la salud han recibido amenazas, han sufrido violencia institucional, falta de material, de personal y reproches de la población.
La especialista en Salud Pública llega al módulo de pruebas Covid-19 bajando de su vehículo caretas y una sombrilla, también trae detergente porque las mesas que les llevan para instalarse llegan sucias y se lavan antes de atender a los primeros en la fila de espera.
Es de las últimas en vestirse, mientras el resto de los trabajadores preparan la hojas de registro para anotar los datos y tratan de contener a quienes esperan desesperados, a veces desde tres horas antes, ella termina de ponerse el traje de protección que queda incompleto porque desde hace meses que no les llevan botas para cubrir los zapatos.
Klelia está adscrita al centro de salud de la colonia Alianza Popular, al inicio de la pandemia sugirió que se trabajara de manera escalonada, una parte del equipo de trabajo una semana y el otro la siguiente para evitar en caso de contagio cerrar el lugar. Se ofreció a atender pacientes Covid-19 porque vive sólo con su perrita, mientras sus compañeras de trabajo tienen hijos y algunos problemas de salud. “Yo me considero una persona sana, a mí nadie me obliga a estar ahí, yo quiero estar ahí”, dijo la médica sindicalizada, a diferencia de quienes son trabajadores de contrato que sí son enviados aunque no quieran.
Sin embargo, por su decisión de ser parte de los trabajadores de un módulo Covid no ha visto a sus padres ni a su familia cercana en meses, por miedo a contagiarlos.
Del centro de salud la movieron al módulo Covid-19 que se instaló en Mozimba cuando el gobierno del estado inició la campaña de detección del virus en Acapulco en junio, posteriormente al cerrar los de menor demanda nuevamente regresó a atender consulta a Alianza Popular.
En septiembre fue convocada por la Jurisdicción Sanitaria para trabajar en el módulo del asta bandera, a cinco meses de ser la encargada de tomar las muestras para detección de coronavirus, la médica reprochó que siguen las autoridades de salud actuando de manera improvisada cuando se les pide personal de apoyo para agilizar el proceso. Expuso que la última vez que le mandaron a alguien para que la ayudara en la toma de muestras, no tenía formación de médico y no era de ayuda, “para eso hay que tener conocimiento, la sensibilidad”.
También consideró que están padeciendo violencia institucional, porque les ofrecieron un bono que no ha llegado, les estaban dando un pago por concepto de gasto de camino que ya existía en la Secretaría de Salud para los que salen a trabajar fuera de sus centros asignados, no es especial por Covid-19, sin embargo, ya les informaron que ya no les llegará porque no hay presupuesto.
Lamentó que no se vea a la pandemia en la dimensión que tiene, que los diputados no hayan legislado para realizar acciones que ayuden a contener el contagio, que no se haya discutido en el Congreso un presupuesto para mejorar la atención en los módulos Covid-19, porque no tienen un toldo, buscan la sombra de los árboles para resguardarse y no tener que estar debajo del sol atendiendo con los trajes y batas que tienen que vestir para no contagiarse.
“A un año no podemos estar improvisando, lo que se hizo al principio, los diputados ya pudieron haber legislado o pedido alguna partida presupuestal para hacer frente a esta situación”.
La especialista en Salud Pública lleva casi un año trabajando de manera ininterrumpida de lunes a viernes, no solicitó vacaciones y reprocha que quienes acuden al módulo aun con síntomas sigan siendo inconscientes, porque escupen donde sea, no llevan donde depositar papel o servilletas con saliva, y todos los días los invitan a respetar la sana distancia.
Junto con sus compañeros de módulo han recibido amenazas, insultos y groserías de parte de la población que acude al módulo, algunos porque se molestan al saber que se acabaron los reactivos para pruebas y que tendrán que regresar otro día, otros porque consideran que estorban y no sirve de nada el trabajo que realizan.
“Nos dicen que solamente nos estamos haciendo tontos, nos han dicho los compañeros que estamos tontas porque el día que nos pase algo no nos van hacer un monumento, no estamos ahí por lo que nos hagan sino porque nuestro trabajo nos gusta” recalcó.
A pesar de que dijo ha “aprendido a convivir con el Covid, sí tenemos miedo pero ya nos acostumbramos a estar ahí porque sabemos que podemos ayudar”, enfatizó que no dejará de tocar puertas y gritar por lo que considera que falta para que tengan mejores condiciones al exponerse todos los días.
Hay días en los que sale positivas el 40 por ciento de las pruebas realizadas, en las que hay niños y mujeres embarazadas.
“No quiero pensar que es una indolencia por parte de la autoridad el hecho de que no nos mejore las condiciones laborales y como estamos laborando, no están cuidando a los trabajadores que estamos funcionando bien, los que estamos comprometidos con lo que hacemos y seguimos”.