Un soldado muere salvando a su bebé y no tuvieron apoyo de la Base Aérea, denuncian sus familiares

Ramón Gracida Gómez

Kevin Jésus Nabor, soldado activo, murió salvando a su hija de dos meses, al caerle encima el muro de una casa vecina a la suya en la colonia Luces del Mar, contigua a la Barra de Coyuca.
Sus familiares denunciaron que elementos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) de la Base Aérea, les negaron la ayuda para transportar el cuerpo, horas después de la catástrofe por el huracán Otis.
La mamá de Kevin, Anastasia Fierro Arreola, contó este jueves que ambos, junto con la esposa de su hijo, Yuridia Pérez; su bebé de dos meses, Samantha Nabor Pérez, y otro hijo pequeño de Anastasia, Orlando, salieron huyendo de su casa, de la calle La Cangreja, por los fuertes vientos que la tumbaron.
La referencia para encontrar esta calle es que es la única pavimentada en la zona cercana.
Se refugiaron en la casa de Obdulia Godínez Alvarado, tía de Kevin, que se encuentra al lado de la vivienda de la víctima. Pero también sufrían por el aire, que movía todo y que causó que una palmera cayera sobre la choza, el viento “hasta hablaba”, dijo la señora.
Este jueves todavía las pertenencias estaban regadas y duermen a la intemperie.
Toda la familia corrió otra vez y se refugió en el cuarto de un hijo de Obdulia, que es de madera y tenía techo de lámina. Adentro está la base de cama, de madera, y un pequeño escritorio. Hay cables colgando.
Salieron corriendo, pero un muro de la casa contigua cayó sobre Kevin, quien cargaba a su hija bebé Samantha. La barda lo tumbó hincado, él murió y ella sobrevivió, y al momento que se la quitaron, “él bajó los brazos”, mencionó la tía de Kevin, quien pidió ayuda para reconstruir su casa.
Karla Yaneth Nabor, prima de Kevin, quiso destacar que el muro que le cayó encima era de reciente construcción, menos de dos meses, por lo que pidió más atención en el momento de realizar obras. La dueña no ha aparecido.
En medio del huracán, que todavía ocasionaba estragos, los familiares salieron a buscar ayuda y se fueron a refugiar a la casa de Yuridia Nabor Hernández, cuñada de Anastasia, y que está a dos casas de donde ocurrió la tragedia. Desde ese día todos viven ahí.
“Intentaron tres veces sacarlo porque no se podía, estaba todo destruido y no podían sacarlo. Hasta que lo sacaron la tercera vez y se lo trajeron”, contó la mamá de Kevin, a quien se le cortaba la voz cada vez más conforme avanzaba en su narración.
“Sí era lluvia, pero no así como una lluvia fuertísima. Lo que era más era el aire, era más aire que lluvia”, compartió Anastasia sentada en una silla de plástico. Al lado estaban su nuera, su cuñada y otros sobrinos.
Los familiares de Kevin lo llevaron a la Base Aérea, donde era soldado activo y que está como a 2 kilómetros rumbo a Pie de la Cuesta. Elementos de la Sedena ponían este jueves madera y alambre, para delimitar la zona, porque se cayó prácticamente todo el muro.
“Pero pues dijeron que ya no llevaba signos vitales. Ya no pudieron hacer nada y nos regresamos acá, con la desesperación. Pensando que sí estaba vivo aún”, mencionó Anastasia con los ojos llorosos. Otro doctor de la zona les confirmó que Kevin ya había fallecido.
Yuridia Nabor intervino en la entrevista a El Sur: “Nosotros pedimos apoyo a la Base, pues él pertenecía ahí, estaba activo. Lo primero que pensamos en que nos iban a apoyar y fuimos a pedir que nos transportaran a alguna funeraria, para lo de la caja, si ellos podían darnos solución”.
“Nos negaron el apoyo, entonces pues aquí no había transporte. Una vecina nos ofreció a llevarnos, pero no tenía mucha gasolina. Entonces nosotros volvimos a ir a la Base, a pedir apoyo para que nos regalaran tres litros de gasolina, y también nos negaron la gasolina, que no estaba el encargado de eso”.
Yuridia reclamó la falta de apoyo y amagó con llevarles el cuerpo de su familiar difunto, “aquí lo vamos a enterrar, porque a dónde. No nos dan una solución, una ayuda”, les dijo a los militares.
“Tuvimos que caminar desde Pie de la Cuesta hasta la Jardín, pidiendo aventón y le pedíamos a los militares que pasaban, a la Marina, y nadie nos llevaba. Tuvimos que caminar y por no llevar dinero, nos negaron la caja también. Así que se vino mi cuñada desconsolada”, relató la tía de Kevin.
Yuridia consiguió gasolina hasta las 10 de la noche del miércoles y consiguió de manera fiada una caja funeraria en Los Bajos del Ejido, que está después del poblado El Pedregoso, en la carretera a Coyuca de Benítez. Sus vecinos de Luces del Mar ya estaban construyendo una caja artesanal.
Elementos de la Sedena intentaron hacerle honores a Kevin durante su funeral en la casa de los familiares, pero Yuridia les reviró que la ayuda la necesitaban durante su traslado, lo cual les negaron. “Les dije que seamos más humanos, si alguien pide aventón es porque está pasando por algo difícil”. Los familiares agregaron que aún están realizando trámites funerarios en el Ejército.
Kevin iba a cumplir este jueves 9 de noviembre 23 años, tenía dos años de soldado de Infantería, activo en la Base Aérea. Sus últimas salidas fueron a Tecpan por la llegada de la tormenta Max y salvó a un adulto mayor que iba a ser arrastrado por la lluvia, “él era una persona bondadosa”, dijo su tía.
Su esposa Yuridia, de 18 años, amamantaba en la tarde de ayer a su bebé Samantha, “ella está bien, gracias a Dios, dio la vida por su hija y siempre va a ser su héroe su papá. Siempre le voy a contar que va a ser su héroe”, dijo brevemente. Otras preguntas sólo merecieron unos largos segundos de silencio.

Familiares del joven Kevin Jesús Nabor muestran el lugar en dónde le cayó encima la barda que le causó la muerte en Luces del Mar, durante el huracán Otis Foto: Carlos Carbajal

Murió en el hospital el hombre herido de un balazo en su casa el jueves en Chilpancingo

 

El hombre que fue herido a balazos en su casa la noche del jueves en la colonia Siglo XXI, al poniente de Chilpancingo, murió en el hospital privado Santa Fé este viernes.
En lo que va del año han ocurrido 61 asesinatos en Chilpancingo en los que presuntamente está involucrada la delincuencia organizada, según un recuento de publicado en El Sur.
Fuentes del Servicio Médico Forense (Semefo) informaron que en las primeras horas del viernes recibieron un reporte de que un hombre había fallecido por heridas de bala en el hospital privado.
La noche del jueves, el hombre fue herido de bala tras de ser atacado dentro de su casa por una pareja.

 

Muere en el hospital un joven herido el lunes en el barrio de Bermeja, Taxco

 

Ayer murió un joven de 28 años en el hospital general Adolfo Prieto, quien fue herido a balazos en un ataque el lunes en el barrio de Bermeja, en la cabecera municipal de Taxco.
Fuentes policiacas de Seguridad Pública informaron que a las 8:30 de la mañana de ayer fue reportado el fallecimiento del joven, identificado por familiares como Job Emmanuel Martínez, vecino del barrio de Bermeja.
Las autoridades detallaron que hombres armados a bordo de motocicletas lo atacaron, y que fue trasladado por sus familiares al hospital.
Agentes y peritos del Ministerio Público de la Fiscalía General del Estado hicieron las investigaciones correspondientes. El cuerpo fue trasladado al Servicio Médico Forense de Iguala.

Porfiria Vázquez, jornalera de La Montaña, murió buscando la subsistencia en Sinaloa

Tlachinollan “Mi mamá se enojaba porque no fui”, cuenta Herminia Flores Vázquez, una joven na savi (mixteca). “No pude porque todavía hay clases”, explica.

Herminia Flores Vázquez tiene 15 años y estudia en la ciudad de Tlapa de Comonfort. El lugar al que no fue es un campo agrícola en Sinaloa, adonde su familia, originaria de la comunidad de Cochoapa El Grande, municipio de Metlatónoc, partió hace tres meses.

Sus padres fueron a trabajar como jornaleros agrícolas, al corte de tomate, chile y pepino, “para sacar dinero”, porque en su comunidad no hay trabajo. Pero su mamá, Porfiria Vázquez García, que tenía unos 30 años, ya no va a regresar. Murió en Villa Juárez luego de haber trabajado en El Guayabito, uno de los tres campos que posee la empresa El Serrucho.

Porfiria Vázquez García se fue junto a su marido, Margarito Flores Vázquez, y su hija menor, de 12 años, quien no trabajó en el campo sino que “le preparaba la comida a sus papás”.

Para ir a Sinaloa, ellos pagaron el camión hasta Tlapa y subieron al autobús, pero no se registraron en alguna lista que el gobierno hace de los jornaleros que se van. El acuerdo fue con un enganchador particular de Villa Juárez, quien los entusiasmó al decirles que en ese estado del norte “hay trabajo y hay seguro”. Les cobró por persona 500 pesos: 400 por el transporte y 100 de alimentos, aunque sólo recibieron una comida al día, durante los tres del viaje.

Una vez allá, Porfiria Vázquez García trabajó en un campo y su marido en otro, en uno llamado San Francisco. Ganaban 55 pesos al día y trabajaban desde las 7 de la mañana hasta las 4 de la tarde. Tenían los domingos libres y la esperanza de recibir los 400 pesos que les habían prometido para comprar su pasaje de regreso cuando finalizara el trabajo. Dinero que, por cierto, nunca les dieron.

“Pagaban bien barato”, critica Mario Vázquez García, hermano de la mujer. Y relata que estaban “un mes con trabajo y un mes sin trabajo”, que “el patrón dice ‘nomás un mes’ y luego se va”. Este indígena na savi de 27 años trabajó durante dos semanas y luego volvió a su casa. El dinero ganado tuvo que gastarlo en el viaje de vuelta a Guerrero.

Ella no quiso volver. “De aquí voy a caminar para el otro lado, a Baja California”, dijo. No pensó que iba a enfermar, dice de su hermana, quien de los tres meses que permaneció en Sinaloa sólo trabajó un mes porque los dos últimos no pudo.

“Empezó calentura y no se quitó, le dolía su cabeza, se le cerró el pescuezo y no le pasaba comida”, describe Mario Vázquez García.

“Ya no comía, después quedó bien flaquita”, recuerda, y agrega que “casi no tenían dinero porque ya no había más trabajo”. Entonces él regresó a su comunidad “para conseguir dinero y enviarles para curarla”. Mientras tanto, su hermana y el marido se quedaron y, sin éxito, “esperaron un mes para que les dieran los pasajes”.

“Con dinero de nosotros, porque nadie nos ayudó”, dice el hombre, Porfiria Vázquez García “fue al médico tres veces”. Recibió atención médica en el pueblo de Costa Rica y luego en Villa Juárez. La primera vez le dieron una inyección y pastillas y les cobraron 300 pesos. En la segunda ocasión le dieron más inyecciones y pagó 600 pesos.

“Decían que estaba embarazada, pero no”, y finalmente, “la operaron y le sacaron una bola”.

“En Culiacán le sacaron una bolita, después enfermó de dolor de cabeza y con eso murió”, afirma Herminia Flores Vázquez. Y comenta que desde antes de ir a Sinaloa, su madre “tenía la bolita adentro de ella que no la dejaba almorzar”. Sin embargo, “ella enferma pero se levanta, y otra vez así”, porque “en el pueblo rezan y se compone la gente, entonces se puso bien y fue a trabajar”, cuenta la mayor de las hijas.

Anunciaron por radio la muerte

Porfiria Vázquez García murió el 12 de mayo. Los familiares que estaban en Cochoapa El Grande lo supieron a través de un aviso en idioma na savi que emitió la radio XEZV, La Voz de la Montaña. Rutilio Vázquez García, su hermano menor, “estaba sembrando en el cerro” cuando su mujer le dio la noticia.

Los familiares, por su parte, no saben “quién es René Ruiz”, persona que dio la información para el radioaviso. Y tampoco conocen la causa de la muerte de la mujer.

“Faltó medicina o algo”, suponen.

El viernes pasado el cadáver fue llevado a Acapulco, para luego ser trasladado a Tlapa de Comonfort y más tarde a su comunidad de origen. Según informaron los hermanos Vázquez García, las gestiones fueron realizadas por la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos de Guerrero (Codehum) de Acapulco. Sin embargo, ignoran quién hizo los trámites para el traslado desde Sinaloa a Acapulco.

Porfiria Vázquez García murió en la búsqueda de un medio de subsistencia. El deseo de hacer frente a la pobreza, al alto grado de marginación y a la falta de empleo que sufre su comunidad indígena la llevó al norte del país, a realizar una labor dura a cambio de una paga magra. No imaginó que en el esfuerzo perdería su vida.

En la región de La Montaña de Guerrero el acceso a la salud es un privilegio. No hay servicios de salud gratuitos para los habitantes pobres. Las casas de salud de las comunidades indígenas, en su mayoría, carecen de médicos y de medicinas. Los indígenas de La Montaña no sólo tienen que partir en busca de trabajo, sino que abandonan sus pueblos en un estado de salud que no es el más propicio para las tareas que realizarán.

Porfiria Vázquez García murió sin saber qué padecía. Al igual que muchos otros indígenas que se enferman, no reciben atención médica porque no pueden costearla y un día se mueren sin siquiera haber escuchado el nombre de la enfermedad que sufrieron.

A ella le habían prometido que cuando llegara a su trabajo en Sinaloa iba a tener seguro médico. Fue un engaño más de los que les hacen a los jornaleros agrícolas. Uno de los tantos engaños en los que se sostiene este sistema de “contratación” de mano de obra barata, el cual se basa en la explotación de indígenas (no sólo de hombres y mujeres na savi, sino también de me’ phaa y de nauas) y de campesinos que ven en los campos del norte la única oportunidad de trabajar y de ganar algún dinero que, mientras dure, les permita sobrevivir.