Destruyó Otis el restaurante Palao fundado en 1958 y hundió sus tres embarcaciones

El empresario turístico Guido Rentería Rojas en entrevista para El Sur en sus oficinas en el Paseo del Pescador, las cuales fueron afectadas por el huracán Otis Foto: Jessica Torres Barrera

Lenin Ocampo Torres

Chilpancingo

El emblemático restaurante Palao en la isla La Roqueta se fundó en 1958 y fue devastado por el huracán Otis. Sus tres embarcaciones que transportaban en temporada alta a más de 300 personas tampoco resistieron la fuerza de los vientos y dos semanas después siguen hundidas en el mar.
Su dueño, Guido Rentería Rojas cree que hay más de 100 marineros desaparecidos y que las autoridades ocultan las cifras.
La noche del 24 de octubre el empresario turístico Guido Rentería se resguardó en sus oficinas en el Paseo del Pescador, donde junto a su sobrino y la novia de éste intentaron monitorear a los capitanes de sus yates Mundo Silencioso, Palao y otra embarcación más pequeña para 40 personas que fueron fondeadas en el mar entre el Malecón y el Club de Yates.
Por un momento tuvieron la comunicación con las embarcaciones, todos habían sorteado varias tormentas y huracanes que en las últimas décadas habían golpeado a la bahía de Santa Lucía, pero ninguna como Otis.
“Yo estuve en la noche del huracán apoyando a mis capitanes, pero fue imposible comunicarme con ellos, ya no agarraban los celulares, ya no podían ver mi linterna, ni yo las de ellos, ya no había comunicación con la tripulación a bordo de las embarcaciones y yo estaba muy preocupado por ellos”, comentó durante una entrevista en su negocio del Paseo del Pescador.
“Lo ideal hubiera sido, si había visibilidad, encallarlas a la playa y salirse, pero no pensábamos o nunca nos imaginamos la intensidad de los vientos y que no pudiera haber visibilidad, me decía mi capitán que él no veía la punta de la proa, o sea, no veía de tres o cuatro metros enfrente de ti, entonces este fenómeno nunca lo habíamos vivido” explicó el empresario.
Rentería Rojas reveló que sus tripulantes se salvaron de milagro, pero sus tres embarcaciones siguen en el fondo del mar.
“Las cifras oficiales que maneja el gobierno hablan de 48 muertos y más de 50 desaparecidos, o sea no llega a 100, pero yo creo que son mucho más y me pregunto una cosa, si el gobierno federal y estatal no son causantes de esto, ¿para qué esconden las cifras? son duros estos datos, pero son reales, todo los sabemos aquí en la bahía”, expuso.
“Si ya los desaparecidos no están en unos días más, estamos hablando de que puede haber bajas de más de cien (marineros). Imagínate, cuántas embarcaciones se perdieron o se destruyeron, casi todas tenían tripulación. Mis embarcaciones se destruyeron completamente”.

No se obliga a los capitanes de sus embarcaciones a quedarse en ellas

Abundó: “vamos a aclarar ese rollo de que dicen que uno los obliga (a los capitanes) y nadie está obligado a lo imposible, yo por lo menos Palao ha tenido siempre la cultura de decirle no te expongas, si ves que las cosas están difíciles salte de la embarcación, deja la embarcación, no hay problema, entonces, eso no es cierto de que los patrones o las empresas obligan a los capitanes a estar arriba, eso es una cuestión de hasta donde pueda el capitán llevar la embarcación, pero sin exponer su integridad física”.
“Hay un honor en el capitán, los capitanes les enseñan a los marinos, entonces la cultura marina es: ‘es mi barco y lo defiendo hasta donde yo pueda’. Ellos mismos saben hasta dónde se puede y es como un reto para ellos salvar la embarcación, pero hay fuerzas naturales, por mucho que el capitán sea muy bueno o que tengas una buena embarcación, el fenómeno es más fuerte que la voluntad y la capacidad del capitán”, enfatizó el empresario turístico.
Aquella noche que Otis golpeó la bahía de Acapulco, Guido Rentería quedó atrapado dentro de sus oficinas, el viento rompió los ventanales y la marea subió tanto que el agua le llegó hasta el pecho y las olas los ahogaban. El empresario mide un metro 80 centímetros.
“Nos tuvimos que resguardar dentro de una pequeña oficina, mi sobrino y su novia entraron en pánico, yo tuve que guardar la calma, aunque por dentro rezaba un Padre Nuestro. Después los vientos terminaron y esperamos a que la marea bajara, yo salí casi amaneciendo en busca de mi carro para ir a ver mi casa, cuando salí me di cuenta de que todo estaba destruido”, contó.

Un patrimonio perdido

El huracán Otis destruyó el patrimonio familiar que desde hace 60 años mantenía en el Acapulco tradicional, donde sus tres embarcaciones zarpaban del Paseo del Pescador hacia su restaurante Palao en la isla de La Roqueta y del cual su padre, Francisco Rentería fue el fundador de ese Parque Nacional.
“Este año iba a cumplir 65 años, se creó en 1958 por mi padre, pionero de Acapulco, él también puso en el 58 a la Virgen de Guadalupe (en el fondo del mar en La Roqueta), fue de los que estuvo en la comitiva como buzo. Pero antes mi abuelo Ricardo Rentería Morales, trajo los primeros turistas a Acapulco en carros particulares en 1953, de México-Taxco-Acapulco, cuando apenas habían abierto la carretera con el presidente Miguel Alemán Valdez”, relató.
En aquellos tiempos su abuelo daba el tour turístico a extranjeros que empezaba en el Paseo de la Reforma, pasaba por Taxco y terminaba en el Acapulco Tradicional. Desde esa época su familia fue creando un imperio turístico y de promoción en el puerto.
Después su padre abrió el Palao, que se encuentra en medio de la isla la Roqueta, donde desde hace más de 60 años la gente llegaba en embarcaciones para deleitarse el paladar con comida de la región, y admirar el paisaje del mar en medio de las rocas.
“Entre el restaurante y las embarcaciones perdimos más de 10 millones de pesos, pero más que eso perdimos una parte de la historia de este hermoso puerto de Acapulco, no creo que el gobierno nos quiera ayudar para levantarlo de nuevo, pero nosotros vamos a buscar la forma para regresarlo, todo esto realmente ha sido una tragedia y todos esperamos salir de ella”, finalizó el empresario Guido Rentería, mientras mostraba sus fotografías y reconocimientos, pegados en las paredes que fue lo único que Otis les dejó.