Vendedor de ceviche en playa La Angosta sobrevivió al coronavirus, pero tres de sus hermanos fallecieron

El señor Lauro Olivera López muestra su popular consomé de pulpo en su puesto de mariscos en la playa La Angosta de Acapulco Foto: Carlos Alberto Carbajal

Jacob Morales Antonio

Lauro Olivera López llegó de Puerto Escondido, Oaxaca, hace de 30 años a Acapulco en busca de oportunidades de trabajo; se dedicó a vender ceviche en playa La Angosta, pero en junio enfermó de Covid-19, tres de sus hermanos fallecieron.
El hombre de 62 años de edad cuenta que migró a Guerrero porque en Puerto Escondido no había mucho trabajo y era muy visible la pobreza, “me vine para tener mejor vida”.
En 1986 comenzó a vender en su puesto ubicado en la zona aledaña a la playa La Angosta, donde habilitó el local que nombró El Marisquito por recomendación de un cliente. En la banqueta hay dos mesas de madera, y bancos, el puesto está decorado con una manta pintada a mano que tiene 12 años donde se ve la fauna marina.
En una esquina, bajo una carpa y en la banqueta el señor ha sobresalido, y ha podido sostener a su hijo que le ayuda de 25 años.
En junio se contagió del virus, 15 días tuvo temperatura, escalofríos y otros síntomas que lo obligaron a estar en cama. Recuerda que en los primeros días, amigos periodistas le llevaron a una enfermera que le puso un suero. Fue ese mismo día que su hermano mayor pasó frente a su puesto en un ataúd. Había fallecido por complicaciones del virus.
De lejos observó el cortejo fúnebre que acudió a la zona donde también su hermano tenía un local de comida. Otros dos hermanos fallecieron por las mismas complicaciones. Dice que él se salvo porque no tiene ninguna enfermedad crónica.
Pero la crisis que se agudizó con la llegada del virus y la pandemia, no era actual, desde hace ocho años el hombre ha resentido un declive de la llegada de turistas y las bajas ventas de comida. Antes vendía entre 800 y mil pesos diarios de lunes a domingos, ayer vendió esa misma cantidad pero desde el lunes y en Viernes Santo apenas lograba vender 300 pesos.
Los clientes que acudían con él año con año desde 2020 no van, no sabe de ellos, los que han llegado le cuentan que han perdido a seres queridos por el virus.
Dice que no sabe cómo se contagió “y lo peor es que no sentía que estaba enfermo al principio, luego me dio temperatura y escalofríos”, una de sus hermanas que vive en Estados Unidos le ayudó con dinero para poder atenderse porque se quedó sin nada. “Me fue mal, sentía que ya mero me iba”.
El hombre está ansioso de recibir la vacuna contra el Covid-19, y espera que en la próxima semana la letra O sea una de las que entren en la estrategia en Acapulco. Sin embargo dice que no se ha registrado en la plataforma.
Ayer, fue viernes, y en cualquier otro año antes de la pandemia, su puesto debería estar con mucha afluencia, pero apenas había atendido a seis clientes, la marea roja que había en la zona tampoco le ayudaba.
Don Lauro dice que a pesar de no aumentar los precios de la comida, no hay ventas. Un ceviche con pulpo cuesta 90 pesos, una orden de quesadillas en 60 pesos y un coco está en 30 pesos. “Son precios cómodos, porque todos estamos mal”.
Después de haber enfermando señaló que tiene temor de volver a infectarse, por eso él acata cada una de las medidas sanitarias que las autoridades han recomendado.
En octubre pasado fue a Puerto Escondido por una semana que se prolongó a cinco, vio un pueblo convertido en una ciudad. No lo reconoció y ahora vio que había más oportunidades allá que en Acapulco, piensa en regresar pero no quiere dejar solo a su hijo en el puerto hasta que encuentre una pareja. Pero él esta decidido a regresar al lugar donde nació.