Ni organizaciones ni familiares visitaron las tumbas de los guerrilleros sepultados en Atoyac

Este Día de Muertos las tumbas de los guerrilleros que están en la ciudad de Atoyac estuvieron olvidadas; ni organizaciones sociales ni sus familiares acudieron a visitarlas.
El obelisco donde están sepultados los restos del guerrillero Lucio Cabañas tampoco fue adornado.
La tumba, en el Zócalo de Atoyac que ha sido escenario de mitines y manifestaciones de organizaciones sociales, no tenía flores ni veladoras en la rejilla exclusiva para ello, que estaba llena de basura.
En el panteón municipal Libertad, en la periferia de la ciudad están dos tumbas de guerrilleros, la de Isidro Molina Sánchez de la comunidad de Agua Fría, que desde hace dos años no visitan sus familiares ni organizaciones que reclamaron su cuerpo para sepultarlo.
La tumba de este joven que murió en un enfrentamiento con policías estatales en San Juan de las Flores, tiene los floreros rotos, sin pintar. Está olvidada y deteriorada por falta de mantenimiento. Trascendió que su padre quien la visitaba se encuentra enfermo.
El sepulcro de dos guerrilleros de El Guanábano en la sierra de El Quemado, que se enfrentaron al Ejército, se vio olvidado. El año pasado la lápida fue retirada y reubicada este año por el Ayuntamiento.
En años anteriores a la tumba colectiva una columna de hombres armados acudió a dejar una ofrenda floral el Día de Muertos.
El panteón Libertad se ubica en la periferia de Atoyac, pero a diferencia del panteón principal del centro no hubo vigilancia ni fue arreglado, el acceso se encuentra en mal estado. Los familiares de quienes tienen ahí sepultados a sus parientes indicaron que no tiene cerca, servicio de agua ni alumbrado, además de que la limpieza que se hizo por las autoridades locales consistió sólo en la quema de maleza.

 

Acuden familias al panteón de Las Cruces a arreglar las tumbas para el Día de Muertos

Familias se dieron cita en el panteón de Las Cruces para acompañar a sus difuntos y reunirse con quienes ya partieron a “otro plano”.
Los integrantes de la familia Muñiz Estévez llegaron a bordo de una camioneta 4×4 a la 1 de la tarde. Cubiertos con sombreros, sombrillas y con apenas un galón de agua, comentaron que solo limpiarían la tumba del abuelo Macri para pasar parte del día con él hoy.
“Ahorita nada más venimos a limpiar y a darle una pintada a la tumba porque ya tiene tiempo que no venimos”, dijo la señora Elvira, la mayor de las mujeres del grupo conformado por ocho personas: cuatro mujeres dos hombres una anciana y un niño de 5 años.
El grupo de acapulqueños, avecindados en Ciudad Renacimiento, descendieron de la caja de la camioneta, bajaron un bolso con tortas y se dirigieron al lado derecho del panteón.
Uno de los jóvenes que acompañaba y atendía más las indicaciones de doña Elvira, Esteban, comentó que desde niño él acompañaba a su abuela. Cargaba las flores, la cubeta de agua y la escoba para barrer. Detalló que desde hacía 10 años, desde que tenía 9, visitaba la tumba de su abuelo, ayudaba a su abuela en la limpieza del sepulcro de don Mauricio Muñiz, originario de Michoacán, quien llegó a Acapulco a trabajar en la hotelería.
Los integrantes de la familia comentaron que no era habitual que llegaran tantas personas para limpiar la tumba, pero que en esta ocasión habían decidido ir todos los que estaban descansando para ayudar a su abuela.
“Casi siempre veníamos mi abuelita y yo a ver a mi abuelo Macri, pero ahora nos quisieron acompañar todos, hasta el más pequeño. Pensamos que mañana vendremos para almorzar acá y pasar la mañana con el abuelo”, dijo el universitario.
La señora Elvira indicó que desde la muerte de su esposo, hace 10 años, ha visitado el sepulcro cada 2 de noviembre, el día de su cumpleaños y cada aniversario de bodas.
“Cada 2 de noviembre nosotros venimos juntos, así como el Día del Padre, yo vengo a ver a mi esposo porque aún lo extrañamos”, comentó la mujer, quien se encaminaba a la tumba.
Otros integrantes de la familia compraron flores entre los puestos asentados sobre la banqueta y se las mostraron a la matriarca, entre ellas cempasúchil, rollos de terciopelo y la escoba que no podía faltar para barrer los restos de las flores de otros meses.
Los demás compraron bebidas y algo para comer. Escogieron entre los bolillos con relleno de cerdo o de pollo, las enchiladas, los tamales o las frituras; entre el chilate, los refrescos, las bebidas energizantes, los refrescos y el agua.
Comentaron que más tarde, después de sus labores de limpieza, irían a una misa en su colonia dedicada a los difuntos.