21 julio,2021 5:03 am

La 1ª Gran Transformación. La consumación de la Independencia de México, hoy hace 200 años (1821-2021)

Julio Moguel 

 

(Vigésima segunda parte)

I. La manera terminante con la que Guerrero se despide de Iturbide en su mencionada carta

 Por si algo faltara para dar el jaque mate que las letras de Vicente Guerrero han venido anunciando a Iturbide desde el principio de su misiva, el líder de la insurgencia del Sur –y ya, en los hechos, el líder nacional de la insurgencia– termina señalando lo siguiente:

“Comprenda usted que nada me sería más degradante como el confesarme delincuente, y admitir el indulto que ofrece a nombre del gobierno, del cual he de ser contrario hasta el último aliento de mi vida. Si, como usted me dice, reinan las ideas más liberales que conceden a los hombres sus derechos, nada le cuesta en este caso dejarnos el uso libre de todos los que nos pertenecen, así como nos los usurparon el dilatado tiempo de tres siglos. Si generosamente nos deja emancipar, entonces diremos que es un gobierno benigno y liberal; pero si, como espero, sucede lo contrario, tenemos fuerza y valor para conseguirlo”.

 

Las letras de Guerrero son entonces lapidarias, pues termina por decir que prácticamente no cree en ninguna de las letras que le había enviado Iturbide, y “cree”, por el contrario de lo que marca la supuesta intencionalidad de su interlocutor, que Iturbide pretende engañar a la insurgencia y seguir en su ruta de violencia carnicera contra el pueblo novohispano que lucha por la independencia.

Guerrero no aceptará por ningún concepto confesarse “delincuente” o “admitir el indulto”, y sólo deja una pequeña rendija abierta para mantenerse atento a cualquier reconsideración que valga por parte de Iturbide. “Si, como usted dice, reinan las ideas más liberales que conceden a los hombres sus derechos, nada le cuesta en este caso dejarnos el uso libre de todos los que nos pertenecen, así como nos los usurparon el dilatado tiempo de tres siglos”.

  1. Guerrero y Ascencio Alquisiras muestran a Iturbide de nueva cuenta la fuerza de su músculo 

Veíamos, en la parte 20 de esta serie, que Iturbide había señalado, al final de su carta al insurgente Guerrero, que el teniente coronel Berdejo, quien reemplazaba en su cargo militar a Pablo Moya, se dirigiría justo a cumplir la misión del reemplazo, con la promesa de que no entraría en combate con los rebeldes hasta el momento en el que el jefe militar de los realistas no supiera cuál era la “resolución” del jefe revolucionario en lo que se refiera a un cese de las hostilidades para entrar en la fase propuesta de “conciliación”.

La respuesta práctica de la insurgencia demostró que no creían en absoluto las promesas que había planteado Iturbide en su perfumada y críptica misiva dirigida al jefe sureño de los rebeldes, por lo que ni tardos ni perezosos se prepararon para propinar nuevos golpes de guerra a las tropas realistas.

El 25 de enero de 1821, Pedro Ascencio atacó sin consideración ni recato a las fuerzas del coronel Ráfols cerca del pueblo de Totomaloya, venciéndola en toda la línea hasta hacerla retroceder hasta los límites del distrito militar de Sultepec. Dos días después, el 27 de enero, el teniente coronel Berdejo fue derrotado de manera humillante por las fuerzas activas dirigidas por Vicente Guerrero. Como hemos hecho en otras ocasiones, acudimos aquí a los vivos pasajes del historiador Julio Zárate sobre el tema. Según las órdenes que, veíamos, habría dado al mencionado teniente coronel su jefe Iturbide.

“Había avanzado entretanto don Francisco Antonio Berdejo hasta la línea de Chilpancingo, e informado que Guerrero se encontraba en la sierra de Jaliaca, salió de Chichihualco en su busca el 27 de enero, seguido de trescientos soldados. Halló, en efecto, a los independentistas en el escabroso paso llamado La Cueva del Diablo, y después de un porfiado combate que duró gran parte del día, tuvo que retirarse con pérdida de cincuenta y un hombres entre muertos y heridos”.

Con estos dos nuevos hechos de guerra los independentistas mostraban que la carta que había enviado Iturbide a Guerrero no valía más que el papel en el que había sido redactada. Mostrando, en esa lógica, que no tenían ninguna razón para creer en las promesas de quien, justamente por la vía del engaño y la mentira, había logrado alcanzar significativas victorias en el pasado en otros ámbitos del territorio de la Nueva España. ¿Serían estas nuevas derrotas militares de Iturbide suficientes para hacerlo cambiar de parecer y redefinir sus estrategias de guerra?

II. La nueva misiva de Iturbide a Guerrero, en la que “justifica” la ofensiva militar realista en la que sufrió los duros reveses ya comentados

El 4 de febrero de 1821, Iturbide, desde Tepecuacuilco, envió una nueva misiva a Vicente Guerrero, en la que, en un tono lisonjero y obsecuente –lo trataba de “amigo”– le comunicaba que por desgracia la respuesta que este último había dado a su carta del 10 de enero, fechada el 20 de enero, había llegado a sus manos después de haber hecho los movimientos miliáreas que provocaron la reacción de armas de los rebeldes el 25 y el 27 de enero. Agregando que ese había sido “el motivo” por el cual sus fuerzas habrían tomado la determinación de entrar en combate. Lo que era a todas luces una nueva y llana mentira, pues, como hemos visto, lo que dijo el jefe de la insurgencia del Sur a su interlocutor en la mencionada respuesta, del 20 de enero, no presuponía, en ninguna de sus líneas, que los insurgentes habrían aceptado los términos de “la conciliación” que había sido propuesta ni, en consecuencia, dar órdenes a sus fuerzas para no emprender ya acciones de guerra.

Pero en esta misiva Iturbide volvía al término de “la conciliación”, con una nueva propuesta: para llegar a un “acuerdo”, cualquiera que ese fuera –se borraban en tales circunstancias todas las condicionantes y amenazas que habían sido hechas a los insurgentes en la mencionada carta de Iturbide a Guerrero de aquel 10 de enero–, era necesario que se realizara un encuentro personal entre ambos jefes militares, pues, decía Iturbide a Guerrero, “más haremos en media hora de conferencia que en muchas cartas”.

El encuentro propuesto sería en Chilpancingo, con fecha a determinar, pero Iturbide agregaba en su carta que él partiría de inmediato al lugar señalado, en el entendido de que a partir de ese momento ordenaba a todas sus fuerzas cesar cualquier tipo de hostilidades.