12 enero,2021 5:27 am

La República está en deuda con Guerrero

Arturo Martínez Núñez

 

Los derechos humanos deberán ocupar un lugar preferente en la agenda de gobierno y de la sociedad, en el periodo 2021-2027. Son demasiados los agravios pendientes: la herida de la guerra sucia, de la guerra de exterminio, de los cientos de desaparecidos, de los presos políticos, de las ejecuciones y desapariciones extrajudiciales, mantienen creciente y viva la sed de justicia. El caso de los 43 desaparecidos de la Normal Isidro Burgos de Ayotzinapa, así como el resto de asesinados durante ese terrible episodio, los jóvenes del equipo de futbol de los Avispones de Chilpancingo y los usuarios de un taxi que ese día pasaban por el lugar equivocado, debe ser resuelto a cabalidad y los responsables castigados. La proliferación de grupos armados y de grupos paramilitares provoca desplazamientos y expulsiones que generan cientos de refugiados. Así no podemos seguir. Existe el compromiso de justicia y reparación integral de los daños del Ejecutivo federal, de acuerdo con las resoluciones de Naciones Unidas.

En Guerrero, la lucha, ha sido la constante a lo largo de nuestra historia. Desde los Yopes y otros pueblos originarios que aguantaron en resistencia el embate del imperio Azteca, nuestro estado siempre ha sido casa de la rebeldía, casa de la resistencia, casa de la lucha en contra de la injusticia. No es casualidad que haya surgido aquí el ejército que acompañó a Don José María Morelos y Pavón en la encomienda que le hiciera el cura Hidalgo, conociendo la capacidad e intuyendo sus habilidades, en una cabalgata entre Charo y Queréndaro, cuando Morelos pretendía unirse al movimiento encabezado por su antiguo profesor en el seminario de Morelia, en una escueta pero contundente instrucción de ir al sur, formar un ejército y tomar el Fuerte de San Diego en el puerto de Acapulco.

Morelos regresó a galope a Morelia a despedirse de su familia, tomó camino hacia Carácuaro en donde reclutó a decenas de seguidores y emprendió de inmediato el camino hacia el sur, por la margen del río Balsas. Pasó por Zacatula, por Petatlán y finalmente llegó a Tecpan, en donde fue recibido por los hermanos Galeana, liderados por don Hermenegildo, que de inmediato puso a su disposición hombres, armas y pertrechos para poder hacer la guerra. Fortalecido, Morelos decide atacar Acapulco y mantener un largo sitio al fuerte de San Diego en episodios históricos que merecen en sí mismos libros dedicados a ello. Es necesario resaltar la importancia del sur en sus cuatro transformaciones.

En Guerrero no acaba de cauterizarse una herida, cuando estamos abriendo otra, muchas veces más profunda y más dolorosa. El gobierno progresista, que habrá de asumir a partir de octubre de 2021, necesita poner al centro de su actuar a los derechos humanos como una estrategia transversal y central, que todo lo abarque.

Nunca más el Estado encabezando el exterminio y el asesinato de sus propios ciudadanos. Debe castigarse a todos los responsables de todos los hechos de violencia cometidos. No puede haber perdón sin justicia, pero tampoco puede haber justicia sin castigo.

Guerrero necesita encontrar una nueva narrativa que nos saque para siempre de la idea y del conflicto permanente que llevamos como un sino desde el nombre de nuestro propio estado: Guerrero y que debiera llamarse Pacífico, sin restarle méritos al respetuoso homenaje que merece nuestro héroe don Vicente Guerrero Saldaña.

Guerrero debe ser un estado Pacífico, debe ser la puerta y la joya del Pacífico. Son muchos siglos de guerras de resistencia, de guerras y guerrillas, de guerras entre grupos delincuenciales, de guerras políticas, de guerras de exterminio. Ha llegado la hora de la reconciliación, de la armonía. Ha llegado la hora de la pacificación, de la concertación y del hermanamiento.

El tema de la reparación del daño, del castigo a los culpables, de las garantías de no repetición, así como del ataque, ese sí frontal, a las causas de la marginación y del subdesarrollo debe ser una tarea fundamental.

Guerrero no puede seguir siendo el principal protagonista de la nota roja, es hora de que le demos vuelta a esa maldición que ha bañado de sangre, de tristeza, de rencor y de deseos de venganza a muchos de los hogares guerrerenses. Es el momento de lograr transformar por completo ese destino maldito que pareciéramos tener como entidad. Somos mujeres y hombres de trabajo, de lucha, de esfuerzo, de una enorme y diversa cultura.

Somos una nación de naciones; ríos y cañadas; humedales y manglares; paradisiacas playas y valles altamente productivos.

Si todos hacemos un esfuerzo por cambiar la narrativa, desde los primeros años de educación podemos lograr, en una o dos generaciones, que los niños y niñas de nuestro estado se sientan absolutamente orgullosos de vivir en un lugar privilegiado y tocado por la mano de dios; un lugar que lo tiene todo para ser un polo de desarrollo, con todos los climas y todos los tipos de suelo, todas las razas y varias etnias. Guerrero puede dejar de ser nota roja, convertirse en Pacífico.

En Guerrero, nunca más atropellos a los derechos humanos, nunca más guerras sucias, nunca más secuestros, asesinatos, ejecuciones ni desplazamientos.

Guerrero puede, bajo el liderazgo de un Estado y de un gobierno legítimo con profundo compromiso social, convertirse en el paradigma de los derechos humanos y dejar de ser ejemplo de lo que no debe hacerse desde el poder.