3 octubre,2018 8:07 am

Me llaman la Tequilera / 4

Pozole Verde
 
José Gómez Sandoval
Entre tanto remolino
No era la primera vez que Luz se peleaba con Pepe, y no sería la última. Se contentaban pronto, y las reconciliadas eran muy sabrosas, según Luz. Siguieron haciendo dueto, y al alboroto que armaban cuando discutían se unió doña Victoria, la mamá ebria y exigente que, para variar, andaba como piojo en perro, friegue y friegue, en un plan insoportable y ridículo conmigo, dándole consejos para que no hiciera lo que ella precisamente había hecho toda su vida.
En 1936 los trabajadores de la Compañía de Luz se pusieron en huelga, y sólo se podía cantar en los lugares que tuvieran planta de luz propia, que no eran muchos. Luz seguía chupando, otra vez, demasiado, pues así, con tequila, se me hacía mejor la vida…, y su relación con Pepe empezó a retorcerse sobre la cuerda floja
Al inicio sugerimos que sobre los datos biográficos de María de la Luz Aceves que con objetividad ofrecen varios portales de internet, Alma Velasco bordó la parte subjetiva de la historia, es decir, el espíritu de la cantante. Disponer a ésta en la antesala de la muerte facilita la sinceridad confesional de Luz, cuya voz, aunque provenga de suposiciones sensibles de la novelista, “suena” muy de veras. Buena parte de las casi trescientas páginas de esta biografía novelada la ocupan descripciones de lugares, ambientes y diálogos donde la trama vital de Luz cae en trance de recuerdo y una que otra contrición.
Lugar, ambiente y diálogo realistas, como en el párrafo que sigue, de sopetón:
“Una noche, en uno de los restaurantes donde cantaban…, tintineando por ahí un danzón bien ejecutado, Luz estaba haciendo impertinencias, hablando casi a gritos en una mesa, al lado de dos hombres del público. Pepe se cansó –el ruido de los comensales gritando y bebiendso hacían más insoportable el momento-, y llegó a su límite.
–¡Luz! –bramó Pepe autoritario, estallando. ¡Levántate inmediatamente de esta mesa!
–Disculpa, mi guitarrista, pero estoy muy a gusto con estos dos caballeros.
–¡O te levantas… o te levanto! –se encendió él. ¡Vámonos para la casa!
–Ni te molestes, porque ya quedé de pasar la noche con estos dos caballeros en un hotel. Qué te parece, hoy quiero entretenerme con dos hombres de verdad.
De las pocas veces que Alma Velasco deja traslucir el hastío, la embriaguez o la cabronura de su personaje, que ya tiraba más a mártir que a heroína. La respeta, simpatiza con ella, pero pues tiene que escribir la sopa. Es así como la conciencia honda de Luz desembucha:
Y me fui con los dos hombres… ya ni me acuerdo, ni me importa, en qué acabó la fiesta. Pepe se enojó, dijo Meche que con razón… y pues ahí terminó nuestra historia romántica. Por 1936 salió un último disco que grabamos en el 35… y… tan tan. Pepe se me acabó fácil… completito… ya me tenía harta de ser la segundona… ¡que se quedara él con sus ganas de ser siempre el rey! Esta vez, ni un comentario, ni un consejo, de nadie, me hicieron mella… ahora yo era la que quería ser solista, para ser nomás yo la Reina… sacando fuerzas, empecé a cantar yo sola… grabé las dos voces, la primera y la segunda, nomás yo… por mis puras pistolas. Ya era tiempo de sacar la cabeza. Al fin me hice amiga de mi voz, tenía la suficiente para lo que necesitaba. Y ora sí…, comencé a ponerme Lucha, Lucha Reyes, para quien supiera quién era yo… sin más bules para nadar. Pepe se fue… qué más que bueno…
Su hambre por conocer el mundo compensa su dolor por seguir sin hijosEntre tanto remolino, elucubra, marcando el suspenso, me faltaba todavía conocer al que sería el más fuerte amor de mi vida

Ángel Garasa, Carlos López “Chaflán”, Jorge Negrete y Lucha Reyes en un fotograma de la película ¡Ay Jalisco no te rajes!. Foto: Internet

La consentida
¡Lo que es la fama! Como solista, la fama de Lucha Reyes crece cada día. La XEW le enviaba un automóvil con chofer para que no faltara a sus programas. A fines de 1937 ya es considerada la mejor intérprete de la canción mexicana, la formidable apuntaladora de la canción ranchera, “la inimitable cancionera, la inigualable, la creadora de la fa-mo-sa Panchita”… Es la consentida de los políticos, “incluyendo al presidente Lázaro Cárdenas, “quien disfruta enormemente con la interpretación de ‘Juan Colorado’ en la garganta de la Reyes, y se la pide siempre que la tiene enfrente”.
Ya no piensa en Pepe Gutiérrez. Compra ropa de calle fina y atuendos mexicanos para sus actuaciones. Tiene una colección de perfumes “envidiable”. Le empezaron a gustar los perros. Es feliz. “Mientras la voz le responda, lo demás no le preocupa”.
La vida bohemia o la ciudad era una fiesta
Es época de grandes compositores, letristas, pintores, periodistas, toreros… Se reúnen en restaurantes (los escritores van al Café Tacuba), de preferencia de noche y hasta el amanecer. Con frecuencia arribaban a los Caldos de Indianillas, “por las calles de Niños Héroes y Dr. Lavista, donde un caldo les cuesta un peso con veinte centavos, con bolillo, garbanzo, arroz, salsa verde y una buena pieza de pollo…”.
“En estas rondas –dice Alma– circula Lucha Reyes… y las disfruta”.
Simultáneamente, se presentaba en los “grandes cabarets elegantiosos”: el Waikikí, el Río Rita, El Patio, El Retiro, El Gran Casino, donde compartió escenario con Roberto Soto, Agustín Lara, Delia Magaña, Pedro Vargas, Fernando Fernández y Alfredo D’Orsay, entre muchos otros. Para Lucha, eran noches memorables, llenas de músicos maravillosos, de pintores, como los del grupo de los Rivera-Kahlo, de poetas, fotógrafos, bailarines… yo cantaba por el puritito gusto de estar con ellos… era delicioso… la noche en la Ciudad de México era una fiesta
Un amor de encantamiento
Años de entre guerras. “La sociedad internacional respira más fácilmente”. Mientras Estados Unidos genera el mayor avión de su historia, en México “se fortalece el servicio de autobuses urbanos”. En el radio y en las calles se escucha: Yo quiero un auto, papá, / yo quiero un auto veloz… / de portentoso arrancar / y de tremenda emoción
Hay funciones de gala, como la del elenco del Metropolitan Opera House de Nueva York, cuyos boletos de entrada se agotan a pesar de su alto costo. En los cines los protagonistas de películas se presentan en vivo en la función de estreno. Hay comedias jocosas y shows con montajes complejos. En esta fiesta –dijera Lucha-, aparece la figura estelar del empresario, “eje insustituible de la turbulencia escénica”. Uno de ellos (“guapo, de andar garboso” y “mirada seductora”) “se convertirá en el personaje central de la vida de Lucha Reyes, durante los próximos años. El nombre: Félix Cervantes, un amor de encantamiento”.
Se unen amorosa y administrativamente, y la “mancuerna se vuelve fenomenal”. Se aman y se “gozan” de verdad, de modo cursi “aunque maravillosa”, y deciden matrimoniarse.
Las cosas marchan mejor que nunca. El único problema es que a Lucha no se le ha quitado su antigua afición al tequila. Félix le pide que le baje a los tragos, y ella, en honor a su entusiasmo sentimental, responde: “Por ti, lo que sea, mi rey. Estoy de acuerdo”. Sonriente, presume que Alfredo D´Orsay le compuso una canción, “toditita para mí, yo fui su inspiradora.
“–Eso suena bien. ¿Cómo se llama?
“–Ah, pues, se llama… ay, es que da pena… tiene que ver con lo que estábamos platicando ahorita… le puso… ‘La Tequilera’”.
…me llaman la Tequilera, como si fuera de pila, porque a mí me bautizaron con un trago de tequila
Un sol incandescente
Al recordar, Lucha expresa de jalón su enormísimo amor, seguidito de lo que, inevitablemente, sucederá: Cómo quise a Félix. Más que a nadie, más que a mi familia, más que a mi voz, más que a… a mi vida. Félix era todo… Yo le compraba mucha ropa elegante. Lo arreglaba, lo peinaba… lo presumía a todo el mundo. Mi prima Meche se burlaba, decía que parara, que no era mi muñeco. Pero sí, sí era mi muñeco. Félix Cervantes era… el firmamento entero. Lástima. Pues, que no le gustara celebrar como Dios manda: con un buen tequila.
El ascenso de Lucha es vertiginoso. No puede embarazarse, pero… Ama a Félix, recupera a su hermano Manuel (que ha casado con Carmela, quien se volverá asistente de Lucha), y toda su familia, incluyendo a su mamá, está contenta. Más cuando se enteran que ha sido invitada a participar en una gira artística en Cuba.
En “la Perla del Caribe” actúa junto al prestigiado Trío Matamoros, que “se vuelca en elogios” para ella. Le llevan “míticas serenatas en su cuarto de hotel” y conoce a personajes que admiran. “Todo despunta hacia un sol incandescente”, dice Velasco, “pero nadie puede brincar su propia sombra, y Lucha Reyes no es la excepción”.
Los raigones
Para Alma, “el amor en un principio incondicional de Félix Cervantes no la salva de sus sufrimientos primarios, antiguos, de las pesadillas, de las tristezas subterráneas que arrastra como raigones, mientras su profesión, a pesar de esto, disparatadamente se consolida. Félix cada vez la comprende menos, creyó que Lucha lo obedecería en todo lo que él le dijera, lo que no sabía es que aún no ha pisado este planeta el susodicho que la someta. Ella no lo mima como antes ni le suelta el dinero tan fácil: él no la acepta como es, pues ella tampoco a él”.
Piedra maldita, niña chiquita
Este Pozole Verde sí que termina de panzazo. Cierta noche, al volver a su casa, Lucha escucha gemidos de dolor en el cuarto de servicio. Lucha encuentra a Meche atendiendo a Rosa, la asistente familiar, que está en trance de parir. Lucha enloquece y pretende correr a la parturienta, exasperada porque ella no puede tener hijos y su “sirvienta” sí. Félix llega e intenta calmarla. No lo logra, pero el niño de Rosa nace, y Lucha entra en crisis: “Soy una piedra, una piedra maldita, seca, muerta”, dice a Félix angustiada y en menos de lo canta un gallo se empezó a desvestir. Cuando estuvo desnuda por completo, subió corriendo a la azotea, donde, abriéndose paso entre sus treintaidós perros, subió al murete que da al vacío, lamentándose de ser un “árbol podrido”. Félix le habla con amor y, con la ayuda de Meche, consigue bajarla del murete.
Lucha llora aún más, “como una niña chiquita”. “Te juro que no me iba a matar, Félix, no te enojes conmigo, por favor, te prometo que te voy a dar un hijo…”, susurra Lucha, mientras Félix y Meche procuran que descanse, como si delirara.
El Pozole que viene trae de regalo una saldeuvas Picot.