11 diciembre,2021 4:59 am

El momento AMLO 

De Norte a Sur

Silber Meza

 

Todos los días hablamos de él. Andrés Manuel López Obrador, López Obrador, Andrés Manuel, AMLO, Peje y el resto de apodos que usted recuerde, desde los más amorosos que escurren miel hasta los más ofensivos que derraman hiel. Y así hemos pasado tres largos años. Con mañaneras de lunes a viernes, y con videos breves de fin de semana. Lo que diga el presidente de México es noticia, el gesto que suelte es motivo de una columna, la carcajada que lance es digna de un artículo, el video donde su esposa es su conductora causa furor.

Es el amo de la conversación, sea para beneficio o perjuicio de su figura.

Nos mantiene tensos, en el filo de la butaca, como si fuese el final de una larga novela de intrigas.

Y aunque parece que ya nada nos puede sorprender, que lo hemos visto todo, siempre encuentra algo nuevo: ora arremete contra el INE, el Inai, el CIDE o la UNAM; ora recuerda a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña Nieto; ora retira del cargo anunciado al ex secretario de Hacienda que se dirigía a presidir el Banco de México; ora aplica un acuerdo para blindar de amparos y transparencia a sus obras prioritarias.

También invita al presidente de Cuba a que esté presente en los días patrios, habla en la ONU sobre desigualdad y encuentra el espacio certero para charlar con los poderosos Joe Biden y Justin Trudeau.

Empieza a dar rienda suelta a los aspirantes a sucederlo y les adjudica el mote de “corcholatas”. Lanza la cargada a favor de la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, pero no desprecia a su secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard. Se afianza con más funcionarios tabasqueños, con más perfiles íntimos.

Decide recurrir nuevamente a sus actos masivos. Que se vea el músculo de su poder de convocatoria. El líder vive, es el mensaje. Suelta su voz en la principal plaza del país.

Lanza una polémica iniciativa de reforma eléctrica que busca fortalecer a la Comisión Federal de Electricidad y disminuir el poderío empresarial que a ojos del gobierno se ha aprovechado de la compañía de Estado. A la vez propone nacionalizar el litio, el petróleo del futuro.

A mitad de su gobierno AMLO no está cansado, no está aislado, no está arrinconado, no está debilitado. El presidente está recargado. Ni la peor de sus imprudencias, ni la inflación descontrolada, ni la inestabilidad del precio del gas o de la gasolina, ni los escándalos de los fajos de dinero de sus hermanos o familiares, ni la poca eficiencia del fiscal Gertz Manero ni el despido repentino de la estrella del sexenio, Santiago Nieto, ni la militarización de cientos de actividades del país han podido hacer mella a su popularidad.

El presidente se mantiene en lo alto de las preferencias de la población, y esto le ha dado un nuevo brío, un nuevo impulso que lo ha convertido en un gobernante más duro, más definido, más vertical.

En los días previos al 1 de diciembre, fecha del cumplimiento de su tercer año de gobierno, El Universal y Buendía & Márquez publicaron una encuesta donde le atribuyen 68 por ciento de aprobación, lo que representa su mayor puntaje en los últimos dos años. La encuesta De las Heras Demotecnia dio al presidente 71 por ciento de popularidad, y la encuestadora Consulta Mitofsky le apuntó 65 por ciento de aprobación, su segunda mejor calificación del sexenio.

En este punto de su gobierno, el ponderado de encuestas Oráculus coloca a López Obrador en la cima de popularidad comparado con otros ex presidentes. Por ejemplo, mientras a AMLO lo colocan en la línea de 64 por ciento, a Felipe Calderón lo miden en el 59 por ciento, a Ernesto Zedillo en 58 por ciento, a Vicente Fox en 56 por ciento y a Enrique Peña Nieto en 37 por ciento.

López Obrador sabe que la mayoría de la población lo respalda, y eso le da el aliento que necesita para enfrentarse a los adversarios que él desee, con razón o sin ella. Le da el ánimo para mandar iniciativas con cambios constitucionales sin contar con la mayoría, le da el aliento para promover desde ya a su sucesora.

Mientras el presidente no pierda popularidad seguirá su marcha, como un caballo a todo galope.