Advierte el GIEI en su Informe del riesgo de que “la mentira se institucionalice”

Una de las madres de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa escucha el último informe del GIEI sobre los hallazgos, avances, obstáculos y pendientes del caso de la desaparición forzada de los normalistas en Iguala Foto: Cuartoscuro

Viétnika Batres

Ciudad de México

Ocho años después de creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) dio a conocer este martes su sexto y último Informe Ayotzinapa en voz de los dos integrantes que le quedaban, Ángela María Buitrago y Carlos Martín Beristain.
En el documento, presentado este martes en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco (CCUT), el GIEI ofrece un “ana?lisis te?cnico sobre localización, relaciones comunicacionales y desplazamientos de las fuerzas de seguridad”. Hace énfasis en la necesidad de que termine de esclarecerse “la supuesta versión de la verdad histórica” y no quita el dedo del renglón en cuanto al trasiego de drogas “como contexto y motivo” de los hechos violentos de la noche de Iguala que derivaron en la desaparición forzada de los 43.
También examina la acción del crimen organizado y establece líneas de investigación que deben seguir las autoridades a cargo para establecer con certeza “el destino y paradero” de los normalistas. Aparte, se refiere a la actuación y las responsabilidades de la Polici?a Ministerial, Estatal y Federal; se detiene en el papel de lo que fue el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen), de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y en particular de la Secretaría de Marina (Semar).
Nuevas revelaciones en torno a una desconocida intervención de la Semar, junto con una revelación relacionada con el asesinato del estudiante Julio César Mondragón Fontes, es lo más relevante que aporta el grupo en esta ocasión.
“La negación de la verdad”, alerta el informe, supone una nueva forma de maltrato psicológico para las víctimas. “El caso Ayotzinapa se encuentra en este momento, con avances muy importantes y obstáculos clave, es el tiempo en que puede mostrarse como una palanca para el cambio o como la confirmación de la impotencia”.

La Semar ha ocultado
acciones en Guerrero

El detallado reporte del GIEI hace hincapié en actividades de las cuales la Marina no había informado y que apenas ahora se conocen, como detenciones y traslados en helicópteros de la Semar de los detenidos a sedes de Ciudad de México.
En 2014 tuvo actividades en Guerrero desde el 28 de septiembre con grupos tácticos; actividades desde el 18 de octubre en Cocula, y en el basurero de ese lugar el día 27 del mismo mes, así como actividades en el río San Juan desde el 27 de octubre de 2014.
Ahora se sabe que la Semar realizó un traslado de buzos y tuvo una intervención en el río San Juan el 28 de octubre de 2014, un día antes de que oficialmente fuera “encontrada la bolsa” con presuntos restos de los normalistas. Además, hubo detenciones en instalaciones de la Marina, con torturas a varios detenidos. Lo más grave es que ha salido a la luz información sobre personas cuyo paradero supuestamente se desconoce y de personas muertas o ejecutadas durante sus operativos.
La Semar, se apunta en el documento, “no solo realizó seguridad perimetral como señala, sino que participó en varios operativos y tuvo un papel importante en acciones en las que se basó la construcción de la llamada ‘verdad histórica’, como interrogatorios de detenidos en instalaciones de la Marina y labores de la unidad de inteligencia en la región de Iguala, Cocula y Coatepec de los Costales”.
El GIEI plantea que toda la información con la que contaron u obtuvieron los diversos grupos de la Marina –a través de drones, de medios técnicos telefónicos y de mensajes, e información documental– sea “puesta a disposición de manera integral en la investigación”. Ésta, junto con la que ya se recogió en los archivos por parte del GIEI y de la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia para el caso Ayotzinapa (Covaj), “debe incorporarse de manera total a la investigación, pues permite comprobar algunos aspectos hasta ahora desconocidos de la participación de la Marina en distintas acciones”.

A Julio César pudieron
haberlo dejado en Taxco

El otro tema del que el GIEI reporta datos inéditos, es el lugar en donde se encontró el cuerpo de Julio César Mondragón, uno de los tres alumnos de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa que fueron asesinados entre el 26 y el 27 de septiembre de 2014. Los otros dos fueron Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava.
El homicidio de Mondragón adquirió notoriedad porque se filtraron dos fotografías explícitas de su cadáver con evidentes señales de tortura. Luego la necropsia confirmaría que el joven mexiquense de 23 años había sido desollado vivo. Además, porque le robaron su celular y al hacer el rastreo de las últimas llamadas se descubrió que alguien había estado usando ese teléfono hasta abril de 2015, y las huellas llevaban a la oficina del Cisen en Ciudad de México y a un campo de golf del Campo Militar número 1.
De acuerdo con la versión oficial, el cuerpo de Mondragón fue ubicado por el 41 Batallón de Infantería en la zona industrial Iguala gracias a una llamada anónima.
Pero, documentos y declaraciones del 27 Batallón de Infantería señalan que fue éste el que llegó al lugar donde yacía mutilado y sin vida Julio César.
Por si fuera poco, ahora se cuenta con otro documento según el cual fue la 35 Zona Militar la que halló en Mexcaltepec, municipio de Taxco, el cadáver del joven; esta información fue sustentada, incluso, con las dos mismas imágenes que circularon en internet.
En resumen, puntualiza el informe, “existen contradicciones sobre la hora y las autoridades que llegaron, que se muestran al menos en tres documentos de Sedena”. Se desconoce cuál sería la finalidad de que existan distintas versiones sobre este hecho.

“Estamos arañando la
verdad a cada rato”

El GIEI fue creado como coadyuvante en la investigación del caso Ayotzinapa por parte de las madres y padres de 43 estudiantes víctimas de desaparición forzada, además de los tres que fueron asesinados, durante la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala.
En sus inicios, el grupo estuvo conformado por cinco investigadores que comenzaron su trabajo en el caso Ayotzinapa en marzo de 2015, medio año después de los violentos hechos en Iguala: Ángela Buitrago y Alejandro Valencia, de Colombia; Claudia Paz y Paz, de Guatemala; Carlos Beristain, de España, y Francisco Cox, de Chile.
Luego de experimentar numerosas presiones, desgaste e impotencia, pasando por un periodo de ausencia en México durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, sólo dos de ellos llegaron hasta lo que parece ser el final de este grupo multinacional que ha sido motor y empuje de la búsqueda de la verdad y la justicia.
No se van porque quieren, han dicho, sino –confió en otro momento un Carlos Beristain triste aunque resignado a no poder seguir avanzando en la investigación– porque “hemos trabajado hasta el límite. No nos han dado la información solicitada, nos mienten, ya no tenemos más con que seguir trabajando. ¿Por qué se miente? Estamos arañando la verdad a cada rato”.
A pesar suyo y, sobre todo, de las madres y padres de los estudiantes desaparecidos, el GIEI se retira del caso Ayotzinapa y ya no extenderá el plazo de su misión en México.
El experto español lo enfatizó al lado de su colega colombiana este martes en el Centro Cultural Tlatelolco, donde hablaron de los últimos “hallazgos, avances, obstáculos y pendientes” sobre el caso.
Visiblemente conmovidos –“nos duele, estamos tristes, nos cuesta hablar”, admitió Beristain en el CCUT– manifestaron su frustración por no poder seguir avanzando. “Hemos llegado hasta el límite con lo que tenemos y con lo que podemos”.

Voluntad política vs
regateo de información

En su VI Informe Ayotzinapa, los investigadores internacionales reconocen que la voluntad política ha sido “determinante” en la creación de nuevos mecanismos, como la fiscalía especial o la comisión de la verdad del caso, la convocatoria al GIEI mismo, “y la respuesta positiva” por parte del presidente Andrés Manuel López Obrador a la demanda del grupo de expertos y de los familiares de las víctimas para la apertura de archivos militares u otras gestiones clave frente altas autoridades del Ejército o la Marina, principalmente.
No obstante, advierten, esta voluntad “se da en un contexto político más amplio”, en el que los debates sobre la seguridad y el rol que juega en este sexenio el Ejército, así como “el nivel de cooptación de parte del aparato del Estado” y las violaciones de derechos humanos –por ejemplo, las más de cien mil personas desaparecidas en todo el país–, “muestran el enorme impacto de la violencia y la llamada guerra contra el narcotráfico, y condicionan también las respuestas institucionales y sociales”.
Para el GIEI, la voluntad política debería llevar “al apego irrestricto de las decisiones políticas de entregar toda la información, cosa que no se ha dado hasta el momento”.
El informe insiste en la importancia de “llegar hasta el final en el esclarecimiento de la verdad, proveyendo toda la información que aún hoy no es accesible y no ha sido proporcionada”.
Es fundamental, remarca el GIEI, “que la mentira no se institucionalice

como forma de respuesta frente a preguntas o realidades que se consideran incómodas”. Se necesita “una total apertura de las instituciones del Estado”.
La negativa de los mandos de Sedena a proporcionar la información de la que se conoce sólo algunas partes y que resulta determinante, “muestra la defensa de una concepción institucional corporativa en lugar de una perspectiva crítica respecto a una manera de entender el papel del poder militar que ayude a la construcción de la democracia”.

Las respuestas de
los militares

El VI Informe Ayotzinapa dedica espacio a explicar cómo elementos de la Defensa Nacional han adecuado sus declaraciones, “que cambian según revelaciones del GIEI o avance de investigaciones”.
Por ejemplo, el Ejército tuvo seguimiento, conoció antes y tuvo interceptaciones de comunicaciones en el momento de los hechos y días posteriores, pero no hizo nada por rescatarlos. “Militares están en más lugares de los que reconocen en su versión y ocultan información clave de forma intencional en declaraciones”.
Sin embargo, “el 27 Batallón y Sedena señalan que no se tenía conocimiento, capacidad o deber de actuación”, aunque supieron “lo que estaba pasando mientras estaba pasando”, y a pesar de “tener competencia por disparos y delincuencia organizada, conocer el nivel de cooptación de autoridades de Iguala y saber quiénes eran los estudiantes, estar en los lugares donde ocurrieron los hechos, viendo por lo menos lo que estaban haciendo y los ataques de que fueron objeto en tiempo real”.
No sólo eso. Mandos del 27 y del 41 batallones de infantería y de Apaxtla “tienen lazos previos de colaboración, corrupción” y antecedentes de permitir operaciones de Guerreros Unidos, recuerda el GIEI y aprovecha para recordar que “escuchas de Chicago” implicaron a mandos militares.
Por otro lado, la Sedena “niega tener información sobre lo sucedido a través de seguimiento y monitoreos telefónicos e investigaciones que llevaron a cabo, que nunca fueron puestas a disposición de la investigación de los hechos o del paradero de los estudiantes”.
Dicha información se descubrió siete años después “por la petición del GIEI de acceder a los archivos militares y la voluntad presidencial de llevar a cabo esa apertura”, pero fue entregada en forma parcial “y otra parte de ella se sigue ocultando o negando en la actualidad. No hay cumplimiento de las órdenes ni consecuencias conocidas hasta ahora por ello”, menciona el informe.
Resalta que existe documentación revisada que muestra “el nivel de coordinación de la información entre el 27 Batallón, la 35 Zona Militar, la IX Región y el DN1 “sobre lo sucedido esa noche. Existen numerosos documentos de inteligencia cuya existencia se niega a pesar de la evidencia, y no se proporcionan en respuestas al GIEI, la Covaj y la Unidad Especial de Investigación para el Caso Ayotzinapa (UEILCA)”.

“No es un punto final”

En su última parte, el VI Informe Ayotzinapa indica que “el conjunto de las evidencias” que ha encontrado el GIEI “marca el camino a seguir en las investigaciones con la participación de las víctimas, representantes e instituciones”.
Y si bien es una despedida, “no es un punto final, porque la búsqueda de los desaparecidos, la verdad y la justicia sigue todavía su camino”.
Pese a las limitaciones de la investigación del caso, “que bloquean al GIEI poder seguir el trabajo, los logros han sido muchos y han sido impulsados por la persistencia de los familiares”, como la reactivación de las órdenes de captura contra el personal del 27 y del 41 batallones de infantería, o la captura efectiva del anterior fiscal de SEIDO, que estaba prófugo. Estos avances son “motivo de esperanza de que se seguirá el camino trazado en la investigación y un cumplimiento de las demandas de justicia”.
Para los expertos internacionales, el punto principal de sus informes y del trabajo realizado “han sido las víctimas y familiares”, de quienes se ganaron su confianza.
Lejos ha quedado el día en que “doña Mari” pidió la palabra y les dijo: “Saquen todo lo que tengan, no se queden con nada”. Así hicieron.
“Hemos conocido los nombres de los jóvenes desaparecidos o muertos a través del relato de sus familias, y hemos imaginado su sufrimiento también en los relatos del horror de los que hemos sido testigos, de las historias de desprecio por la vida que tejen de tanta manera la investigación.
“También hemos sido testigos del impulso de los representantes legales y acompañantes que han ayudado a sostener esta lucha. A todos ellos nuestro agradecimiento, por parte de todos los miembros del GIEI, antes y ahora”.
Finalmente, hacen un reconocimiento a las familias de los 43 y las otras víctimas del caso Ayotzinapa, a su “enorme coraje” y cómo han hecho que el amor por sus hijos “sea ahora también parte de una conciencia en México y en el mundo, por los derechos humanos y la búsqueda de los desaparecidos. ¡Gracias papás, mamás, y familiares!”.

Ángela Buitrago tiene la esperanza de que se consiga la información que falta de Ayotzinapa

Guillermo Rivera

El Sur / Ciudad de México

“Tengo la esperanza de que este año se pueda conseguir la información” restante sobre el caso Ayotzinapa, dice la doctora en derecho Ángela María Buitrago, integrante del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) que investiga la desaparición forzada de 43 estudiantes normalistas ocurrida el 26 y 27 de septiembre de 2014 en Iguala. “Tenemos la esperanza de que este año sea definitivo”, enfatiza. Y por eso también cree, afirma, que las instituciones, entre ellas el Ejército Mexicano, “pueden ayudarnos a conseguir la información que falta”.
En entrevista con El Sur, Buitrago analiza los retos que enfrentará en 2023 lo que queda del grupo de especialistas internacionales creado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para contribuir en el esclarecimiento del caso: en octubre del año pasado se anunció que sólo Buitrago y el doctor en psicología de origen español Carlos Beristain continuarían con la investigación, luego de que en su último reporte –difundido ese mes– dieran a conocer las irregularidades detectadas en decenas de capturas de Whatsapp que presentó como pruebas la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa (Covaj), liderada por Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración de la Secretaría de Gobernación.
–¿Qué avance en información esperarían después tantos años de investigación?
–Consideramos que avances ha habido. Es un tema importante que anotar. Se han vencido algunos de los rezagos en donde había quedado la investigación. En los últimos años ha habido un esfuerzo fuerte, precisamente para limpiarla de todo lo que no era cierto. Se requiere, de todos modos, encontrar otros documentos y otras informaciones que podrían brindar mayor ayuda, pero sabiendo lo que no es cierto.
No existe evidencia que “garatice la originalidad” de las capturas de pantalla de los mensajes de Whatsaap, determinó el GIEI en su última conferencia pública, lo que provocó que organizaciones defensoras de derechos humanos cuestionaran la rigurosidad de la investigación oficial.
“Conociendo que hay una información adicional (de las instituciones sobre el caso), nos toca seguir insistiendo en ella”, añade la experta colombiana.
–¿Creen que la Secretaría de la Defensa Nacional y otras instituciones entregarán más información?
–Seguiremos insistiendo en que nos envíen información. Tengo la esperanza de que así será, porque ya hemos completado una lista de lo que falta y la hemos enviado. Nos han enviado información, también el Ejército. Así que el tema es que también hemos contado con información, demorada, lenta, por una serie de razones expuestas, y esperamos que sigan colaborando con entregar más documentación. Por eso tenemos la esperanza de que este año sea definitivo. Sabemos que ese es un proceso. Un proceso que empezó a darse con la voluntad del presidente actual (Andrés Manuel López Obrador), pues ordenó la entrega de información. Se ha hecho, pero falta. Se seguirá insistiendo. Y esperamos que la entreguen en este año. Todas las voluntades se juntan para eso. Así que vamos a ver si sí es definitivo.

Compromiso, esfuerzo,
Sacrificio

Luego de más de ocho años en la investigación independiente de uno de los casos emblemáticos del siglo, donde las propias instituciones han reconocido la participación del Estado en la desaparición de los 43 normalistas, Buitrago comparte que el caso Ayotzinapa ha representado “un compromiso, un esfuerzo y un sacrificio”.
Lo anterior, explica, “en términos de poder ir a lugares innaccesibles, generar trabajo en torno a entender la situación. Ha sido un compromiso conjunto de equipo, en torno a una medida cautelar que decretó la CIDH.
“Ese es un punto importante que destacar, que la CIDH decretó la medida cautelar con base en una petición del gobierno (mexicano) en ese momento, también de nuestra actuación en estos años. Y, sobre ese supuesto, la decisión de los padres de que sigan siendo acompañados por el grupo, y que sigamos trabajando en pos de tratar de hallar la verdad. Así que reitero que significa un tiempo de esfuerzo, dedicación, compromiso. Y sin lugar a dudas, una decisión de seguir trabajando por el caso.
–¿Qué otras instituciones se esperaría que participaran en los esfuerzos de la investigación?
–Por orden del presidente se abrieron todos los archivos de todas las instituciones. Cualquier documento que tengan es bienvenido para ir profundizando y mirando todos los aspectos que faltan dentro de esta investigación. Hemos obtenido muchísima información documental. Se han abierto las puertas de todas las instituciones y con la orden presidencial hemos podido ingresar a los archivos de la Guardia Nacional, Centro Nacional de Inteligencia, Secretaría de Marina, Secretaría de la Defensa Nacional, etcétera (…) no podemos desconocer estos hechos. Por eso debemos seguir insistiendo en que quien tenga más información y pueda encontrar más información, la entregue a la investigación, porque esos documentos sobre lo que se recepcionó, lo que se dijo, lo que se oyó, es fundamental.
–¿Están satisfechos con lo que han conseguido?
–Satisfechos no está uno nunca en términos informativos cuando falta información. Sí estoy satisfecha de que se haya roto un cierre y un candado desde hace algunos años, con lo que se obtuvo información que nunca se hubiera sabido si no es por eso. En eso sí. Pero también soy consciente y lo hemos dicho en todos los informes, que hay información que falta.

Las familias, “al principio,
en medio y al final”

La abogada colombiana destaca el papel de madres y padres de los normalistas desaparecidos. Las familias, indica, están “al principio, en medio y al final” del caso y en las indagaciones que se han realizado.
“Las directas víctimas de todo este asunto”, dice, son ellos, “que han vivido ocho años de no saber dónde están sus hijos. Y sobre esos supuestos también han tenido la dignidad suficiente, la fuerza suficiente para seguir avanzando en procesos en que se abre la puerta a que, nuevamente, la institucionalidad genere confianza” para poder obtener los resultados.
Ellos “han sufrido en carne propia el tema de la desaparición de sus hijos y sobre esa base cualquier cosa externa, mientras no sepan dónde está el paradero de sus hijos, qué pasó con ellos, los va a seguir afectando”.
–Todo va encaminado hacia esclarecer la verdad a las familias.
–El tema del caso, en particular, y la existencia del GIEI se justifica por los padres (…) se merecen una respuesta completa, apropiada y real sobre lo que pudo haber pasado con sus hijos. Los padres, de principio a fin, son los afectados directos, y sus familias también son víctimas de toda la violencia que surgió el 26 y el 27, y desde luego, posterior a los hechos, cuando sea crean documentos falsos, se dicen cosas que no son. O sea, la violencia es un medio donde se siguen desenvolviendo todos estos elementos a través de lo que descubrimos: que la investigación se hizo con tortura y que todo eso llevó a la anulación de las causas (penales).
–¿Es este el reto más importante de sus carreras como expertos?
–Yo he contado con la oportunidad de tener en otros países, también en mi país, otros retos, que significan tener a la víctima en medio. Todos, dentro de su densidad, son retos muy importantes. Temas que tienen que ver con víctimas en grandes violaciones de derechos humanos, son muy importantes. Lo que sí diría es que el cariño y afecto, el haber compartido con los padres del caso Ayotzinapa de manera permanente, nos hace mucho más cercanos en ese dolor y esa tristeza.
Esa base en todos los retos de graves violaciones tiene la misma densidad y el mismo crompromiso, expone Buitrago, sin embargo, “el caso Ayotzinapa tiene componentes que lo hacen especial y, desde ese punto de vista, pues genera una mayor aproximación al sufrimiento de las víctimas. Hablo de la naturaleza del caso, el ataque a jóvenes que apenas están comenzando a vivir la vida. Muchachos de 24 años en su mayoría, que tenían la esperanza de construir un futuro mejor y que no pudieron llegar a hacerlo, sobre todo los tres casos de los muchachos cuyas partes de sus restos hemos encontrado”.
Concluye Buitrago: “Así que esto lo hace muy especial. En el sentido de entender las particularidades de la fuerza de la violencia, de la falta de piedad, y de tratarse de personas tan jóvenes en las que sus familias habían puesto todas las esperanzas y habían puesto, además, todo el esfuerzo para que tuvieran un futuro mejor”.