Exigen justicia para los desaparecidos de la guerra sucia en mesa de la Comisión para la Verdad

Familiares de víctimas de graves violaciones a los derechos humanos y desaparecidos, ayer en el Diálogo por la Verdad Guerrero en el auditorio del CREA en Chilpancingo Foto: Jessica Torres Barrera

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

La Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos cometidos de 1965 a 1990 (Comisión para la Verdad), instaló ayer la mesa Diálogos por la Verdad, para recibir testimonios de las víctimas de la violencia durante la llamada guerra sucia.
El encuentro que continuará este sábado, se realiza en el auditorio de la Unidad Deportiva, (antes CREA) de Chilpancingo, con la participación de unos 15 colectivos y más de 200 víctimas o familiares de estas.
Al presentar sus testimonios, los ex integrantes de la guerrilla de Genaro Vázquez, Arturo Miranda Ramírez y de Lucio Cabañas, Nicomedes Fuentes García, exigieron justicia para las víctimas, la presentación de los desaparecidos vivos o muertos, reivindicación de las víctimas como hombres y mujeres honestas y no como criminales; que aparezcan en memoriales, en plazas públicas u obeliscos, así como la reparación integral del daño.
El director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña, (Tlachinollan) e integrante de la Comisión para la Verdad, Abel Barrera expuso que este es el primer diálogo por la verdad.
“Para nosotros son ustedes la fuerza del trabajo de la Comisión de la Verdad, no tiene sentido sin su presencia, sin sus testimonios y sin su lucha”, les dijo a las víctimas que llenaron el auditorio.
Agregó que los integrantes de la Comisión, (que integran también David Fernández, Eugenia Allier y Carlos Pérez Ricart, quienes estuvieron presentes), quieren reconstruir la historia de la represión de esa época con los rostros, testimonios, demandas, exigencias y los sueños de una sociedad justa.
Agregó que por ello trabajarán “mano con mano”, con los colectivos, familiares de las víctimas y sobrevivientes.
Algunos de los sobrevivientes y familiares de víctimas que presentaron sus testimonios fueron Pablo Cabañas, hermano del guerrillero Lucio Cabañas, así como Guillermina Cabañas Alvarado y Erasmo Cabañas Tavares, primos del guerrillero.
También el ex integrante de la guerrilla de Genaro Vázquez Rojas, Arturo Miranda Ramírez y el ex integrante de la guerrilla de Lucio Cabañas, Nicomedes Fuentes García, ex integrante de la Converdad.
También asistió una comisión de vecinos de Tlaxcalixtlahuaca, municipio de San Luis Acatlán, encabezada por el presidente del comisariado ejidal Onésimo Sánchez Rentería. Esa localidad de la Costa Chica fue víctima de la represión en 1970, después de que alojó al guerrillero Genaro Vázquez Rojas.
Otros que presentaron sus historias fueron Humberto Galeana, hermano de Eleno Galeana Vásquez, desaparecido por el Ejército en 1974, Margarita Serafín Reyes, hermana de Marcelino Serafín, desaparecido el 2 de febrero de 1971, y Donaciano Mesino Lezma, hermano de Ernesto Mesino Lezma desaparecido el 20 de marzo de 1974.
Estuvieron, además, María Hernández Pérez, sobrina de la desaparecida Victoria Hernández Brito, y Anita Estrada Ramírez, hermana de los universitarios desaparecidos en la década de los setentas Domingo y Teresa Estrada Ramírez.
“Queremos decirles –les dijo Barrera Hernández- que esta política de exterminio no puede repodrirse en el presente, sabemos que con sus manos y su sabiduría, su fuerza y su coraje, están exigiendo que no se olvide este capítulo lleno de agravios, sangre y lágrimas”.

Que se les reconozca como luchadores sociales: Arturo Miranda

Arturo Miranda después de que narró las masacres que se vivieron en Guerrero desde la década de 1960, dijo que éstas incitaron a Lucio y a Genaro a participar en la guerrilla, “no fue porque ellos no tuvieran otra cosa que hacer”, sino porque estaban convencidos que ante tanta violencia no quedaba otro recurso que la fuerza revolucionaria.
“Por esa razón, consideramos que es de justicia que a todos nuestros desaparecidos los presenten vivos o muertos, pero que los familiares sepamos dónde quedaron o qué fue de ellos”.
Agregó que las torturas, asesinatos, la violación de los derechos constitucionales, los crímenes de lesa humanidad y los juicos sumarios no fueron cometidos por quienes participaron en el movimiento, sino por los criminales que los perseguían entonces.
Dijo que por eso no están de acuerdo que los militares que cayeron en las emboscadas, les den el mismo trato que a los muertos “nuestros”, (como lo propone el secretario de la Sedena Cresencio Sandoval) “porque (los militares) andaban en defensa de una oligarquía gobernante, parásita y criminal y nosotros defendíamos a nuestro pueblo porque queríamos una patria nueva, como decían Genaro y Lucio”.
Agregó que la lucha de éstos era justa y legal, “por lo tanto, si hay que recordar a nuestros compañeros obliguemos a las actuales autoridades para que se les reconozca como verdaderos luchadores sociales, merecen todo nuestro respeto y que en la memoria social y en la histórica, aparezcan en los libros de texto como hombres honestos y no como los criminales como nos llamaron y nos trataban”.
Miranda Ramírez propuso que las víctimas de esta etapa de Guerrero aparezcan “con respeto y honor” en memoriales, en plazas públicas o en obeliscos, “si no, van a quedar en el olvido todos nuestros familiares y compañeros con ese estigma de que eran criminales y que por eso murieron y por eso los desaparecieron, y no puede ser así”.
El ahora académico de la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG), agregó que su propuesta es para que cuando las nuevas generaciones pasen por esos memoriales sepan que esos jóvenes, esos desaparecidos o asesinados, dieron la vida para que estas nuevas generaciones no vuelvan a sufrir las masacres, la represión y la violación sistemática de los derechos humanos.
El también integrante de la Asociación Cívica Nacional Revolucionaria (ACNR) que fundó Genaro Vázquez, dijo que los sobrevivientes y los familiares de las víctimas tienen derecho a la paz, a la justicia, a la verdad, a la reparación del daño.
Sin embargo, aclaró que “no estamos pidiendo compasión o consideración para que se diga: pobrecitos, los mataron, pobrecitos los desaparecieron, estamos luchando por justicia y verdad. Estamos luchando porque se generen leyes que pongan un alto a esta clase de gobiernos criminales que tuvimos, estamos exigiendo que se castigue a los responsables de estos crímenes”.

Critica que no se avanza en el proceso de verdad y justicia

Criticó que no es posible que en África, al sur Asia, o en América Latina, donde también sufrieron la contrainsurgencia imperialista norteamericana, en muchos países ya hicieron su proceso de verdad y justicia y llevaron a muchos militares a las cárceles, “y en este país que supuestamente es muy democrático todavía no se avanza”.
Miranda Ramírez denunció que aquí estamos retrasados con más de 30 años en comparación con otros países que ya llevaron a juico a los militares criminales.
Aclaró que no buscan venganza, “aunque el dolor que nos causaron sería para la venganza también, pero tenemos que ser diferentes a los criminales y actuar con justicia y legalidad”.
Por su parte Nicomedes Fuentes García ex integrante de la guerrilla de Lucio Cabañas y ex integrante de la Comisión de la Verdad (Converdad), dijo que se espera que este (el trabajo de la Comisión para la Verdad) sea el jalón o el espacio “donde podamos terminar con la impunidad y que finalmente haya justicia, verdad, que haya reparación integral del daño y medidas de no repetición”.
También, que sirva para el rescate de la memoria histórica “que es necesario para que las nuevas generaciones tengan presente que esto fue parte de su historia y que deben luchar para que memorias de esta naturaleza no se repitan”.

“Se necesita una nueva narrativa”, considera Abel Barrera

En declaraciones en un receso de la jornada, el director de Tlachinollan dijo que los testimonios de las victimas servirán para elaborar un informe que dé cuenta de los hechos que ocurrieron de 1975 a 1990, que se denomina como parte de la guerra sucia.
Explicó que este será un informe cuyo compromiso sea esclarecer los hechos; “sabemos que ya hay muchas investigaciones que se han dado a nivel académico y regional, como lo que hizo la Fiscalía Especial para los Movimientos Políticos del Pasado (Femosp), la CNDH y la Converdad, pero ahora se busca que se tome en cuenta todo ese trabajo, y además recuperar historias regionales o casos que no han sido contemplados.
“Uno de los objetivos es que haya audiencias públicas para escuchar a las víctimas”, argumentó.
Explicó que una tarea de la Comisión, aparte de hacer la de investigación de las graves violaciones a los derechos humanos, es generar espacios de diálogo; escuchar, generar intercambio de testimonios y registro de sus historias, para que no se corra el riesgo de elaborar un informe demasiado académico o rigoroso en términos de una investigación, y sin que esté avalado y nutrido de los testimonios de las víctimas.
De lo que se trata según Abel Barrera, es poner en el centro a las víctimas, reivindicar su palabra y su lucha, “porque sabemos que está estigmatizada la lucha del guerrillero, se les ha tratado como forajidos, como secuestradores, como robavacas y todavía hay un imaginario colectivo de que son parte de los maleantes”.
Entonces lo que se busca, explicó el defensor de derechos humanos, es reivindicarles y darles un lugar dentro de la sociedad “y dignificar la trayectoria de estos héroes; Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, que no sean estigmatizados, sino que sean reconocidos como lo es ahora Vicente Guerrero”.
El director de Tlachinollan declaró que se necesita una nueva narrativa de lo que fueron los hechos que se suscitaron en esta época en Guerrero “porque queda más la versión del gobierno y no queda la versión de las familias, saber por qué se fueron al cerro, no se fueron porque no tenían que hacer, se fueron por la represión, hay un origen, una causa; la persecución, la represión, la pobreza, el cacicazgo, el despojo y por el hecho de que no hubiera espacios para establecer una relación con las autoridades”, planteó.

 

Guillermina Cabañas vio cuando se llevaron a su sobrino; aprendió a disparar y se unió a la guerrilla

Guillermina Cabañas Alvarado, prima del líder guerrillero Lucio Cabañas platica su testimonio de la represión de la guerra sucia, ayer en Chilpancingo Foto: Tlachinollan

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

Guillermina Cabañas Alvarado afinó su puntería disparándole primero a las calabazas, y cuando estuvo preparada entró a la guerrilla de su primo Lucio Cabañas obligada por la represión que en la década de 1970 sufría la familia del líder guerrillero.
El testimonio de Guillermina fue uno de los que recibió ayer la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de las Violaciones Graves a los Derechos Humanos Cometidas de 1965 a 1990 (Comisión para la Verdad), durante el Dialogo por la Verdad.
Ahora de 74 años, la ex guerrillera originaria de San Juan de las Flores, municipio de Atoyac, contó que en ese pueblo la represión más fuerte se vivió entre 1970 y 1972 cuando fue ocupado por los militares.
Entonces había señalamientos contra los familiares del guerrillero Cabañas Barrientos y los militares llegaban a los pueblos y sacaban a la gente a la cancha de básquetbol, y quienes no se apellidaban Cabañas los ponían a un lado y los que sí en otro.
Muy jovencita entonces, Guillermina vio cuando militares se llevaron a su sobrino Antolín Cabañas Fierro, después a Joaquín Cabañas.
“Se sentía mucha impotencia, mucho coraje, no podíamos hacer nada ante las fuerzas armadas”, contó Guillermina, para entonces ya tenía desaparecido a su hermano Humberto y era ella quien lo buscaba.
Dijo que la mayoría de su familia, incluidos sus padres, salieron desplazados para Acapulco y ella se quedó al frente de los trabajos que le correspondían a su papá, pero también, por eso, fue hostigada por la misma gente del pueblo y empezaron a amenazarla.
De eso se enteró Lucio, quien le mandó una carta en la que le decía que se preparara para salir, antes le mandó a unas personas para que le enseñaran a usar armas.
“Yo le tenía miedo a las pistolas, sentía que me iban a explotar en la cara, pero de tanto y tanto me pusieron a prueba con una calabaza a 100 metros y hasta que le pegué me sentí segura”, contó.
Entonces le mandó avisar a sus padres que se iba a la guerrilla porque se estaban llevando a la familia Cabañas, “y no podemos hacer nada”.
Recordó que sus padres lloraron: “No te puedes ir, allá hay puros hombres, te van a tener de cocinera y no sabemos que más vaya a pasar”, le objetaron.
Pero Guillermina insistió, les dijo que prefería irse a que la agarraran con las manos cruzadas, “me tengo que defender, además yo coincido con las ideas de Lucio”, les insistió y se fue.

Dificultades en la sierra

Contó que el primer mes la acompañó su hermano Silvestre para constatar que ahí (en la guerrilla) había respeto.
“Tuve que estar aprendiendo las reglas, los trabajos se hacían parejo por hombres y mujeres. Los hombres tenían que aprender a hacer tortillas, lavar su ropa e igual las mujeres tenían que arrimar leña y los alimentos que se llevaban de otros pueblos”.
En los primeros días Guillermina se dio cuenta de que la vida en la sierra no era como la había imaginado, en el tiempo de lluvias dormían con la ropa mojada y con las botas puestas.
“A veces no podíamos ni prender la lumbre para preparar café o hacer la comida”, y dijo que lo peor fue cuando los militares los bloquearon y no los dejaban pasar alimentos ni pastillas para los enfermos.
Vio a compañeros que les llegaron a picar alacranes o animales ponzoñosos y no tenían antibióticos, ni pastillas para curarse.
Recordó una anécdota: Un día se le prendió una garrapata de las conocidas como del tigre en la entrepierna y le tuvieron que sacar la cabecita con un cuchillo, y la herida se infectó porque no había antibióticos, sólo se lavaba con jabón o con hojas de yerbas que creía eran curativas.
Además por el bloqueo del Ejército cuando no tenían suficiente comida comían raíces, una de ellas la oreja de burro que hervían para ablandarla.
En una ocasión cuando estaban en Los Piloncillos, no tenian alimentos y comieron cola de león que crece cerca de los arroyos. Contó que hervían el camote y en las noches no aguantaban los dolores de estómago por el frío, o porque lo que comían no era suficiente.
“Pasábamos hambre, frio, dolores, calores, diarreas.
Añadió que por esos días subieron unos médicos a apoyarlos y ella aprovechó para acompañarlos a las comunidades para dar consultas y aprendió a inyectar, poner suero, entablillar y a curar las heridas.
Después, cuando algún compañero se enfermaba ella estaba al pendiente de ellos.
Cuando los médicos se fueron le dejaron a su esposo el directorio para saber cómo se aplicaban las medicinas y los antibióticos, y mientras él daba las consultas ella era la enfermera, así apoyaban a las comunidades y los pobladores, a cambio, les daban huevos, frijol, maíz, a veces pollo que se repartían de a pedacitos.
Recordó que a finales de 1973 salió embarazada y se preocupó porque le daba hambre y no había qué comer, a tal grado que cuando le daba vómito lo que arrojaba era espuma.
Recordó que un compañero cercano a Lucio era “muy bondadoso” con ella y cuando salía de comisión pedía en las comunidades comida para llevarle.
Un día llegó y le dijo: “me da pena Hortensia (así la conocían en el grupo) te traje un pan pero viene bien mojado en mi morral, nos llovió y no sé si te lo quieras comer así. Vio que el pan lo llevaba envuelto en hojas verdes; “el hambre es canija, dámelo”, le respondió.
En otra ocasión se enfermó de gripa, tos y temperatura, mero cuando les avisaron que tenían que irse porque se acercaban los soldados.
Para salir tenían que cruzar un río y su esposo tuvo que cargarla para que no se mojara, pero a medio arroyo resbaló y cayeron los dos quedando totalmente empapada. Ambos tuvieron que seguir mojados porque no llevaban más ropa debido a que habían dejado sus mochilas para avanzar más rápido.
La empapada le agravó el dolor de cabeza, la temperatura y hasta quedó sorda.
Sonriente y divertida, contó que se hizo unos calzones de manta con las bolsas de arroz y a su esposo unos calzoncillos, y a éstos le quedaron el letrero de: “suprema” (la marca del arroz).
Dijo que en broma le pidió a su esposo: “no los vayas a tirar, guárdalos, porque ese calzoncillo va a ir a dar al Castillo de Chapultepec cuando termine esto (la guerrilla), pero en el primer arroyo los tiró y ella se enojó; “porque tenía historia ese calzón”, dijo ayer sonriente, contagiando al público.
El 14 de agosto de 1974, cuando tenía cinco meses de embarazo, Lucio le dijo que tenía que salir de la sierra porque ya era peligroso que enduviera en el monte.
De camino a Acapulco por el monte, una noche se cayó de la hamaca y rodó unos dos metros y su embarazo se le complicó, la tuvieron que sacar rápido, pues ya no podía aguantar más.
Explico que esa vez desbarató una bolsa de manta y se hizo una venda larga con la que se envolvió para avanzar más rápido porque ya para entonces los caminos estaban llenos de militares.
Otras parejas aprovecharon para salir con ellos y hubo lugares que atravesaban “como Tarzán, porque no podíamos ir por el camino, teníamos que ir rompiendo el monte para llegar donde pudiéramos dormir y al otro día seguir rumbo a Acapulco”.
Al final pudieron llegar “con muchos trabajos” a Acapulco, “desafiando los retenes y dando muchas vueltas”.
Explicó que en Acapulco ya tenian un lugar convenido donde se iban a reunir todos los que habían salido.
Informó que llegaron todos, y se abrazaron, rieron, lloraron y se despidieron, cada quien le dio por su rumbo, pero días después se iban enterando “que a fulano lo agarraron, y al otro también”.
Una de las que detuvo el Ejército días después fue Migue, a quien Guillermina dijo que quiso mucho; “siempre anduve pegada a ella, nos queríamos mucho”, contó y dijo que, incluso, a una de sus hijas le puso Migue, en recuerdo a ella que sigue desparecida.