Muestra aún el barrio de La Guinea los estragos que dejó a su paso el huracán Otis

Ramón Gracida Gómez

La Guinea, uno de los barrios históricos de Acapulco, refleja aún los estragos del huracán Otis con casas derrumbadas, muros caídos y techos dañados que no han sido reparados después de más de tres meses, y testimonios de vecinos dan cuenta de la precarización después del meteoro.
Enclavado en un punto alto del centro del municipio, en el cerro de La Mira, este barrio histórico del municipio es un laberinto de callejones históricos y casas antiguas, que esconden la pobreza de sus habitantes, quienes padecieron los fuertes vientos del huracán categoría 5 y aún experimentan sus consecuencias.
Es el caso de Juan Pablo Atrisco, su esposa y sus dos hijas menores de edad que vivieron el Otis en otra casa y cuando regresaron a su hogar al día siguiente vieron que un muro del cuarto que es a su vez recámara, sala y cocina, se cayó y el techo de láminas voló hacia alguna parte que no ubican.
La cama está en un rincón y funge también como sala, y la pared pudo haber caído encima de ellos si hubieran estado ese día, resaltó la esposa de Juan. Otros vecinos, añadió, también salieron huyendo mientras arreciaba el huracán y se tenían que abrazar para que no se los llevara el viento.
Y es que la bahía se ve de frente, sin ningún edificio que tape la ventisca, lo que permite tener un momento fresco y no caluroso como en otras partes de Acapulco, que sufre el sol, aún más después de la pérdida de árboles a lo largo del municipio, sobre todo en las zonas cercanas al mar.
Juan Pablo ha reconstruido poco a poco su casa, pero enfatizó en diversas ocasiones durante la plática de ayer que el material es escaso y no ha podido completar su cometido, y en los días que llovió después del meteoro del 25 de octubre se volvieron a mojar sus pertenencias y todos los integrantes de la familia.
Juan Pablo agregó que otro problema que se añade a la falta de material es el cansancio que siente en su cuerpo porque tuvo o tiene dengue; lo adjudicó a que su casa aún sigue muy abierta sin una pared y algunas partes del techo siguen descubiertas: sin una intención de por medio, un cuadro se forma como una ventana para mirar la inmensidad del océano Pacífico.
El Sur recorrió algunas calles y andadores y se encontró con una operación policial que se llevó a cabo mientras trabajadores del Ayuntamiento de Acapulco avanzaban en su labor de prevención del mosquito del dengue, como parte de la campaña para reducir la incidencia que se percibe en la cantidad de enfermos.
Fue apenas el lunes pasado que la alcaldesa, Abelina López Rodríguez, recorrió esta zona del Acapulco Tradicional para dar inicio a la fumigación y abatización del mosquito que genera dengue; pero resulta difícil el control cuando el servicio de agua potable no llega.
La esposa de Juan Pablo ni se acordó cuánto tiempo llevan sin el servicio, sólo alcanzó a decir que son aproximadamente dos semanas.
Sin algún hecho violento reciente, el mote de zona insegura es perceptible en el andar por caminos estrechos y solitarios de los barrios históricos; sólo se pudo ver una pequeña tienda que reunía a vecinos para tomar una cerveza o platicar sobre los problemas que les aquejan, sentados bajo una sombra de una pequeña lona.
Un mural color azul, con unas figuras que dan la impresión de seres humanos y con un letrero que dicta Barrios La Guinea y Los Tepetates, ambos colindantes, muestra un intento de identidad de estos barrios históricos, renombrados por mantener la parte más antigua del Acapulco urbano.
En la calle Puebla, una vivienda destaca por su fachada antigua, el cuidador de la edificación dijo que por lo menos tiene 100 años, es conocida como La Iglesita, y sufrió algunos daños por el temblor de 2021. El adulto mayor sólo alcanzó a decir que se sintió fuerte el huracán Otis.
Las investigadoras del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), María Elisa Velázquez y Ethel Correa, sugieren en su ensayo Negros, morenos y chinos en Acapulco colonial: diversidad cultural y perspectivas de análisis, que posiblemente el barrio La Guinea deba su nombre a la Nueva Guinea, isla de Oceanía, en el contexto de tráfico de esclavos Filipinas-Acapulco en el periodo de la Colonia.
Juan Pablo prevé que la situación económica se puede complicar, él trabaja como prestador de servicios turísticos en playa Icacos; “ya le dije a mi mujer que aunque sea vamos a comer arroz y frijoles”. Acudió por sus 12 despensas y aún no recibe los enseres domésticos.
Juan Pablo calculó unos 15 minutos caminando desde su casa para llegar al Fortín Álvarez, almacén de pólvora construido a finales del siglo XVIII y escenario de la defensa de Acapulco en la segunda intervención francesa en 1863, por parte del general Diego Álvarez Benítez, hijo del general Juan Álvarez Hurtado.
El vecino del barrio de La Guinea afirmó que su hermano, ya difunto, tenía una de las tantas balas de cañón que aseguran tener vecinos de la zona, y señaló las piedras que pertenecen al camino original que conduce al Fortín, pero que en perspectiva sólo son una pequeña porción frente al cemento impuesto sobre el callejón.
Después de Otis, los callejones eran depósito de basura, láminas y árboles; en conjunto, autoridades y habitantes despejaron las vías peatonales en las primeras semanas, aunque todavía se ven apiladas las láminas y escombros de las casas afectadas.
Desde siempre, los vecinos de los barrios históricos queman su basura porque no hay recolección, Juan Pablo separa la que le prende fuego, principalmente papel, y lleva cerca del Ayuntamiento del Centro los botes de plástico que evita quemar.
Hubo poco movimiento de vecinos a mediodía de este miércoles, sólo unos cuantos adultos mayores se encontraban en su casa, resaltó una señora que veía la televisión sentada en un sillón y la puerta abierta; su vivienda es un rectángulo más largo que ancho, pero aún estrecho y con escasas pertenencias.
Cerca se encuentra la primaria donde acude una de las hijas de Juan Pablo, la escuela Felícitas V. Jiménez, en honor a la profesora tlixtleca fundadora de la escuela Ignacio Manuel Altamirano en 1906; alrededor hay unas de las tantas casas dañadas por el huracán Otis, una está totalmente derrumbada.

Juan Pablo Atrisco y su familia en su casa en la parte alta del barrio de La Guinea, la cual fue severamente dañada por el huracán Otis Foto: Carlos Carbajal