Hay “problemas económicos” pero la Loyola regresa a clases virtuales, asegura el rector

Ramón Gracida Gómez

El rector de la Universidad Loyola del Pacífico, Enrique Pasta Muñúzuri, declaró que la escuela tiene “problemas económicos”, una posible disminución de 15 por ciento en la matrícula y una reconstrucción aún en proceso, pero volverán a clases virtuales el 29 de enero y eventualmente serán presenciales.
En entrevista con El Sur, Pasta Muñúzuri reivindicó la vigencia del proyecto educativo jesuita en el municipio después del huracán Otis, porque aún resulta atractivo para las familias porteñas, además, que busca incidir en la sociedad y decenas de estudiantes de la Universidad Americana de Acapulco (UAA) ya buscan revalidar sus estudios en esta escuela, por lo que se espera mantener una matrícula similar a la del inicio del año escolar.
La Universidad Loyola del Pacífico fue inaugurada en agosto de 1992, con el fin de que “las familias no tuvieran que mandar a sus hijos a estudiar fuera, con el grave de riesgo de que se fueran y se quedaran afuera, y no regresara la gente preparada y educada a su terruño”, indicó Pasta Muñúzuri.
Transcurría el último año de gobierno de Francisco Ruiz Massieu, quien promovió la educación superior privada, cuando sólo existía la opción de estudiar este nivel en la Universidad Autónoma de Guerrero (UAG). En ese contexto, nacen dos de las universidades privadas más grandes del municipio, la Loyola y la UAA, esta última inició actividades en 1991, y hace unas semanas anunció su cierre por las afectaciones de Otis.
El proyecto inicial de la Loyola era una escuela de educación superior, pero los cambios tecnológicos y el aumento de la oferta educativa obligaron a extender la oferta a nivel preparatoria en 2007 y secundaria en 2018.
Las instalaciones se ubican en la colonia Cumbres Llano Largo, a donde se llega después de recorrer una parte de la avenida Escénica y luego de subir la avenida Heroico Colegio Militar. En el camino todavía hay muchos árboles caídos, que recuerdan a lo que fue una imagen generalizada en los primeros días después del huracán Otis.
“La Loyola se ha distinguido siempre y es uno de nuestros grandes atractivos, pues que estamos en una cañada llena de árboles, de vegetación. Entonces, se cayeron muchos árboles y las ramas y demás generaron un montón de basura”, contó el rector este viernes, 80 días después del impacto de Otis.
Su oficina luce ordenada, su escritorio, su librero, su mesa donde platicó con El Sur, junto con la coordinadora de Comunicación Institucional, Liliana Hernández. En general, todo el edificio no parece dañado, pero apenas fue rehabilitado la semana pasada.
En contraste, el edificio de enfrente, que alberga los salones de nivel licenciatura, concentra una gran parte de los daños. Se rompieron las ventanas y los salones aún están desordenados. Otros edificios más pequeños también resultaron severamente afectados y hasta donde había salones sólo queda el piso.
Pasta Muñúzuri, ingeniero civil de profesión, contó que los últimos pisos son los más afectados por el material que tenían, multipanel, “es un sandwich de lámina y lámina y poliestireno en medio. Muy económico, muy fácil de montar y como no teníamos mucho dinero hace 31 años, nosotros decidimos usarlo, en el comité que construyó la Loyola, yo con mi empresa constructora físicamente hice la chamba”.
La escuela tiene 550 estudiantes en los distintos niveles educativos y casi 100 trabajadores, una comunidad que respondió “positivamente” al huracán Otis, dijo Pasta Muñúzuri, porque muchos apoyaron en la limpieza durante los meses de noviembre y diciembre.
Varios trabajadores aún siguen despejando las áreas comunes, los salones, todo. El plan de reconstrucción va a comenzar con los edificios de secundaria y preparatoria, porque es más urgente que estén en un salón de clases, que un estudiante de universidad, que puede aguantar clases de forma remota, explicó el rector de la Loyola, que llegó al cargo en agosto de 2011, y vivió como todas las instituciones educativas, la adaptación de clases en línea por la pandemia.
Por ahora, los estudiantes tienen cursos virtuales para recuperar las clases que no hubo por Otis y el 29 de enero inicia el siguiente periodo. El plan es que en el transcurso del semestre se pueda transitar a una modalidad híbrida de clases, virtuales y presenciales, pero depende de los fondos que consiga la universidad.
Una iniciativa de egresados promueve la campaña 1000 x 1000, con lo que se pretende que cada persona aporte mil pesos para la reconstrucción; por su parte, las autoridades de la universidad van a buscar a empresas, por ejemplo, las propietarias dueñas de los hoteles, para convencerlos de “que la Loyola es una institución que debiera mantenerse viva en operación en Acapulco” y, por lo tanto, puedan aportar “algo”.
Se le mencionó el caso de la UAA, cuyos trabajadores protestan y los estudiantes buscan revalidar sus estudios. Pasta Muñúzuri se mostró empático con estas demandas y expuso que han recibido decenas de alumnos que buscan revalidar sus estudios en la Loyola, pero es la Secretaría de Educación Pública (SEP) la que finalmente va a decidir cuántas materias serán tomadas en cuenta como cursadas o no.
Dijo que la revalidación “sí es un problema, cuando cierras una universidad. Si la quieres cerrar correctamente, la tienes que cerrar en cuatro, cinco años, lo que duren tus planes de estudios. O sea, sí voy a cerrar, pero bueno voy a llevar a todo mi alumnado, voy a seguir ofreciendo, pero ya no voy a recibir alumnos de nuevo ingreso”.