Terminan el año los acapulqueños haciendo filas para recibir los apoyos del gobierno federal

Familias esperan su turno para entrar a marisquerías del centro de Acapulco Foto: Carlos Carbajal

Ramón Gracida Gómez

Los acapulqueños terminaron el 2023 en las filas interminables para recibir los enseres domésticos, las despensas y los apoyos del gobierno federal; en el trabajo de esperar a los turistas que no llegaron a las playas; y en los pocos restaurantes y puestos de comida que ya abrieron.
Este viernes, dos días antes del fin de año, comenzó temprano para los beneficiarios de los apoyos federales en las colonias populares, continuó a mediodía para los prestadores de servicios turísticos sin muchos clientes que atender, y prosiguió en la tarde para los comensales que regresaron a sus comidas típicas de siempre.
La colonia Emiliano Zapata, la avenida Costera, la playa Suave, el Centro y Tepito fueron algunas postales de los contrastes que se viven en el municipio: el desempleo y la incipiente reactivación económica; los daños materiales inalterados después de 66 días del huracán Otis y los todavía pocos negocios abiertos; la presencia de muchos menos turistas en una temporada de fin de año y la concurrencia de los locales a los pocos lugares que han abierto.

Toda una mañana para hacer fila por los apoyos federales

Las primeras horas del amanecer son ocupadas en las filas de entrega de los diversos apoyos que dio la federación para los acapulqueños, y que alcanza la cifra de 270 mil familias beneficiarias de este municipio y el aledaño de Coyuca de Benítez, de acuerdo con la información proporcionada por el presidente Andrés Manuel López Obrador en la conferencia matutina de este jueves.
En el estacionamiento de la tienda Soriana, de la colonia Emiliano Zapata, fueron entregados 250 paquetes de enseres domésticos desde las 8 de la mañana para los beneficiarios cuyo apellido empieza N, O y P, contó un soldado.
Norma se sostenía en el par de muletas que traía por el dolor de rodilla que le comenzó recientemente, “se regó el líquido”, explicó a mediodía sin ahondar en su condición que no le impidió acudir por sus enseres domésticos.
Era cocinera del hotel Copacabana, pero fue despedida días antes de que llegara el meteoro devastador, entonces ahora paga su seguro social para tener acceso a un hospital y atenderse. Comentó que a los que sobrevivieron al recorte de empleados del Copacabana les pagan la mitad de salario.
Estaba agradecida de lo que iba a recibir ayer, pero cuestionó la forma en que la trataron los “Servidores de la Nación” porque ella, que perdió su techo, sólo recibió la mitad del dinero que un beneficiario puede obtener, y sus vecinos, que no fueron tan afectados, recibieron todo.
A un costado estaba Isabela, quien también estaba molesta de las personas que recibieron más apoyos económicos que ella y, además, saquearon, “métanse en su casa para que vean todo lo que se llevaron”.
Incluso, agregó la quejosa que le cayeron dos árboles sobre sus paredes y las derrumbó parcialmente, sus vecinas le pidieron fotos de sus daños para presentar sus afectaciones como propias y así conseguir más recursos a partir del censo.
Otra molestia de Isabela es que los soldados ya no entregan despensas en la colonia Emiliano Zapata y por ello, su hija se tuvo que ir a dormir hasta la plaza Sendero para conseguir un paquete de comida.
En medio de Norma e Isabela estaba Lupe, un adulto mayor con una voz casi inaudible, pero que contó con énfasis que tuvo que salir de su casa cuando sentía con mayor intensidad la fuerza de Otis porque el agua subía cada vez más.
A kilómetros de distancia, en otra tienda Soriana, pero en la sucursal ubicada en la avenida Costera, una fila más estaba formada y ocupaba a la 1 de la tarde toda la banqueta de esta tienda en la vía turística y daba vuelta en la calle Gabriel Avilés. A las 6 de la tarde aún existía esa fila que parecía interminable, aunque fuera más corta.

El almuerzo en los pocos restaurantes abiertos y las playas semi vacías

Ante la falta de restaurantes y centros comerciales abiertos en la Costera, los acapulqueños clase-medieros buscan desayunar en los pocos lugares que ya abrieron después de que prácticamente todo negocio cerró, a excepción del fa-moso El Zorrito, que era literal-mente una luz en medio de la os-curidad de la famosa vía turística en los primeros días después de Otis.
Ahora está Sanborns Café, que estaba lleno ayer, como siempre desde que abrió hace unas semanas, y enfrente el 100% Natural, éste también ocupado por varios comensales locales y uno que otro de fuera de la ciudad. Es inevitable, sin embargo, no recordar el huracán con un desecho banco HSBC a un lado de estos restaurantes y la clausurada Universidad Americana de Acapulco.
Otro restaurante abierto, más pequeño y más escondido que los mencionados, pero conocido entre un sector de la juventud acapulqueña, es Emilia, que está en el centro comercial Costera 125, pero la entrada es en la calle Israel, cerca del acceso a la playa El Morro. No había mesa disponible en este café.
En la playa Suave, los prestadores de servicios esperaban la llegada de turistas a la 1 de la tarde, eran unos cuantos que ocupaban las sillas y las sombrillas acomodadas en la franja de arena, frente al Edificio Inteligente.
La expectativa era vigente porque el fin del año, la gran temporada vacacional de Acapulco, es su última esperanza de cerrar el 2023 con ciertas ganancias. Pero no hubo mucho que hacer y un trabajador de playa estaba acostado en su hamaca para, por lo menos así de manera cómoda, pasar el día.
El panorama parecía cambiar a las 7 de la noche porque ya no había espacio para acomodar algún automóvil en la calle, y las camionetas con placas de otros estados buscaban y algunas estaban incluso en doble fila.

Tepito y los mariscos en la tarde

El centro de Acapulco tampoco parecía agitado de compras de fin de año, gran parte de los comercios, formales e informales, están abiertos, pero no había muchos transeúntes que caminaran por la avenida Cuauhtémoc y entraran en las calles aledañas, aunque sea para ver qué había.
Esta vez, uno de los negocios más concurridos fue una ferretería cerca del mercado El Parazal, donde varios hombres y mujeres hacían fila para comprar herramientas, posiblemente como parte de sus comprobaciones para justificar el segundo apoyo en efectivo de parte del gobierno federal para reconstruir viviendas.
Tepito, de por sí casi sin negocios abiertos desde antes del paso de Otis, ahora proyecta una imagen más desoladora con la herrería aún colgando del techo de algunas tiendas cerradas.
Unas playeras con la leyenda de “Feliz Año Nuevo” y otras tiendas que venden productos propios de la temporada decembrina hicieron recordar este viernes que ya casi acababa el 2023, además de una queja lejana de una señora que informaba por teléfono del precio de la carne que buscaba para la cena del 31 de diciembre.
Sin embargo, la concurrencia en la calle Velázquez de León contrastó con toda posible conclusión de que era un fin de año triste: hombres y mujeres departían en las marisquerías 3 Hermanas, Pano, entre otras, con cerveza en mano y un plato bien servido. O por lo menos eso es lo que ofrecía el mesero en la banqueta a los transeúntes que pasaban por ahí.
El tránsito era lento sin que se supiera muy bien la razón, más allá de ver unas máquinas retroexcavadoras limpiando la basura; algunas mujeres con niños esperaban un taxi y el restaurante La Fogata, otro de los emblemáticos de Acapulco, también tenía casi todas sus mesas ocupadas.