En el ánimo del cambio

 

No sólo para el anecdotario. Los frentes fríos 12 y 13 –que en las redes sociales se mencionaron como el huracán Andrés Manuel–, trajeron lluvia y frío atípicos el jueves y el viernes en el estado. Es el antecedente que la naturaleza impone como parte de los cambios que se avecinan en este país.
Y no es para menos, porque los guerrerenses esperamos que la Cuarta Transformación haga justicia a los estudiantes de Ayotzinapa, que deje de haber desplazados por la guerra entre narcos, y que llegue la paz a todos los rincones del estado para poder hablar de desarrollo.
Que se descubra y castigue a El Patrón, sujeto de “alto perfil” cuyo retrato hablado se menciona en la recomendación de la CNDH, acusado de ser autor intelectual de la desaparición de los normalistas. Un “alto perfil” “que da instrucciones a las autoridades y mandos policiales en Iguala, Cocula, Huitzuco y Tepecoacuilco. Manda a la Policía Federal, a la Ministerial Federal y a la organización criminal que controla la región”. ¿Quien podrá ser que no conozcamos?

El huracán del cambio

Desde el jueves la llovizna no cesa. Es como los tlapayauclis de la temporada de lluvias, sin truenos ni ventarrones. Sólo nubes oscuras que cubren el cielo. En los patios de las casas los animales se están quietos para no mojarse, y solamente las golondrinas aparecen volando de pronto como si emergieran de la tierra. Volando también abrevan en el río y retoman el vuelo poniendo su toque de alegría.
En las calles de la ciudad la gente se moja. Va toda de prisa sin que le importe la recomendación de caminar lento para mojarse menos.
Es viernes y en Chilpancingo ni la llovizna ni los charcos detienen la marcha de los maestros que ya se han rendido al frío y la humedad. Caminan con estoicismo, en grupos que hacen una gran fila, van muy juntitos para darse calor rumbo a la reunión que sus líderes mantienen con las autoridades de Educación. Se quejan de la situación de violencia que en la Sierra y la Montaña tiene las escuelas cerradas, y con todo derecho exigen protección del gobierno para cobrar su aguinaldo sin ser víctimas de la extorsión.
En la combi donde viajo ese día lluvioso va una señora que busca entre los pasajeros con quien platicar, quiere desahogarse de algo que la incomoda y hasta la indigna. Como no encuentra interlocutor directo habla a todos y a ninguno. En voz alta comenta “a ver cómo nos va con con este hombre que nos alarma por tantos disparates. Que un día dice una cosa y al otro se desdice, sin tomar en cuenta que afectan el ánimo de los inversionistas que sacarán sus capitales del país” y con eso no hay desarrollo. Todos entendemos que es una priísta porque en seguida adula a Peña Nieto. Dice que el joven presidente se esforzó en mejorar la educación y que hizo grandes cambios para el país, pero que sólo los necios se niegan a reconocer.
La señora no puede seguir en sus razonamientos en alta voz porque una pasajera le contradice. Acusa a Peña Nieto de la miseria y la violencia presentes. ¿Y el gasolinazo? Y la Casa Blanca? Y el avión de súper lujo?
La mujer insiste que con el gobierno del PRI la situación era mejor. Que ella es jubilada y que cuando fue empleada en Programación y Presupuesto había orden, no incertidumbre. Que cómo es posible que AMLO invite a Maduro a su toma de posesión cuando el venezolano tiene a su gente muriéndose de hambre.
Ya en la animada plática otra señora interviene cuestionando a la indignada mujer que parece venir del mercado. ¿Entonces no le parece bien que aumenten las pensiones?
Cuando se da cuenta que no tiene partidarios la señora se baja sonrojada de la combi y entonces la despedida corre a cuenta del chofer quien con una risa de burla le dice “de por sí ustedes los priístas no saben perder, y como ya no podrán seguir mamando de la chiche del gobierno andan criticando al Peje que todavía ni toma posesión”.
“Ni el peor gobierno puede hacerle tanto daño al país como lo han hecho los priístas”, le grita otro de los pasajeros. Mientras su vecino, ya en voz baja lo secunda: “ Y los panistas”.
Esto último ya no lo escucha la señora que camina jalando su carrito, quizá arrepentida de haber alborotado el avispero.

La asunción de López Obrador

Es sábado y el sol brilla por tanta humedad. Es el día esperado, dice con entusiasmo el señor que va con su esposa rumbo a la plaza. Lleva puesto un chaleco que lo identifica como promotor del cambio. Un activista de Morena que se siente con todo el derecho de festejar la asunción de su líder al máximo cargo de gobierno en el país.
Lo han convocado sus compañeros para ver en el televisor el ceremonial que ha sido preparado para la histórica asunción de la izquierda democrática al poder del gobierno. Y mientras llega la hora, sus compañeros hacen remembranzas.
No falta quien mencione el nombre del ingeniero Heberto Castillo quien en 1988 comprometió a Cuauhtémoc Cárdenas a liderar la unidad de la izquierda con el PRD.
También se recuerda al incansable maestro Othón Salazar quien contaba que sufría mucho volar en los aviones, pero no perdió la oportunidad de viajar a la URSS para conocer los avances del socialismo.
No falta quien recuerde el éxodo a la ciudad de México contra el fraude cometido a Félix Salgado Macedonio cuando en 1998 contendió por la gubernatura. “Era Andrés Manuel López Obrador el presidente nacional del PRD”, recuerda alguien que asegura haber hecho el camino completo “sin rajarse”.
Y como si fuera competencia, una paisana mía presume que el lunes hará un año que el ya casi presidente de México estuvo en la plaza municipal de Quechultenango, mi tierra, donde trató el polémico tema de la amnistía para quienes han delinquido.
La plática se detiene cuando en la pantalla de la televisión se ve al futuro presidente de México que viaja rumbo al Congreso para su toma de posesión, y la alegría desbordada de la gente que lo sigue. “No nos falles”.