Ayotzinapa, punto neurálgico de la agresión al movimiento social, afirma un coautor de La guerra que nos ocultan

Zacarías Cervantes

Tixtla

Las agresiones al movimiento social en Guerrero encontraron su punto neurálgico en la Normal de Ayotzinapa, porque el Estado la ve como un peligro para sus proyectos mineros y reformas estructurales, dijo anoche el coautor del libro La guerra que nos ocultan, Félix Santana, durante la presentación que fue parte de las actividades del nonagésimo primer aniversario de la escuela.
El investigador insistió en que hubo participación directa del Ejercito en la desaparición de los 43 estudiantes la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en Iguala. De lo contrario, pidió, que explique por qué robaron y mantuvieron activo el celular de Julio César Mondragón Fontes, el joven que fue desollado del rostro, hasta abril de 2015 y mediante el rastreo de las llamadas se pudo comprobar que tuvieron el aparato en el Campo Militar número Uno, de la Ciudad de México.
De ambos temas se habla en el libro La guerra que nos ocultan, editado por Planeta, de los autores, Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado, quienes documentaron los registros de actividades telefónicas posteriores al asesinato de Mondragón Fontes, la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, con lo que demostraron que sí participó el Ejército.
Félix Santana destacó que la agresión a los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa forma parte de las agresiones al movimiento social en Guerrero, y que encontró en Ayotzinapa el punto neurálgico porque aquí coinciden todos los movimientos sociales. Advirtió que estas agresiones no han terminado, “esto se va a poner peor en los próximos días”, porque están en proceso reformas a cuatro leyes, para lo que han generado todo un “entramado institucional”.
Detalló que han modificado la ley que reglamenta el artículo 29 constitucional que permite a la Presidencia de la República decretar un Estado de excepción en zonas específicas del territorio, y prohibir las libertades de prensa, de expresión y de reunión.
Otra modificación al marco jurídico es el Código de Justicia Militar, que legaliza los patrullajes de la Marina y el Ejército, los cateos a domicilios particulares, instituciones como ayuntamientos, palacios de gobierno, instituciones electorales, “con lo que estamos ante la posibilidad de un golpe militar”, expuso.

Añadió que otra reforma es la ley del uso de la fuerza pública que se aprobó en el Estado de México y que consiste en que, si un jefe policiaco determina que una movilización es ilegal puede utilizar municiones y armamento letal para detenerla. “Es decir nos pueden matar por manifestarnos”, destacó.
También citó la modificación en el Senado de la República a la Ley Orgánica de la Administración Pública para otorgarle a la Secretaría de Marina que controle toda la zona costera del país, “es decir, que en 263 municipios de la zona costera, las fuerzas armadas podrán controlar, particularmente la Marina a partir de la modificación que hicieron a dicha ley”.
Dijo que, “el Estado ha aprovechado su poder para militarizar el país, estamos hablando de la brutalización de la política, y en donde el Estado impone su fuerza”.
Explicó que eso ocurre porque estamos desarticulados como pueblo, e incluso como organizaciones sociales, “la razón es que obedecemos a un modelo neoliberal que nos obliga a ser individualista y a competir, a consumir en lugar de pensar, que te exige a que la educación sea un servicio y no un derecho”.
Al final, el otro autor presente, Miguel Alvarado mostró una secuencia fotográfica con la que sustentan que Mondragón Fontes fue desollado y torturado vivo por sus victimarios, la noche del 26 de septiembre de 2014, quienes además lo despojaron de su celular, la misma noche que lo mataron y lo mantuvieron activo hasta abril de 2015.
Con ello sustentan la participación del Ejército, porque el aparato fue ubicado en las instalaciones del Campo Militar número Uno.
En la presentación estuvieron la esposa de Mondragón Fontes, Marissa Mendoza, y el tío del joven estudiante, Cuitláhuac Mondragón, quien dijo que los familiares de los estudiantes asesinados y desaparecidos tienen el derecho a conocer la verdad, “tenemos derecho a que se haga justicia y esto implica castigo a los culpables, físicos e intelectuales”.
Añadió que también tienen derecho a una reparación del daño, pero no como el Estado pretende, “que es al revés”, si no como lo establecen los estándares internacionales.
El tío de Mondragón Fontes, quien es egresado de la Normal Rural de Tenería, Estado de México, convocó a los estudiantes a seguir difundiendo pláticas como estas para concientizar a la gente.
Pidió que la lucha por la justicia no sea aislada, “porque no solamente es de Ayotzinapa, ni tampoco sólo de las organizaciones sociales, es una lucha de toda la humanidad porque es un crimen de lesa humanidad”.
Añadió que la lucha debe enfocarse para la no repetición de casos como estos, “porque desgraciadamente, el Estado le está apostando a que se repita y que el caso quede en la impunidad, lo que implicaría que ya no va a pasar nada, nos hagan lo que nos hagan”.

En el caso Ayotzinapa hay un manejo institucional para encubrir al Ejército, señalan periodistas

En el caso Ayotzinapa hay un manejo institucional para eludir las investigaciones y ocultar la responsabilidad de las fuerzas armadas y del gobierno, afirman los periodistas Francisco Cruz y Miguel Ángel Alvarado y Félix Santana Ángeles en el libro La Guerra que nos ocultan.
La guerra que nos ocultan es la contrainsurgencia, dicen en entrevista dos de los autores, Francisco Cruz y Miguel Ángel Alvarado, y explican que esta guerra es contra los movimientos sociales y contra quienes se oponen a los planes gubernamentales, y los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa han estado siempre en esa posición.
Hacen un recuento histórico, y afirman que desde los años 60 Guerrero es el caso más claro de esta guerra de contrainsurgencia.
Consideran que un aporte de su libro es la investigación de las comunicaciones del teléfono celular del normalista Julio César Mondragón Fontes, que apareció con el rostro desollado la mañana del 27 de septiembre en el Camino del Andariego en Iguala. Revelan que el celular del normalista estuvo activo hasta el 4 de abril de 2015, más de seis meses después de su asesinato, y que en ese tiempo tuvo cuatro comunicaciones de entrada y salida desde el Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México y una desde las instalaciones del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) de la Secretaría de Gobernación.
Plantean la pregunta de por qué la PGR no investigó el destino y el uso que se le dio al teléfono celular del estudiante que apareció sin rostro. Explican que en el expediente está la información que entregó Telcel a la PGR, con las listas de las comunicaciones, donde aparecen los números telefónicos que se comunican, la fecha y hora, y las coordenadas donde se ubican.
La información está en el expediente, las pruebas están ahí, pero no se investigaron para acercarse a la verdad de lo que ocurrió el 26 y 27 de septiembre de 2014, señalan.
Explican que con los datos que obtuvieron pudieron documentar que tiene sustento la expresión “fue el Estado” el autor de los crímenes de Iguala, frase que adquirió fuerza en las manifestaciones multitudinarias después del 26 y 27 de septiembre de 2014.
Las deficiencias en la investigación son evidentes en el asesinato de Julio César Mondragón. No se ha investigado quién lo torturó, le quitó la piel del rostro y lo asesinó, y en cambio, desde un principio la Fiscalía General de Guerrero y recientemente la CNDH han buscado evitar que se investigue, y para eludir una investigación real manejan la versión de que la fauna callejera de Iguala le quitó la cara.
Con documentos que forman parte del expediente, los periodistas demuestran que el estudiante fue desollado por “manos expertas”, y en fotografías del cadáver que los autores del libro obtuvieron se ve el corte en forma de gota hecho con bisturí, no por animales.
El libro se centró en Julio César Mondragón. Miguel Ángel Alvarado explica:
–La primera foto que vi de la noche de 26 y madrugada del 27 fue la de Julio César, desollado, circuló en redes sociales, una foto que yo supongo que fue tomada por el perito Vicente Díaz, de la Procuraduría General de Justicia de Guerrero, ahora Fiscalía, no se sabía a quién pertenecía ese cuerpo desollado, aunque se había publicado que había 57 desaparecidos y tres muertos. Cuando me entero que esa foto es de Julio César y que es de Tenancingo me da mucha vergüenza como reportero no poder hacer algo.
“Cuando llegué a Guerrero me encontré que ya estaba la gran prensa, que se enfocaban más a los 43 estudiantes desaparecidos, yo enfoqué al chico que vivía a un lado de la ciudad donde vivo, Tenancingo, está a meda hora de Toluca, y que representa la represión que el gobierno mexicano ejerce sobre estudiantes y sobre toda la población.
“ Creo que el caso de Julio César fue desde el primer minuto dejado de lado, y esa foto en redes sociales fue sólo el epílogo del mensaje de esa noche: esto les pasa, mensaje para todos los que piensen diferente al gobierno”.
“Decidimos que era Julio nuestro personaje central por la saña con la que lo desollaron y lo mataron, aunque la CNDH dice otra cosa, es claro que tiene un manejo parcial para favorecer al gobierno.
“Cuando estudiamos todo lo que había encontramos mucha información que se había dejado de lado. Entonces Julio César se volvió nuestro personaje central y cada vez que avanzamos en este trabajo nos dimos cuenta de que es de las claves para resolver el caso Ayotzinapa”.
Francisco Cruz aclara que el tema del libro no es Julio César, que sí es el personaje central, pero hablan de la historia de Guerrero y de las riquezas naturales del estado, que explican la represión al movimiento normalista de Ayotzinapa.
“Encontramos que en este país hay un proceso de descomposición histórica, y Guerrero es el ejemplo más claro. Eso explica lo que pasó en Ayotzinapa. Guerrero es el estado más pobre y es uno de los estados más ricos, está sembrado en oro. El mapa de la Secretaría de Economía muestra donde está el titanio, el uranio y el oro.
“En la investigación encontramos que el crimen organizado trabaja con las mineras, les sirve para desalojar a los pueblos, sí es cierto que las extorsionan, pero es más el pacto que la extorsión, y que los narcos son los que controlan parte de los negocios alternos de la minería, como el transporte,
“Ayotzinapa se estaba convirtiendo en un peligro para el gobierno mexicano, y en la investigación vamos encontrado, y eso le va dando sentido a la represión brutal a los estudiantes, a la desaparición de los 43, a la saña contra Julio César Mondragón”.
Y señalan que los ataques continuaron después de su muerte, cuando la PGR lo quería involucrar con el narcotráfico”, y después aparecen versiones de que se alejó corriendo, cundo fue al revés, se regresó para ayudar a sus compañeros”.
En su trabajo periodístico, los autores de La guerra que nos ocultan descubren la participación del Ejército en los hechos de Iguala, que la PGR ha negado y sólo reconoce la intervención de sicarios de la delincuencia organizada y de policías municipales.
“Nos hacen creer que fue la delincuencia organizada, ¿fue la delincuencia organizada?, sí, pero sólo una parte, pero hay más un uso político de ésta para quitar la carga a las fuerzas armadas.
“Ejército sí estuvo, documentamos que controló el C4 con nombres y apellidos, con declaraciones de ellos, lo dice un soldado, y lo dice el coronel del 27 Batallón de Infantería, el toluqueño José Ángel Rodríguez Pérez”.
Además, “los militares patrullaron en lo oscuro, eso está documentado con sus declaraciones”, dice Francisco Cruz.
Con la información contenida en el libro se demuestra que hay una “conspiración para proteger a militares”.
“Logramos abrir la gran conspiración del gobierno para ocultar la verdad, la abrimos con el expediente mismo de la PGR, lo que decimos y lo que descubrimos está avalado por los documentos oficiales, no tenemos que interpretar nada, sólo publicar lo que está en los expedientes de la PGR”, dice el periodista. (Maribel Gutiérrez)