En el caso Ayotzinapa hay un manejo institucional para encubrir al Ejército, señalan periodistas

En el caso Ayotzinapa hay un manejo institucional para eludir las investigaciones y ocultar la responsabilidad de las fuerzas armadas y del gobierno, afirman los periodistas Francisco Cruz y Miguel Ángel Alvarado y Félix Santana Ángeles en el libro La Guerra que nos ocultan.
La guerra que nos ocultan es la contrainsurgencia, dicen en entrevista dos de los autores, Francisco Cruz y Miguel Ángel Alvarado, y explican que esta guerra es contra los movimientos sociales y contra quienes se oponen a los planes gubernamentales, y los estudiantes de la Normal de Ayotzinapa han estado siempre en esa posición.
Hacen un recuento histórico, y afirman que desde los años 60 Guerrero es el caso más claro de esta guerra de contrainsurgencia.
Consideran que un aporte de su libro es la investigación de las comunicaciones del teléfono celular del normalista Julio César Mondragón Fontes, que apareció con el rostro desollado la mañana del 27 de septiembre en el Camino del Andariego en Iguala. Revelan que el celular del normalista estuvo activo hasta el 4 de abril de 2015, más de seis meses después de su asesinato, y que en ese tiempo tuvo cuatro comunicaciones de entrada y salida desde el Campo Militar Número Uno de la Ciudad de México y una desde las instalaciones del Centro de Investigación y Seguridad Nacional (Cisen) de la Secretaría de Gobernación.
Plantean la pregunta de por qué la PGR no investigó el destino y el uso que se le dio al teléfono celular del estudiante que apareció sin rostro. Explican que en el expediente está la información que entregó Telcel a la PGR, con las listas de las comunicaciones, donde aparecen los números telefónicos que se comunican, la fecha y hora, y las coordenadas donde se ubican.
La información está en el expediente, las pruebas están ahí, pero no se investigaron para acercarse a la verdad de lo que ocurrió el 26 y 27 de septiembre de 2014, señalan.
Explican que con los datos que obtuvieron pudieron documentar que tiene sustento la expresión “fue el Estado” el autor de los crímenes de Iguala, frase que adquirió fuerza en las manifestaciones multitudinarias después del 26 y 27 de septiembre de 2014.
Las deficiencias en la investigación son evidentes en el asesinato de Julio César Mondragón. No se ha investigado quién lo torturó, le quitó la piel del rostro y lo asesinó, y en cambio, desde un principio la Fiscalía General de Guerrero y recientemente la CNDH han buscado evitar que se investigue, y para eludir una investigación real manejan la versión de que la fauna callejera de Iguala le quitó la cara.
Con documentos que forman parte del expediente, los periodistas demuestran que el estudiante fue desollado por “manos expertas”, y en fotografías del cadáver que los autores del libro obtuvieron se ve el corte en forma de gota hecho con bisturí, no por animales.
El libro se centró en Julio César Mondragón. Miguel Ángel Alvarado explica:
–La primera foto que vi de la noche de 26 y madrugada del 27 fue la de Julio César, desollado, circuló en redes sociales, una foto que yo supongo que fue tomada por el perito Vicente Díaz, de la Procuraduría General de Justicia de Guerrero, ahora Fiscalía, no se sabía a quién pertenecía ese cuerpo desollado, aunque se había publicado que había 57 desaparecidos y tres muertos. Cuando me entero que esa foto es de Julio César y que es de Tenancingo me da mucha vergüenza como reportero no poder hacer algo.
“Cuando llegué a Guerrero me encontré que ya estaba la gran prensa, que se enfocaban más a los 43 estudiantes desaparecidos, yo enfoqué al chico que vivía a un lado de la ciudad donde vivo, Tenancingo, está a meda hora de Toluca, y que representa la represión que el gobierno mexicano ejerce sobre estudiantes y sobre toda la población.
“ Creo que el caso de Julio César fue desde el primer minuto dejado de lado, y esa foto en redes sociales fue sólo el epílogo del mensaje de esa noche: esto les pasa, mensaje para todos los que piensen diferente al gobierno”.
“Decidimos que era Julio nuestro personaje central por la saña con la que lo desollaron y lo mataron, aunque la CNDH dice otra cosa, es claro que tiene un manejo parcial para favorecer al gobierno.
“Cuando estudiamos todo lo que había encontramos mucha información que se había dejado de lado. Entonces Julio César se volvió nuestro personaje central y cada vez que avanzamos en este trabajo nos dimos cuenta de que es de las claves para resolver el caso Ayotzinapa”.
Francisco Cruz aclara que el tema del libro no es Julio César, que sí es el personaje central, pero hablan de la historia de Guerrero y de las riquezas naturales del estado, que explican la represión al movimiento normalista de Ayotzinapa.
“Encontramos que en este país hay un proceso de descomposición histórica, y Guerrero es el ejemplo más claro. Eso explica lo que pasó en Ayotzinapa. Guerrero es el estado más pobre y es uno de los estados más ricos, está sembrado en oro. El mapa de la Secretaría de Economía muestra donde está el titanio, el uranio y el oro.
“En la investigación encontramos que el crimen organizado trabaja con las mineras, les sirve para desalojar a los pueblos, sí es cierto que las extorsionan, pero es más el pacto que la extorsión, y que los narcos son los que controlan parte de los negocios alternos de la minería, como el transporte,
“Ayotzinapa se estaba convirtiendo en un peligro para el gobierno mexicano, y en la investigación vamos encontrado, y eso le va dando sentido a la represión brutal a los estudiantes, a la desaparición de los 43, a la saña contra Julio César Mondragón”.
Y señalan que los ataques continuaron después de su muerte, cuando la PGR lo quería involucrar con el narcotráfico”, y después aparecen versiones de que se alejó corriendo, cundo fue al revés, se regresó para ayudar a sus compañeros”.
En su trabajo periodístico, los autores de La guerra que nos ocultan descubren la participación del Ejército en los hechos de Iguala, que la PGR ha negado y sólo reconoce la intervención de sicarios de la delincuencia organizada y de policías municipales.
“Nos hacen creer que fue la delincuencia organizada, ¿fue la delincuencia organizada?, sí, pero sólo una parte, pero hay más un uso político de ésta para quitar la carga a las fuerzas armadas.
“Ejército sí estuvo, documentamos que controló el C4 con nombres y apellidos, con declaraciones de ellos, lo dice un soldado, y lo dice el coronel del 27 Batallón de Infantería, el toluqueño José Ángel Rodríguez Pérez”.
Además, “los militares patrullaron en lo oscuro, eso está documentado con sus declaraciones”, dice Francisco Cruz.
Con la información contenida en el libro se demuestra que hay una “conspiración para proteger a militares”.
“Logramos abrir la gran conspiración del gobierno para ocultar la verdad, la abrimos con el expediente mismo de la PGR, lo que decimos y lo que descubrimos está avalado por los documentos oficiales, no tenemos que interpretar nada, sólo publicar lo que está en los expedientes de la PGR”, dice el periodista. (Maribel Gutiérrez)

Señales del celular del estudiante desollado en Iguala, en el Campo Militar Uno y el Cisen

La pista que dejó Julio César Mondragón Fontes, el estudiante de la Normal de Ayotzinapa que fue asesinado y apareció con el rostro desollado el 27 de septiembre de 2014 en Iguala, lleva al Campo Militar Número Uno, y pone en evidencia la intervención del Ejército en los crímenes contra los normalistas rurales de Guerrero.
En el libro La guerra que nos ocultan, los periodistas Francisco Cruz, Félix Santana Ángeles y Miguel Ángel Alvarado, siguen el camino de Julio César Mondragón, las actividades que realizó el 26 de septiembre de 2014, las comunicaciones que tuvo por su teléfono celular, del hallazgo de su cuerpo la mañana del 27 de septiembre del que avisó un militar.
Después siguieron el rastro de las señales de su teléfono celular, y encontraron que el aparato continuó funcionando, y que el 17 de octubre de 2014 recibió una llamada desde las instalaciones del Cisen en la Ciudad de México, (el Centro de Investigación y Seguridad Nacional, de la Secretaría de Gobernación) y el 23, 25, 27 de octubre y el 1º de diciembre de 2014 recibió llamadas desde el Campo Militar Número Uno en la Ciudad de México.
En el capítulo XIV, “Tras los rastros de Julio César en el Territorio Telcel”, se descubren las comunicaciones de entrada y salida del número del normalista asesinado y desollado el 26 de septiembre de 2014, y la ubicación del lugar de las llamadas, en coordenadas de las que informa Telcel, y los autores del libro analizan y describen lo que hay en esos sitios.
“El celular robado del joven normalista Julio César Mondragón Fontes registró cuatro mensajes de dos vías, provenientes del Campo Militar 1A, en Lomas de Sotelo en la Ciudad de México, y su colindancia con el municipio de Naucalpan, en el Estado de México, meses después de que alguien lo robara al terminar de torturarlo, desollarlo y matarlo la madrugada del 27 de septiembre de 2014 en el Camino del Andariego en Iguala.
“También hubo otros mensajes al mismo equipo desde las inmediaciones del Cisen en la Ciudad de México, a 50 metros de la puerta localizada entre las calles de Nogales y Ferrocarril de Cuernavaca, en la colonia La Concepción, delegación Magdalena Contreras.
Anotados en un documento confidencial que la empresa Telcel entregó a la PGR el 31 de agosto de 2015, esas llamadas forman parte de las 31 actividades que registró ese teléfono, un LG L9 con el número 7471493586, desde el 27 de septiembre de 2014 hasta el 4 de abril de 2015.
Julio César llevaba consigo su teléfono durante sus actividades del 26 de septiembre, y no apareció entre los objetos localizados con su cuerpo ya muerto. Los autores del libro plantean que los asesinos, probablemente militares, se quedaron con el aparato y lo usaron hasta el 4 de abril de 2015, como lo indica la información proporcionada por la empresa de telefonía Telcel, que consta en el expediente de la PGR, y revelan, con datos oficiales, que lo usaron para hacer espionaje y tratar de descubrir los contactos de Julio César.
Antes de que la PGR pidiera a Telcel la lista de comunicaciones hechas por ese celular, antes y después de los hechos de Iguala, alguien –que se supone que son los militares que tuvieron en sus manos el aparato después del asesinato de Julio César– ya lo había hecho. “Desde las sombras alguien se había adelantado e intentaba conocer todo lo que había hecho Julio César y, según se desprende de la sábana de llamadas, conocer a las personas con las que tuvo sus últimos contactos . En otras palabras, esa persona hacía espionaje con el celular robado a Julio César”, dicen los periodistas en el último capítulo de su libro.
Sostienen que Julio César es una de las claves para explicar la represión a los estudiantes de Ayotzinapa en Iguala, “porque las coordenadas que generaron las actividades después del 30 de septiembre de 2014, condujeron a un viaje sin desvíos hacia las entrañas de uno de los campos militares más importantes del país, en la Ciudad de México”, dicen al final del capítulo XIII del libro editado por Planeta y que aparecerá en las librerías de la Ciudad de México el 11 de agosto y en el resto del país el 20, y en Argentina y España se anuncia para el 18.
Julio César Mondragón Fontes fue señalado en declaraciones de sicarios que recogió la PRG como “líder de Los Rojos”, y con esta calumnia el gobierno pretendió encubrir la acción represiva que encabezó el Ejército en una disputa entre organizaciones de la delincuencia dedicada al narcotráfico, los Guerreros Unidos que controlaban la plaza de Iguala y Los Rojos que querían entrar a disputarla. Con eso pretendieron justificar la saña contra Julio César. En el libro los autores dicen que “Los estudiantes nunca estuvieron entre una batalla de narcotraficantes y menos pertenecían a algún grupo. Ellos eran el blanco”.
El estudiante que fue torturado antes de desollado, como todos los de nuevo ingreso, tenía sólo un mes en Ayotzinapa, pero antes había estado en la Normal Rural de Tenería en Tenancigo, Estado de México, y en la de Tiripetío en Michoacán. Había salido de esas escuelas no por mal alumno, sino porque estaba en desacuerdo con algunas prácticas. Había dicho a su tío Cuitláhuac: “Yo quiero ir a Ayotzinapa porque quiero hacer historia en el normalismo rural. Hay cosas que no están bien y sólo nosotros podemos cambiarlas”. Es parte del perfil de Julio César que los periodistas investigaron, y que muestra que nada más lejos de la pertenencia a un cártel del narcotráfico.
Parte de las investigaciones que los periodistas realizaron durante 22 meses se dedica a la forma como el normalista fue desollado, que indica el uso de una técnica quirúrgica, que se observa en las fotos del cadáver, y sostienen que no queda duda de que fue desollado, para dejar un mensaje de terror. Las evidencias desmienten las conclusiones de la CNDH, de que el rostro de Julio César fue devorado por la fauna callejera de Iguala.
“Ya golpeado, pero aún vivo, los verdugos de Julio César le hicieron un corte debajo del pecho en forma de gota que arrancó la piel, dejando al descubierto músculos y huesos. Quienes lo hicieron partieron de ahí y con salvaje cuidado fueron cortando hacia arriba mientras diseccionaban, separaban la carne del cuello y llegaban a la mandíbula rota, las orejas machacadas y la nariz desintegrada”, dicen en el capítulo I, “Julio César: crónica de un suplicio”.
“El desollamiento de Julio César lo hicieron manos expertas. Y el mensaje mantuvo una línea feroz y categórica para construir miedos. El arma de tortura siguió destazando y al llegar a la frente, donde el pelo le nacía al estudiante, una puñalada que afectó casi 13 centímetros, con toda la fuerza, terminó el despellejamiento . Luego lo movieron, tirado en ese piso de tierra del Camino del Andariego en Iguala; era entre la una y las dos de la mañana del 27 de septiembre de 2014. No fue arrastrado ni siquiera un metro, pero su corazón había dejado de latir. En shock por el dolor desde el principio, Julio César Mondragón Fontes terminó de morirse”, escriben los periodistas, con base en los documentos y fotografías que constan en el expediente, y especialmente en un estudio elaborado por el médico forense Ricardo Loewe, enviado al equipo legal de la familia del normalista en agosto de 2015.

La contrainsurgencia y las mineras

Los crímenes del 26 y 27 deseptiembre contra los estudiantes de Ayotzinapa, que dejó tres jóvenes muertos y 43 desaparecidos, son una acción de contrainsurgencia, afirman los autores. Con la represión desatada en Iguala, que fue conducida por el Ejército, el Estado buscó dar un golpe de muerte a la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa.
En el capítulo XII “Estado de sitio, la cadena de mando”, los autores exponen que militares dirigieron las operaciones contra los normalistas. “En Iguala, los militares sustituyeron a los civiles del C4 e informaron en tiempo real a la Sedena, que está informada de lo que pasa en México mejor que el propio Presidente. Al salir a patrullar, una tropa siempre tiene una Orden de Fatiga, que detalla todo lo que hará y llevará en la misión, por intrascendente que sea.
“El Ejército siempre negará cualquier participación en los sucesos de Iguala. Sin embargo, fueron soldados quienes monitorearon desde el C4 la llegada de los jóvenes a la ciudad y uno de ellos, el sargento segundo de Infantería, Felipe González Cano, se encargó de reportar al coronel José Rodríguez Pérez —un toluqueño de 67 años de edad que apenas aguantó un año y medio en esa plaza—, responsable directo del 27 Batallón de Infantería, las actividades que desencadenaron un operativo que la milicia conoce como ‘Yunque y Martillo’ y que envolvió a los estudiantes de Ayotzinapa”. Los autores explican que un grupo de encapuchados vestidos de negro “envolvieron a los estudiantes hasta desaparecerlos; fue un operativo bien coordinado a través de una maniobra realizada desde las sombras mientras se apagaba la mayoría de las cámaras que operaba el C4 de la histórica ciudad de Iguala”.
Y concluyen que “hubo una conspiración para desaparecer a los estudiantes. Y no sólo intervinieron pandilleros y policías. Los verdugos hicieron maniobras diferentes y extrañas a las que ‘normalmente’ hacen los sicarios al servicio del crimen organizado o los policías”.
La Normal de Ayotzinapa se ha movilizado en defensa de la educación pública y de la propia Normal permanentemente bajo amenaza de desaparecerla, y que fue siempre un referente de apoyo para otros movimientos sociales de Guerrero, en defensa de los derechos humanos y de la justicia, de las tierras, los recursos naturales, como los minerales explotados por grandes empresas mineras extranjeras.
En el libro los autores dan especial atención a los grandes intereses económicos de las mineras, que definen como un negocio más lucrativo que el narcotráfico. Exponen que el gobierno busca garantizar el camino sin obstáculos para esos grandes negocios, y se encarga de quitarlos mediante la represión a los movimientos sociales que se les oponen y defienden las tierras y el agua.
En su investigación, Francisco Cruz, Félix Santana y Miguel Ángel Alvarado hablan de los intereses económicos de las mineras en la historia del país, de las concesiones otorgadas desde el siglo pasado por los gobiernos del PRI y después también por los del PAN.
Con base en informes de la Secretaría de Economía, exponen que Guerrero contiene en su tierra oro, y forma parte de una franja del país que también produce cobre, plata, molibdeno y plomo, y que en Guerrero hay titanio y uranio.
“El gobierno sabía desde 1958 que las localidades costeras, vírgenes además, de El Cayacal, donde está la misteriosa Mina 95, reportada escuetamente por el Anuario Geográfico y Estadístico de Guerrero 2014, y El Calvario, en Petatlán, también Guerrero, tienen grandes yacimientos de titanio. Y es que una angosta pero riquísima extensión de titanio atraviesa Jalisco, Colima, Michoacán, Oaxaca y por supuesto Guerrero.
“Esa franja, donde ya operan algunas empresas, como la canadiense Blackfire Exploration, entregará la mayor riqueza por sus aplicaciones prácticas. Así, se aprovecha la búsqueda de oro para ubicar al mismo tiempo al titanio, ‘el mineral del futuro’, como lo llaman y cuyo costo es de unos 25 dólares por kilogramo en los mercados internacionales”. El titanio es el metal estratégico para la industria de la telefonía celular, y también para la armamentista, aeronáutica, naval, ingeniería nuclear y para el equipamiento de alta tecnología.

Se reúnen padres de los 43 y la procuradora; insisten en la salida de Tomás Zerón de la AIC


Una vez más la procuradora general de la República, Arely Gómez González sólo reiteró a las madres y padres de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala, que en la investigación de los hechos ocurridos el 26 y 27 de septiembre de 2014, se trabaja con “exhaustividad y profesionalismo”.
La reunión entre ambas partes se llevó a cabo un día después de que la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) dio a conocer que la causa de la muerte del normalistas de Ayotzinapa Julio César Mondragón Fontes, una de las víctimas de Iguala, se debió a la multiplicidad de golpes que recibió de policías y criminales, y de que perros y roedores fueron los responsables del desprendimiento de la piel de su rostro.
En la reunión los padres demandaron que se mantenga presos a los policías que atacaron a Julio César Mondragón y sostuvieron sus anteriores demandas: que se dé seguimiento al libro blanco elaborado por el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), así como la destitución de Tomás Zerón de Lucio, titular de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) a quien señalan de sembrar pruebas en el basurero de Cocula.
En un comunicado la PGR señaló que en la reunión en la sede central de la dependencia, la procuradora refrendó ante los familiares de los jóvenes normalistas el compromiso indeclinable de la institución de esclarecer el caso.
Durante el encuentro se expusieron los avances en las distintas líneas de investigación y se informó sobre las acciones de búsqueda que se realizan, contando para ello con instrumentos tecnológicos de punta.
Según la PGR, en un “ejercicio de plena transparencia” se dio cuenta de los últimos avances en la investigación, como las diligencias practicadas a raíz de las últimas detenciones de personas relacionadas con el caso, análisis exhaustivo en materia de telefonía y trabajos periciales en curso.
Además, Arely Gómez escuchó con atención los diversos planteamientos de los familiares en relación con el desarrollo de las indagatorias y enfatizó en su disposición para seguir trabajando de manera cercana y conjunta, tanto en los mecanismos de búsqueda como en los demás aspectos de la indagatoria, dice.
En la reunión estuvieron el subprocurador de Derechos Humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad, Eber Omar Betanzos Torres; Alfredo Higuera Bernal titular de la Oficina de Investigación del Caso Iguala, así como Luis Grijalva Torrero, responsable del Órgano Interno de Control.
Ninguno de ellos dio respuesta a los planteamientos de los padres de los 43 estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos, quienes nuevamente solicitaron la destitución de Zerón de Lucio como uno de “los planteamientos irrenunciables” ya que en opinión del abogado Vidulfo Rosales, el Mecanismo Especial de Seguimiento a Víctimas no dará resultados.
Así, temen que una vez más la PGR cambie las investigaciones y recomendaciones que adelantó el GIEI.
Desde el 25 de abril cuando los padres exigieron por primera vez la destitución de Zerón de Lucio, éste suspendió sus apariciones públicas.
Luego del encuentro con la titular de la PGR, los padres de familia se dirigieron a la sede de la Cancillería, donde quitaron su plantón iniciado hace seis días, luego de agradecer el apoyo de artistas y ciudadanos, quienes se solidarizaron con el movimiento de los padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.

Marcha la APPG en la capital; pide que se aclare la muerte de un normalista de Ayotzinapa en 2008

Unos 150 miembros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero (APPG) marcharon en la capital para exigir a las autoridades el esclarecimiento de la muerte del egresado de la Normal de Ayotzinapa, Fidel Benítez Rodríguez y conmemorar su octavo aniversario luctuoso.
Cerca del mediodía, los integrantes de la APPG marcharon de Palacio de Gobierno a la gasolinera Eva Tres, en la salida sur de la capital, en el crucero de la carretera federal a Acapulco y la Autopsita del Sol, donde el 12 de diciembre de 2011 también fueron reprimidos los normalistas de Ayotzinapa.
Los manifestantes portaban una lona en la que se leía: “APPG nos solidarizamos con la Normal de Ayotzinapa y con el equipo de Los Avispones, ¡cárcel a los asesinos! ¡presentación con vida de los desaparecidos!”, en referencia a los ataques en Iguala el 26 y 27 de septiembre de 2014, donde fueron asesinados los normalistas Julio César Mondragón, Daniel Solís Gallardo y Julio César Ramírez Nava, el jugador de 15 años del equipo de futbol Los Avispones, David Josué García Evangelista, el chofer del camión del equipo, Víctor Manuel Lugo Ortiz, la pasajera de un taxi, Blanca Montiel Sánchez y 43 normalistas desaparecidos.
Durante el recorrido sobre los carriles norte a sur del bulevar Vicente Guerrero, los manifestantes entonaron el himno Venceremos y se manifestaron de manera simbólica frente a la Fiscalía General del Estado (FGE), donde fue encontrado el cadáver de Fidel Benítez el 26 de diciembre de 2008, quien según las autoridades murió en un accidente automovilístico.
El dirigen Nicolás Chávez Adame, exigió el esclarecimiento de la muerte de Fidel Benítez, ya que la organización desconfía del informe de la Fiscalía, antes Procuraduría.

Exhuman el cuerpo del normalista desollado en Iguala en busca de evidencias del ataque

Con la esperanza de encontrar nuevas evidencias sobre la manera en la que el normalista Julio César Mondragón Fontes fue asesinado en los ataques de Iguala en septiembre de 2014, ayer su cuerpo fue exhumado.
Las labores iniciaron cerca de las 8 de la mañana en el panteón de San Miguel Tecomatlán, municipio de Tenancingo, Estado de México, estuvieron a cargo siete peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y 15 de la Procuraduría General de la República (PGR).
También estuvieron como observadores miembros del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), personal de la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) y de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Los restos del estudiante, quien fue encontrado por militares sin vida con el rostro desollado y los ojos extirpados el 27 de septiembre de 2014 según las investigaciones de la PGR, llegaron a la Coordinación General de Servicios Periciales de la PGR poco después de las 7 de la noche.
Sayuri Herrera, abogada de la familia de Julio César, informó que los nuevos exámenes periciales iniciarán este jueves.
“Yo calculo que se le estarán realizando pruebas durante una semana, esperamos obtener nuevos resultados que esclarezcan la causa de muerte”, comentó.
En los peritajes participarán el EAAF y la PGR, así como otros peritos de la defensa de los 22 policías de Iguala que son imputados por el asesinato de Julio César, explicó la abogada.
Mediante una carta, los familiares rechazaron la versión de la Fiscalía General del Estado de Guerrero (FGE) que dice que la fauna del lugar le arrancó el rostro al joven de 22 años.
“La autopsia realizada en Iguala se hizo sin ningún profesionalismo ni rigor alguno, concluye que el rostro de Julio fue arrancado por fauna del lugar. Las autoridades del estado de Guerrero hicieron caso omiso de las claras señales de tortura que presentaba su cuerpo”, indica el documento.
“Lo decimos claro: (la exhumación) no es una iniciativa de la PGR ni de ninguna otra instancia oficial, sino de la familia de Julio, de quienes acompañamos el caso y de toda la sociedad que ha luchado desde hace más de un año”, indica el texto.
“Toda la investigación llevada a cabo por la Fiscalía de Guerrero está llena de errores, omisiones y carencias, lo cual ha sido documentado por el GIEI”, denuncia.
Informan también que desde agosto han gestionado la exhumación del estudiante, y llevaron a cabo diligencias en Iguala, Toluca, Tecomatlán y el Distrito Federal.
De acuerdo con un reporte oficial, la exhumación del cuerpo fue en cumplimiento a un exhorto girado por el juez primero Penal del Distrito Judicial de Hidalgo, Guerrero, dentro de la causa penal 212/2014 y se coordinó por la jueza de lo penal de Tenancingo, Verónica Contreras Brito.