Están refugiadas 13 familias en la Secundaria Técnica 1 que perdieron sus casas por Otis

 

Una brigada de una organizacion protectora animales acudió ayer a la Secundaria Técnica 1 de Acapulco Foto: Aurora Harrison

Aurora Harrison

Se refugian 13 familias que se quedaron sin casa por el huracán Otis en el albergue habilitado en la Secundaria Técnica 1, ubicada en la avenida Ruiz Cortines, en la cual se cayeron árboles, algunos postes y está dañada la parte del auditorio.
Desde la madrugada del miércoles 25 de octubre, la escuela es ocupada como refugio. Afuera hay una planta purificadora de agua a donde las personas llegan para llenar sus garrafones; también hay un comedor comunitario, que da dos comidas al día.
Una de las encargadas del albergue dijo que el miércoles por la mañana, después de que impacto el huracán, tenían a 300 personas entre turistas y vecinos de diferentes colonias, que resultaron afectados, pero conforme pasaron los días fueron dejando el refugio.
Este viernes al mediodía acudió al lugar una brigada de Bienestar Animal, por parte de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales del gobierno estatal, para atender a perros y gatos con vacunas para desparasitar y antirrábicas.
También hay un módulo de atención médica y las familias que se encuentran albergadas están ocupando los salones de clase como dormitorio, pues ahí tienen sus colchonetas. Sobre el barandal tienen tendida la ropa que lavaron un día antes.
Las 13 familias que se encuentran desde el primer día perdieron sus casas. Hay 12 menores de edad y aunque todavía no hay fecha para que se cierre el albergue, se informó que van a estar atendiendo con programas del DIF, entre los que mencionó elaboración de piñatas, corte de cabello, alaciado y manicure, por citar algunos.
La encargada recordó que el pasado miércoles 25 había turistas en los hoteles Fiesta Americana y Calinda, que estuvieron un día y después, con el apoyo de la Policía Municipal, se regresaron a sus hoteles.
Sin precisar de qué colonias son las familias que se encuentran el albergue, la encargada mencionó que son personas que se quedaron sin casa y que no tienen donde estar, que de las 300 personas, algunos se fueron con familiares a otros lugares.
La escuela fue revisada por autoridades de la Secretaría de Educación Pública y de Guerrero, que dijeron que no tenía daños graves, sólo en el área del auditorio, donde se cayeron algunas láminas. También hay algunos árboles dañados.
Afuera de la secundaria se cayó una parota de varios años de antigüedad y también una barda, en la que estaban haciendo un mural.

La brigada de Bienestar Animal

Señoras y jóvenes acudieron a la secundaria a la brigada de Bienestar Animal del gobierno del estado, a donde llevaron a sus mascotas perros y gatos de diferentes razas a la vacuna antirrábica y desparasitación.
La coordinadora del área de Bienestar Animal de Semaren, Greta Fuentes de María, dijo que es una brigada para dar consultas y atención a las mascotas con vacunas y entrega de alimentos.
Dijo que está es la segunda brigada que se realiza, la primera fue en la unidad deportiva Jorge Campos, en Ciudad Renacimiento, a donde atendieron a 250 personas a las que le entregaron una tonelada de alimento para más de 100 mascotas.
Detalló que este viernes se atendió una población similar, de perros y gatos, y a sus dueños se les entregó alimento.

 

La medianoche del martes tuvo la última noticia de su hermano en el Litos

 

El señor Ángel David Sandoval Ugarte, hermano de Alejandro Sandoval Ugarte, quien era marinero del yate Litos, dijo que la última comunicación con su hermano fue la medianoche del martes, cuando impactó el huracán Otis en Acapulco.
Dijo que por mensaje, su hermano le manifestó que se iban a mover a la Base, para refugiarse y sentirse más seguros, pero cuando “arreció la lluvia, media hora después, le mandé mensaje. Nada más leyó los mensajes, pero ya no me respondió nada, ya no supe nada”.
Comentó que su hermano tenía alrededor de año y medio trabajando en el yate Litos de marinero, que tiene 33 años y es soltero. Dijo que desconocía cuáles habían sido las órdenes del capitán, si se tenían que quedar los cuatro para mover la embarcación a un lugar seguro.
Otro que estaba en el yate Litos, la noche en que impactó el huracán, es Fernando Parra Morales, de 39 años, con más de diez años de marinero. En casa lo espera su esposa y dos hijos, Valentina de 5 años y un bebé de un año.
Mientras que Abigail Andrade es hostess del yate y sus familiares también protestaron este miércoles en la Base Naval, para exigir su búsqueda a las autoridades de la Secretaría de Marina y al gobierno estatal, pues manifestaron que están desesperados, porque ya van más de dos semanas sin saber nada de ellos. En el yate Litos también iba el capitán. (Karina Contreras).

 

Se refugiaron en los cuartos hechos con Peña Nieto, relatan vecinos de La Libertad

En la casa de Carlos Daniel Félix se refugiaron 18 personas luego de que los vientos del huracán Otis derribaron su casa de adobe, en la colonia Libertad parte alta Foto: Daniel Velázquez

Daniel Velázquez

Vecinos de la colonia La Libertad parte alta se refugiaron en los cuartos que construyó el gobierno federal en el sexenio del priista Enrique Peña Nieto, como parte de las reconstrucciones que hizo la federación por la tormenta Manuel.
Para llegar a la parte alta de esta colonia, se toma una camioneta sobre la avenida Lázaro Cárdenas, el pasaje que antes era de 10 pesos ahora está en 15 pesos.
El acceso a la colonia está pavimentado, pero en algunas partes el concreto estaba quebrado y la fuerza del agua lo levantó, por lo que algunos tramos de la calle Emiliano Zapata son accidentados.
Durante el gobierno de Peña Nieto, el gobierno federal impulsó el programa Un Cuarto Más, el cual es una habitación de cuatro por cuatro metros de dos metros de altura, las paredes son de tabicones y el techo de azotea, tiene una puerta y una ventana.
Las experiencias de los vecinos son similares, en medio del huracán, cuando el viento voló los techos de sus casas, buscaron refugio en las pequeñas habitaciones de concreto, las casas se movían y pensaron que también las volaría el viento, pero afortunadamente resistieron las dos horas del huracán.
Los vecinos indicaron que por las paredes de esas casas, cada vez que llueve se trasmina el agua, pero fueron su único refugió contra el viento.
En la parte alta, en el límite de la zona habitada y el bosque del cerro, está la casa de la señora Juana Díaz Merino, originaria de Petatlán, municipio de Atlixtac, vive en Acapulco desde hace un año, su hijo compró la casa en 60 mil pesos y se vinieron a vivir al puerto.
Los vientos del huracán Otis volaron el techo de la casa de dos habitaciones y un corredor, y derribó una pared. Todas sus cosas se mojaron, sus colchones, su ropa, su televisión y por eso duermen en petates.
Juana Díaz contó que vio en las noticias que venía el huracan y se fue a la casa de su hija Josefina Félix Díaz, quien vive unos 30 escalones abajo, pues tuvo miedo y se refugiaron en la habitación de Un Cuarto Más. Ahí permanecieron durante el huracán y la madrugada, cuando amaneció vieron el desastre.
En el caso Carlos Daniel Félix, tenía una casa de adobe. Primero el viento se llevó el techo que era de lámina galvanizada, después el viento y la lluvia carcomieron las paredes, sólo quedaron cimientos. Son una familia numerosa, de 18 personas y todos se refugiaron en el cuartito de 4 por 4 metros, durante el huracán estuvieron de pie toda la madrugada.
María Angélica Caudillo Hernández también vivió una situación similar. Estaba sola en su casa, con sus dos hijos, la habitación de Un Cuarto Más es el cuarto de su hija, pero cuando el viento les voló las láminas, se refugiaron en esa habitación y no salieron hasta el dia siguiente.
Las vecinas Isaías Cortés Bibiano, Jania Salinas y Rocío Salinas se refugieron también en un cuartito, siete personas, tres adultos y cuatro menores. El cuarto se movía y las paredes se humedecieron.

Agua

Los vecinos de la parte alta de la colonia La Libertad se abastecen agua de un manantial con mangueras, es el único servicio que tienen, la energía eléctrica es inestable, “hay por ratitos”. A veces en el día, otras ocasiones por la noche, coincidieron los vecinos.

Sin trabajo

En la colonia La Libertad, la vecina Ofelia Hernández Mena, que se dedica a hacer empanadas de arroz, de camote y plátano, desde el huracán no ha salido a vender, primero por estar ocupada en recuperar las láminas de su casa, porque vive con su mamá Maria Mena Casimiro que tiene 100 años y la sacaron a rastras de la casa, donde el viento voló las láminas para refugiarse en el cuartito de 4×4 que les construyó el gobierno federal, ahí se encerraron ocho personas.
El vecino Víctor Manuel Carrillo contó que él se dedica a la venta de mariscos en playa Icacos y por el huracán no ha salido a trabajar.
Su casa es de un nivel, las ventanas tienen herrería y cortinas. No ha colocado vidrios y el aire “entraba recio” en la casa, por lo que él, su esposa y su hijo, se refugiaron en un cuartito hasta que pasó el huracán.
Se mojaron los sillones de su casa, todavía los tiene al sol, en espera de que se sequen. El tinaco del baño el viento se lo llevó y también un techado de herrería que tenía afuera de su casa para protegerse del sol.
Los dos vecinos coincidieron en que se mantienen con las despensas que les han regalado, pero para conseguirlas tienen que salir hasta la avenida Lázaro Cárdenas, porque la ayuda no llega a las partes altas.

 

Mujeres na savi piden centro comunitario para hacer huipiles, temazcales y partería y descanso


Mujeres na savi pidieron ayuda para la construcción de un  Centro Comunitario donde desarrollen el tejido de telar de cintura, la partería, medicina tradicional con temazcal y que sea un lugar de descanso luego de las largas jornadas de camino.
Las na savi de comunidades de los municipios de Metlatónoc y Cochoapa el Grande se reunieron en la comunidad de Yozondacua para continuar sus actividades formativas, ahora en el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, el 25 de noviembre.
Las mujeres son parte de la asociación civil Savi Yoko que coordinan Florencia Sierra Mendoza y Ofelia Crescencio Alejandro quienes les hablaron en na savi, bajo un colgado o techo de madera, con la mitad de láminas de metal puestas porque el resto se lo llevó  el  fuerte viento que pegó en las pasadas lluvias.
Y sin paredes porque las tablas que habían puesto se deterioraron y otras se las llevaron personas que no quieren que se organicen y las descalifican.
Sentadas, sobre el suelo de tierra rojiza y suelta, las ancianas, jóvenes y niñas atendieron la información, algunas alzaban las manos para aceptar que sufrieron violencia “hace años” y tantos golpes les quedaron cicatrices, y que para curarse las heridas de los golpes que a veces no las dejaban caminar su única atención era preparar su temazcal para aminorar los dolores.
Coincidieron en que se deben modificar prácticas culturales como el no dejar hacer cosas del hogar a un niño y recargarlas sobre las niñas y que lo harán con sus familia; que es difícil en la comunidad acceder a leyes y la autoridad municipal es la que muchas veces la violenta porque le creen a los hombres y es necesario que les lleven información a los hombres.
Estuvieron de la asociación civil  Red Macuilxóchitl de la Montaña, quienes les hablaron del círculo de la violencia y que este no sólo ocurre en los hogares sino que se puede encontrar en el trabajo, la escuela, la comunidad por lo que era necesario que supieran identificarla para poder contrarrestarla.
La plática se desarrolló con la traducción al tu’un savi de Florencia Sierra y con imágenes impresas sobre los roles de la mujer y el hombre en el trabajo y en la familia; las visiones culturales;  tipos de violencia y su alcance a los feminicidios si no se frena a tiempo.
Y se les mencionó que buscarán apoyo en las instituciones existentes para que haya un registro de la violencia porque como no documentan casos, el gobierno dice que no hay y no implementa acciones de prevención.
Las na savi, al cierre de la actividad,  externaron la necesidad de la construcción de un Centro Comunitario para que fomenten en las nuevas generaciones la conservación del tejido de telar de cintura; la partería, la medicina tradicional de las comunidades; el baño del temazcal que usan para su salud.
Porque sus comunidades están muy lejanas de las cabeceras municipales donde apenas hay médicos y medicinas, y les sale igual caminar largas jornadas si no serán atendidas.
Estas comunidades en sus necesidades de salud son atendidas por caravanas que van cada mes.
Por lo anterior quieren un espacio para seguir fomentando el tejido del telar de cintura con el que hacen los huipiles, vestimenta tradicional de las mujeres na savi; aprovechar las plantas medicinales que hay en el campo y tener una espacio para platicar, pedir ayuda,  y que sea su refugio porque se le hizo noche para llegar a su comunidad.
Sierra Mendoza comentó que el terreno donde está el colgado fue comprado hace años con sus cooperaciones y que ya cuentan con un lugar para la construcción de Centro Comunitario para atender a las mujeres que así lo quieran y pidió apoyo a las autoridades municipales, estatales y federales.
Dijo que es un lugar estratégico para las mujeres de las comunidades de Cahuañaña, Barranca Palma, Loma San Marcos, Santa María Cahuañaña, Llano de la Yakua,  Yuki Ñuu Kaxi, Arroyo Prieto, Yozondacua Nuevo y del Carmen,  Ocotepec, Loma Bonita. Desde estos pueblos caminan horas hasta este punto para encontrar transporte para que puedan llegar a las cabeceras municipales de Cochoapa o Metlatónoc y sólo hay una salida por lo que deben llegar muy temprano o quedarse a dormir ahí.
Las mujeres iniciaron su  regreso a sus comunidades a pie, primero salieron las de Loma San Marcos que caminan más de tres horas.
Yozondacua queda a unas cuatro horas de Tlapa por caminos de terracería que dejaron en mal estado las lluvias, tiene acceso por Cochoapa y  por Metlatónoc.

En el refugio de Acapulco, en lugar de ayuda recibió amenazas y humillaciones


Con 19 años de edad y una bebé en brazos, Juliana Coronado Baltazar salió de su comunidad, el pueblo amuzgo de Zacualpan, del municipio de Ometepec, buscando ayuda institucional. En octubre de 2016, madre e hija entraron al Refugio para Mujeres en Situaciones de Violencia Extrema, en Acapulco, donde recibió amenazas y humillaciones.
El Refugio de Acapulco depende de la Secretaría de la Mujer del gobierno del estado.
“Me dijeron ‘ahí vas a estar bien, no te va a faltar comida, al salir vas a tener un trabajo, seguro social para llevar a la niña a una estancia infantil, vas a tener apoyo para madres solteras’, pero el refugio fue como un anexo”, dijo en referencia a los centros de rehabilitación contra las adicciones donde se somete la dignidad de los internos.
Estuvo diez meses en aislamiento, siete en el refugio y tres trabajando como intendente en departamentos de la zona residencial del puerto, por 150 pesos al día, con lo que pagaba renta de habitación, alimentos y todas necesidades de la bebé, ahora de un año de edad.
El 14 de noviembre, presentó una queja en la Comisión Estatal de Derechos Humanos (Codehum) por violencia institucional contra autoridades que debieron velar por su integridad física y emocional. Aclaró que no sólo es ella, están también dos mujeres maltratadas que fueron expulsadas del centro con sus hijos, durante el periodo que estuvo en aislamiento.
De los talleres y las terapias de ayuda que se espera en el tratamiento integral para mujeres que han sufrido violencia, aclaró que la psicóloga que le asignaron no tenía tiempo para hablar con las víctimas, se reunieron en algunas ocasiones, pero la mayor parte del tiempo se dedicaba a realizar actividades de la directora del refugio, Carmen Torreblanca Palacios.
Recordó que al salir de la comunidad, tenía la intención de exigir que el padre de su hija la reconociera, le diera su apellido y una pensión alimenticia, pues se desentendió pronto de sus responsabilidades, y por recomendación de su asesora legal, Maribel de la Cruz, renunció al procedimiento legal.
Explicó que llevaba a la niña a trabajar con ella, en una ocasión la dejó dormida en una habitación, para ir al piso contiguo a continuar la limpieza, cuando a la distancia la vio caminar hacia una ventana abierta.
Abriendo mucho sus ojos negros, dijo como reviviendo aquellos momentos desesperación, “¡no le hablé, nomás corrí por ella!”. Luego, para evitar más riesgos, comenzó a amarrarla  a los muebles, y vinieron las recriminaciones por su conducta de las personas alrededor suyo “me decían, ‘también eso es violencia’, (pero) ¿qué más podía hacer?”.
La menor no tenía acta de nacimiento, y su representante legal le planteó renunciar a la querella por el apellido y la pensión alimenticia. La registró como madre soltera para acceder a una estancia de Sedesol. Firmó un escrito donde renunció a la denuncia argumentando el bienestar de la niña, y se quedó con la idea entonces de que ya no había nada qué hacer.
Reconoció que era muy difícil cuidar sola a la bebé, y llamó a su hermana, la única de quien conservaba un número de celular.
No lo hizo antes porque pensó que su tía, que la animó a salir de su pueblo para buscar ayuda, le quería dar un escarmiento. Sin embargo, su familiar y conocidos ya habían pedido información de su paradero en la Procuraduría de la Defensa de la Mujer, la instancia de la Secretaría de la Mujer que sirvió de enlace con el refugio.
La joven madre supo tiempo después que la procuradora de la Mujer entonces, Indalecia Pacheco León, no atendió las solicitudes de información de su familia, que el 17 de octubre de 2017 entregaron en la Semujer para pedir una entrevista personal con la refugiada.
Antes, sólo les dijeron que toda la información del refugio era confidencial, que no podían ir a las instalaciones, pero aseguraron que la mujer y su hija estaba bien atendidas, no obstante que para esa fecha Juliana había salido del refugio debido al maltrato de la directora, y hacía labores de limpieza en casas particulares.
Originaria de una comunidad rural, donde prevalece la cultura patriarcal, Juliana admitió que ocultó a su familia su embarazo durante siete meses, “como con la ropa no se nota”, dijo en la entrevista, levantando un poco la tela de encaje de su huipil adornado con listones paralelos, vestimenta tradicional del pueblo amuzgo, que sigue usando en la capital, donde encontró otro refugio con activistas sociales. Bajo la blusa, se distingue la enagua amplia con pliegues continuos, sostenida al hombro con tirantes que adornan con delicado diseño prehispánico.
Al nacimiento de la niña, el llanto de la bebé y los gastos de manutención irritaron más a su padre, de por sí molesto con el embarazo fuera del matrimonio. “Mi papá me decía cosas, no me tronaba los dedos, ni golpeaba la mesas, no me bajaba la autoestima”, dijo comparando el trato en su hogar, con el que recibió en el refugio.
Denunció que a gritos, Torreblanca Palacio le reprochaba constantemente su situación de madre soltera, “me lo recordaba haciéndome sentir mal, me dijo muchísimas cosas. Cuando me llamó que subiera a la dirección, ‘porque andan en chismes’ decía, por eso tus padres no te quieren, ustedes nunca van a cambiar”.
De la situación en el refugio, que debería funcionar como centro de atención integral, reveló que todo comenzó el 29 de abril, con el cambio de la directora (que les dio trato denigrante), que llevó a un familiar suyo como chofer, porque el anterior se retiró poco después de que se dio el remplazo en la dirección.
Aclaró que antes había poca comida, pero tras el relevo, el nuevo chofer acosó a las refugiadas, abusando de la vulnerabilidad en que se encuentran. Margarita Cortés Barajas, originaria de Chiapas, con tres hijos, fue expulsada del refugio y obligada a firmar el acta de salida “por voluntad propia” porque la encontraron hablando por celular con este empleado.
La acusaron de transgredir el reglamento porque los teléfonos celulares están prohibidos para las internas, y por tener relaciones con los trabajadores.
Entonces, cuatro de las diez mujeres en el refugio, entre ellas Juliana, intentaron abogar por su compañera con la directora, “su situación era muy triste: no tenía familia, dinero ni lugar donde alojarse con sus niños, el mayor de 9 años”.
En la dirección, en lugar de argumentos recibieron insultos, “(la directora) golpeó la mesa, nos insultó, me dio mucho miedo, íbamos por apoyo”. A los tres días, otra mujer fue despedida del lugar.
El resto, fueron obligadas a firmar un nuevo reglamento, con la amenaza de que serían expulsadas si no estaban de acuerdo. Entre otros puntos, decía que debían permanecer en las villas (dormitorios), y no podían reunirse a conversar en grupo, “se irían si seguían en chismes”.
Detalló que la casa es grande, con jardines, una alberca (aunque sin agua), y en los dormitorios tenían aire acondicionado. Por eso la directora llevaba a sus familiares a comer ahí hasta vaciar la bodega, sin mediar las reglas de secrecía que se imponen a funcionarios y víctimas.
Tal vez para mantener a las mujeres sojuzgadas y justificar la pobreza de la comida, de forma déspota decía, “gracias a mí comen, que la comida la compraba de su bolsa” porque supuestamente tampoco había presupuesto para comida.
Reconoció que muchas veces los trabajadores llevaron comida de sus casa para compartir con las residentes. De tres alimentos al día, el desayuno y merienda eran, por lo general, te con galletas, y una ración pequeña de comida al medio día, como calabazas. Hubo días en que no hubo nada que llevarse a la boca, y Lorena Nepomuceno, embarazada, lloraba de hambre. Así que por las noches, salían a cortar mangos al jardín, para mitigar su hambre.
Cuando se acababa el agua de garrafón, constantemente, hervían agua de la llave para su consumo, sobre todo para la preparación de la leche de las mamilas de los infantes. Aseguró que las mujeres y los niños perdían sus citas de consulta en los centros de salud, porque el vehículo del albergue no era para el traslado de las internas, sólo para el uso particular de la funcionaria.
Incluso, denunció que Torreblanca Palacio se llevó a su casa una lavadora que acababa de llegar al refugio para el servicio de las residentes, además de un cañón proyector y una televisión. Sobre esto, alardeaba ante empleados y refugiadas, que nadie podía removerla, por su amistad con Merce, la esposa del gobernador Héctor Astudillo Flores.
Por su cuenta, solicitó a las trabajadoras sociales que expusieran  en las oficinas de Chilpancingo la situación del albergue. Entendió que sí lo hicieron, porque un día llegó la procuradora de la Mujer, Indalecia Pacheco, a hablar con la directora, y ofreció a las refugiadas resolver este problema.
No funcionó. Aseguró que Torreblanca Palacios continuó tratándolas igual. En una visita de la asistente de la secretaria de la Mujer, Rosa Inés García de la O, Patricia Cabañas con una asistente, les dio personalmente su queja, y ellas ofrecieron hablar con su superior, pero no tuvieron respuesta.
Recordó que la trabajadora social le decía que podía  conseguirle un empleo con seguridad social, por sus estudios de bachillerato, para llevar a la niña a una estancia infantil, pero la situación era más tensa y el 10 de junio de 2017, solicitó su salida del refugio de manera voluntaria junto con Ana Saldaña Aurelio, que llevaba consigo cinco hijos. Aceptó el empleo en intendencia.
Añadió que la trabajadora social, Deyanira Chávez, les consiguió un cuarto en renta para las dos mujeres y sus hijos, y que Juliana estuviera en condiciones de continuar la demanda civil contra el padre de su hija, un conductor del transporte público en su comunidad.
“Me fue difícil, en cuanto la niña se vio grave, ya no pude darle seguimiento a la demanda y me vi en la necesidad de retirarla, porque la abogada me dijo que no tenía recurso, que ella tomaba de su bolsa para no perder mi audiencia. De ella recibí apoyo moral y económico cuando mi hija estuvo internada.
Su compañera de cuarto regresó a su pueblo en la montaña alta de Guerrero, y ella sin más apoyo, buscó a su familia el 20 de octubre de 2017.
Por medio de la organización Kinal Antzetik, que lidera Hermelinda Tiburcio Cayetano, Juliana solicitó a la Comisión Estatal de Derechos Humanos ayuda para presentar una queja por violencia institucional contra los funcionarios públicos que obstaculizaron y violentaron sus derechos, en el refugio para mujeres en situaciones de violencia extrema, y asesoría para reanudar la denuncia en el MP para que el padre de la hija de Juliana reconozca la paternidad, y aporte la pensión que corresponde a la niña.