GIEI: hubo “colusión” del Ejército con el crimen en Iguala y supo que otras autoridades lo estaban

Zacarías Cervantes

Chilpancingo

El 25 de julio, Carlos Martín Beristain y Ángela María Buitrago, integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, ofrecieron su último informe sobre los hallazgos, avances, obstáculos y pendientes sobre el caso de la desaparición forzada de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa Foto: Cuartoscuro

En su sexto y último informe sobre el caso Ayotzinapa, el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) documentó “la colusión” de sectores del Ejército en Iguala con el narcotráfico, así como el “conocimiento” que tenía de los nexos de otras autoridades, desde antes de los ataques y la desaparición de los 43 normalistas.
Para el GIEI, “eso explica en parte su actuación, ocultamiento y falta de protección a los jóvenes, a pesar de la información con que contaban desde las 18 horas de ese día, 26 de septiembre de 2014, y durante toda la noche”.
En el apartado “Actuación del Ejército”, los expertos internacionales refieren que los hechos ocurrieron en el contexto del trasiego de drogas entre Iguala y Chicago, en Estados Unidos, y que “las escuchas telefónicas” durante el proceso judicial contra Pablo Vega, conocido como El Transformer, líder de una célula de Guerreros Unidos, y otros, en 2014, “muestran que había colusión entre ese grupo delictivo con mandos militares, tanto del 27 Batallón de Infantería, como del 41 Batallón de de Iguala”.
Por ejemplo, en el documento GAOI 5321, del 2 de octubre de 2014, de la comandancia de la 35 Zona Militar, se cita una información donde se refieren a “un Teniente B. del Ejército”, además de que “se encontraron con una camioneta del 27 Batallón, a cargo de dicho teniente, el cual habría dicho textualmente: ‘ya van a empezar a chambiar para abrirme a la verga’”, y la respuesta de un jefe policiaco fue: ‘sí, ya vamos a tirar vergazos. Como va’”.
El Teniente B. aparece también en la declaración del Testigo Protegido D, como alguien que ayudó a la policía de Huitzuco a ocultar su participación en los hechos, y que estaba coludido con el narcotráfico, de acuerdo con el informe.
“Igual aparece el referido en otras declaraciones de miembros de la delincuencia organizada”.
El GIEI sostiene, en su informe, que testimonios y declaraciones ante la Fiscalía General de la República (FGR) y elementos aportados ante el juez por testigos protegidos, confirmaron estos hechos y señalaron a algunos de los miembros del Ejército “de estar implicados, como los comandantes en esa época de ambos batallones, y al menos un capitán y un teniente identificados, así como otros miembros del Ejército”.
El GIEI obtuvo transcripciones de conversaciones de miembros de Guerreros Unidos con mandos militares, “que permiten ver cuál es el grado de vinculación y retribución que se acuerda con miembros del Ejército, para la época de los hechos”.
Documenta que en diversas declaraciones del Testigo Protegido J se dice que los miembros del 41 Batallón de Infantería, y en particular un comandante, recibían dinero de la organización criminal y tenían reuniones a las que acudían, con jefes de la organización varios de los soldados del 41 Batallón, y según esta declaración, eran pagados por ellos.
También señala que en la declaración del Testigo Identificado J, ante el Juzgado Primero de Tamaulipas, el 24 de marzo de 2023, se “muestra la entrega de dinero a autoridades militares”.
Refiere que “las escuchas” de Chicago, Estados Unidos, señalan pagos y relaciones con varios militares, que las declaraciones de testigos protegidos han señalado que les proporcionaban dinero periódicamente, para que dejaran llevar a cabo sus acciones a los Guerreros Unidos.
“Esta colusión es parte de las condiciones que facilitaron que se llevase a cabo la desaparición de los estudiantes. La simulación de actuación, llevada a cabo por el 27 Batallón durante esa noche, sin interferir en ninguno de los ataques, y llegando supuestamente cuando los muertos y desaparecidos ya se habían producido, tuvo además su continuidad en el ocultamiento de información, el desvío de la atención a otras supuestas razones para su no protección de los jóvenes y la negación de hechos ya probados”, refiere el informe.
Sostiene, además, que todas las autoridades de los ámbitos estatal y federal tenían conocimiento previo de la colusión con la delincuencia organizada, de autoridades y policías municipales de Iguala, y varias de ciudades cercanas, “tal y como puede verse en las actas de la Coordinación Guerrero Seguro, donde participaban Ejército, Marina, Policía Federal, Procuraduría de Justicia Estatal (ahora FGE), Procuraduría General de la República (ahora FGR), Seguridad Pública Estatal y gobierno de Guerrero (gobernador, secretario general de Gobierno, secretario de Seguridad Pública y Protección Civil, vocero y asesor)”.
El informe añade: “Desde meses antes de los hechos, existía conocimiento previo, que se muestra en cuatro tipos de fuentes distintas, tales como actas del Grupo Guerrero Seguro, documentos de Sedena a los que tuvo acceso el GIEI y que se encuentran en sus archivos, documentos del CISEN y entrevistas con personas clave o responsables institucionales de la época”.
Con respecto al Grupo de Coordinación Guerrero Seguro, los expertos del GIEI aseguran que existen documentos y actas de las reuniones, desde mayo de 2014, donde se hacía referencia a la “cooptación” de policías y autoridades locales por la delincuencia organizada.
Destaca que en el anexo FCA GAOI 4957, del 25 de octubre de 2013, de la 35 Zona Militar, denominado Agenda de riesgos y amenazas, se incluye una relación de funcionarios con presuntos vínculos con la delincuencia organizada, varias de ellas, implicadas en el caso Ayotzinapa.
Refiere que, entre ellos, hay diputados federales y locales, así como presidentes municipales y directores de Seguridad Pública de Teloloapan, Iguala, Cocula y Apaxtla.
También destaca que existía el antecedente del asesinato de Arturo Hernández Cardona, “militante de oposición de Iguala” en 2013, hecho al que ya aparecía ligado entonces el propio presidente municipal de Iguala, José Luis Abarca, y por cuya responsabilidad fue sentenciado a 90 años de cárcel, en mayo de 2023”.
“La gravedad de la situación era tan conocida que, desde mayo de 2014, se solicitó desarmar a la policía de Iguala en el Grupo de Coordinación Guerrero Seguro”.
Insiste en que las autoridades militares y el CISEN conocían la connivencia y cooptación por parte del narcotráfico, de diferentes presidentes municipales de la zona, desde hace al menos dos años.
Refiere que, por ejemplo, en la reunión del Grupo de Coordinación Guerrero del 3 de mayo de 2014, el comandante de la 9 Región Militar expuso que “con la detención de X, un mayor retirado, quien operaba una célula delictiva en Iguala, se desarticuló el objetivo de formar una policía única y ahora es indispensable quitar al teniente que está al frente de la Policía Municipal de Apaxtla, ya que forma parte de la estructura que encabezaba el mayor”.
En el informe se hace referencia a múltiples hechos de violencia, que ocurrieron los dos años anteriores a los ataques y a la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, donde se afirma que en caso de haber intervenido, se habrían evitado.
“Existe una amplia evidencia del nivel de información que tenía Sedena, en ese momento, sobre actividades delictivas de grupos ligados al narcotráfico y la delincuencia organizada, lo que permite ver que, lejos de ser cuestiones ajenas al propio Ejército, hacían parte de sus patrullajes, recogida de información y análisis del contexto, que permitían tener conocimiento directo de la situación”.
Añade: “Podemos afirmar que la situación del crimen organizado, en la jurisdicción de la 35 Zona Militar, incluida la sede del Batallón 27 de Iguala, era grave y se tenía conocimiento global de su accionar, reflejándose del 16 de enero de 2013 al 22 de septiembre de 2014, en la estadística de delitos del fuero federal”.
Menciona que documentos de Sedena muestran cómo el Ejército tenía monitoreo de la situación e información de vínculos, entre autoridades de distintos niveles en varias localidades de la zona de Iguala y aledañas, donde aparecen incluso nombres de personas con distintos niveles de implicación en los hechos, algunas de ellas detenidas y judicializadas, y otras no”.
“Es decir, se tenía conocimiento previo de la implicación con el crimen organizado de varias de las personas vinculadas a la investigación sobre Ayotzinapa, no sólo el presidente municipal de Iguala”, pero señala que esto se negó en el proceso de investigación posterior.
Menciona que, si bien con posterioridad algunas de estas personas fueron detenidas, hay otras que están pendientes de vincular a proceso.
Asimismo, refiere que encontraron a personal que había sido parte de la Sedena y que estaban prófugos de la justicia penal militar, sin embargo, prestaban sus servicios en las policías de Iguala y Cocula.
Los expertos exponen en el informe que toda esta información, que implicaba a mandos militares con la delincuencia organizada, así como la omisión antes y después del caso Ayotzinapa, y su participación en los hechos, quiso ser despejada en una entrevista y plantearon la solicitud a los mandos.
–El GIEI expresa la necesidad de contar con la intervención de esa institución, para tener la posibilidad de entrevistar de manera directa a los integrantes del 27 Batallón de infantería, ¿aceptaría usted?–preguntaron a un mando de la Sedena.
–No, porque no son (los del GIEI) autoridades mexicanas, y no tienen la facultad para entrevistarnos –fue la respuesta, según se consigna en el informe.

 

Jueces se negaron a recibir la petición de PGR para consignar a policías por la desaparición de los 43

Jueces del sistema penal tradicional y del sistema penal acusatorio se negaron a recibir la solicitud de la Procuraduría General de la República para consignar a policías implicados en la desaparición forzada de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, denunció el abogado Vidulfo Rosales Sierra.
En consulta telefónica, indicó que en una reunión privada de los padres y abogados de los estudiantes desaparecidos, con los funcionarios de la delegación mexicana en el marco de las sesiones públicas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), en Lima, Perú, sólo abordaron un tema: el avance en tres de nueve líneas de trabajo sobre los hechos del 26 y 27 de septiembre de 2014, hasta el 30 de junio de 2017.
De vuelta al país, indicó que de acuerdo con el cronograma firmado con la CIDH, para esa fecha, el viernes, el gobierno iba a presentar resultados sobre la telefonía celular, sobre el quinto camión y sobre la consignación de los policías municipales de Huitzuco.

Telefonía, trasiego de drogas y Huitzuco

Respecto a la telefonía, como se dijo en la sesión pública, el abogado indicó que los funcionarios sólo informaron de dos teléfonos nuevos integrados a la investigación, además de los siete que ya estaban en análisis, pero aún no hay nada de las conversaciones y mensajes de estas líneas, en el tiempo que se mantuvieron activos, después de la desaparición forzada de los normalistas.
Del quinto autobús, que en la tesis del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, (GIEI), pudo contener un cargamento ilegal, y que la probable intervención en el trasiego de droga motivó el ataque indiscriminado y violento contra los normalistas, las autoridades aseguraron que ya se hicieron los peritajes y se confirmó la autenticidad del vehículo (que los expertos estimaron que pudo ser cambiado), y que no encontraron compartimentos ocultos.
Otra cuestión fue la ruta del autobús, ya que el chofer, la empresa y los estudiantes señalaron trayectorias diferentes; la PGR determinó que la ruta correcta es la que declararon los alumnos de Ayotzinapa.
Rosales Sierra dijo que en este punto, los padres cuestionaron a los funcionarios por qué no han investigado la razón de que los representantes de la empresa y el chofer del quinto camión mintieron sobre la ruta del autobús, sin llegar a ningún avance.
Pero aclaró que el quinto autobús ya no representa mucho en el caso, porque hay otros elementos más sólidos para señalar que el trasiego de droga existe, y cualquiera de los autobuses que llevaban los estudiantes podía llevar un cargamento droga.
Sobre la consignación de los policías que se llevaron a un grupo de los 43 estudiantes hacia Huitzuco, según testimonios  “con el jefe”, Rosales explicó que el argumento es que ni juez del sistema penal tradicional ni el oral, los aceptan como parte de sus competencias, “ahí está detenido el proceso”.
Aclaró que los padres señalaron que ese es un problema que el Estado debe resolver, “nosotros queremos resultados ya”.
Relató que esta reunión fue más tirante y más específica que la que se tuvo en la sesión pública de la CIDH que se transmitió el viernes, pues de acuerdo con el programa de trabajo, el gobierno mexicano se comprometió a dar resultados sustanciales en estas tres líneas de trabajo.
En este escenario, confirmó que hay pocas expectativas para la reunión de seguimiento prevista en la Ciudad de México en agosto.
Anunció que la próxima visita del mecanismo de seguimiento de la CIDH será el 30, 31 de agosto y primero de septiembre

La Gavia

Confirmó que en esta reunión exigieron que se investigue una versión que trascendió en la prensa, de que un grupo de estudiantes fue entregado a la banda de Los Tequileros, y llevados a hacia La Gavia, municipio de San Miguel Totolapan, en la región Tierra Caliente.
Aclaró que dentro de las investigaciones nunca se mencionó ni a Los Tequileros ni a La Gavia, si embargo, hubo comentarios esporádicos los primeros días después de los ataques, de gente que nos decía que probablemente los sacaron por Tierra Caliente, pero así llegaron cientos de rumores, de que se los llevaron a Carrizalillo, a Taxco, o que los tenían trabajando en la Sierra de Tlacotepec.