Sin dinero para medicinas, solo en su casa, tomando tés de yerbas, sobrevivió a Covid

Alejandro, de 68 años, que vive en las faldas del cerro Chuperio, barre un jardín en Ciudad Altamirano Foto: Israel Flores

Israel Flores

Ciudad Altamirano

El señor Alejandro, de 68 años de edad, vecino de Altamirano, de las faldas del cerro Chuperio, sobrevivió a un contagio de Covid, con remedios naturistas, en medio de una crisis de salud y temor porque no tenía dinero para las medicinas.
Hombre de bajos recursos, con salario de 2 mil pesos a la quincena, sufrió un contagio en diciembre pasado. Fuertes temperaturas de 38 y 39 grados, con crisis de tos. Vive solo, su familia no está en la región.
De pronto fue a un médico y le dijo que estaba contagiado. La pérdida del olfato y el gusto eran síntomas claros entre otros. Le dio una receta para surtirse, pero a sumar el costo de los medicamentos se le hacía la cuenta de un mes de salario.
Entonces tomó la decisión de su vida: “Me pongo en las manos de Dios porque no me alcanza, y voy a tomar unos tés calientes y unas yerbas que tengo”.
Don Alejandro contó que para el momento en que fue al médico ya llevaba unos 7 días. Le dieron permiso de faltar al trabajo, pero además, su preocupación es porque su mayor ganancia de dinero es lo que la gente le da de propina. Confirmó que se encerró en su casa.
“Yo me puse a pedirle a Dios, vivo solo, sufro de diabetes, de la presión, y no tenía nada de dinero para los medicamentos. Algunos amigos me traían de comer, me ayudaron de ese modo. Tenía unas pastillas para la calentura, y eso fue lo que tomé”, contó.
Dijo que no le alcanzaba para irse al hospital, porque en el hospital no hay medicamentos, y “tiene uno que comprarlos, y es el mismo problema”.
Entonces comenzó a cortar todas las yerbas que tiene en casa: “la papaya, el te de hojas de limón, el eucalipto, comí muchos limones, tengo un árbol de toronjas, me las acabé, me acabé todos los árboles de yerbas que tengo como el muicle, algunos vecinos me trajeron atoles, comí hasta iguana, y en una semana estuve mejor. Nunca me faltó mucho la respiración, sólo algo, un poco, pero cuando me sentía mal, le seguía comiendo de todo”.
“Me pidieron que me hiciera la prueba, pero no salí de mi casa para no contagiar a nadie, no me moví de mi casa. Como vivo solo, casi no recibo visitas, pero sí pensaba mucho en la muerte, y entonces me ponía a pedirle a Dios, porque no había de otra”.
Contó que los mareos siguieron. “Tardé casi un mes y medio en regresar a trabajar, y no del todo bien, seguí con tos, seguí con problemas. No me considero un hombre sano, pero creo que como estoy activo siempre esta enfermedad me dejó vivir”.
Don Alejandro, argumentó que en su manzana murieron dos personas de Covid en el inicio del año, y más jóvenes. “Yo ahora de vez en cuando me sigo mareando, todavía siento a veces que me falta el aire, pero me cuido más, porque sigo sin tener para las medicinas. Corrí con suerte, y Dios me quiere aquí todavía, de otra forma, no la estaría contando”.

Nadie nos enseñó cómo atender Covid, tuvimos que aprender a trancazos, dice Gómez Zanabria

El médico Víctor Gómez Zanabria Foto tomada de su cuenta de Facebook

Ramón Gracida Gómez

A un año del primer caso de Covid-19 confirmado en Guerrero, el doctor Víctor Gómez Zanabria se ha convertido en uno de los médicos más solicitados en Acapulco por la eficacia de su tratamiento. Cuenta más de mil pacientes atendidos, una larga experiencia en la que “tuvimos que aprender a trancazos, y a veces los trancazos eran que el paciente no mejoraba, que el paciente se moría”.
En entrevista con El Sur, el médico con una larga trayectoria política declara que gran parte de su trabajo ha consistido en convencer a “muchísimos” pacientes con pánico al nuevo coronavirus de que no se van a morir. Además de tomarla con tranquilidad, destaca que la enfermedad es totalmente curable si se acude al médico al primer síntoma, pero critica que parte de la sociedad siga pensando que ir a los hospitales “es ya para que los maten”.
Considera que la atención pública no ha sido mala, pero apunta que hace falta más inversión en el sistema de salud porque observa que el tratamiento que dan las instituciones es “muy básico”. A pesar de que ha bajado el número de casos en las últimas semanas, llama a seguir cumpliendo las medidas sanitarias, particularmente en el actual semáforo amarillo, que es cuando más se registran casos.
“¿Se vale llorar?”, pregunta al ver la grabadora el doctor Gómez Zanabria, quien hace una pausa en su jornada laboral de este viernes para hablar de su experiencia durante la pandemia. Son las 2:30 de la tarde, la paciente mil 103 acaba de salir del departamento convertido en consultorio desde finales de abril pasado porque el Covid-19 lo agarró sin un establecimiento fijo.
Su caso número uno fue el chofer del primer funcionario del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) que falleció por el nuevo coronavirus casi al inicio de la pandemia en marzo de 2020, “me explicó que se sentía muy mal y que nada más quería pasar la noche porque ya le habían hecho pruebas”. Lo internaron, falleció a los dos días.
Empezó así a visitar a los enfermos a domicilio, “a veces nos daba las 3, 4 de la mañana viendo pacientes, me acompañaba mi esposa y casos desde severos hasta graves. Fue una época muy impresionante para nosotros por la gravedad”.
En una de esas salidas, el “Google se equivocó y nos metió a una colonia, era de terracería. Salió un carro con dos fulanos, que qué andábamos haciendo, que si cooperábamos para el pomo, nos asustamos, íbamos los dos”.
–¿Por dónde?
–Por la plaza Caracol hacia adentro, en vez de ir a una colonia hacia la derecha, nos metieron a una a la izquierda. Al final les dimos 200 pesos, yo creo que gracias a que me vieron con ella, no nos hicieron nada. Al final nos dijeron, ‘saben qué, sálganse, los van a venadear, los vamos a acompañar hasta la salida de la colonia’.

Convirtió su departamento en consultorio, y atendía hasta la madrugada

Eso detonó que su departamento ubicado en la calle Chiapas, frente a la UDA, se convirtiera en consultorio. Pero fue tanta la concurrencia en la sala en la que destaca un cuadro del Quijote enfrentando a los molinos de viento, que “ya no podíamos ni desayunar ni comer ni cenar”, entonces decidieron mudarse en noviembre pasado y acondicionar el departamento exclusivamente para la atención médica.
Con 40 años de experiencia, el médico cirujano con estudios en inmunología en el hospital Centro Médico Nacional, hoy Hospital Siglo XXI, cuenta que el éxito de su tratamiento es por el Carzilasa, medicamento que no conocía hasta cuando le pidieron que lo inyectara “y empecé a investigar y cuando vi lo que era, yo quiero esto. Comencé a investigar, total que llegué al que para mí es una eminencia, él tiene un doctorado en medicina molecular en Alemania, doctor Rocha Carrillo, el investigador principal de estos dos medicamentos. Me dijeron, es muy difícil ese señor, a ver si quiere hablar con usted. Finalmente lo logré y ahora tengo una gran amistad”.
Junto con el otro medicamento RD nuverasa, la eficacia del tratamiento de Gómez Zanabria se refleja en casos como el de una paciente que “ni el pulmón se le veía en la radiografía, literal, con 40 de oxigenación, cuatro veces a punto de morirse. Yo me acuerdo que la gente lloraba alrededor, ya despidiéndose de la señora y yo todavía le estaba inyectando cosas. Y la señora está viva en su casa por no rendirme. Gracias a Dios está viva en su casa, no gracias a mí, yo siempre digo que yo nomás le ayudo”, dice el ex militante panista.
Además de estos medicamentos inyectables, el doctor adjudica su reconocimiento a que ve “al paciente como si fuera mi familia”, lo que les genera confianza, pero también tristeza en él.
“Por eso dije que si se vale llorar porque me involucro mucho con la gente, con mis pacientes, con sus familiares. Antier murió una persona, que ni siquiera era mi paciente, pero intenté en los últimos dos días, familiar de una enfermera que nos ayuda, y en la noche lloré igual, como si se se hubiera muerto un familiar mío. Me da mucho coraje que se muera la gente”, declara con voz entrecortada y ojos humedecidos.
Relata que el finado Eger Gálvez, su compañero en el gobierno del perredista Evodio Velázquez como director de Salud y él como secretario de Planeación y Desarrollo Económico, le habló diez días antes de fallecer para preguntarle por su tratamiento, pero nunca fue por él, “a mí me dolió mucho porque sentí que él se pudo haber salvado”.
Resalta que cada médico “tuvo que rascar con sus propias uñas, cada médico tuvo que investigar cómo hacerlo, cada quien tuvo que encontrar su propio camino de tratamiento. Nadie nos educó, por más que digan, a nivel nacional nadie nos educó. No hubo protocolo, incluso el ISSSTE y el IMSS manejan protocolos diferentes de tratamiento porque me llegan pacientes que fueron. Entonces tuvimos que aprender a trancazos, y a veces los trancazos eran que el paciente no mejoraba, que el paciente se moría. Yo tengo la fortuna que no se ha muerto mucha gente que he tratado.”
–¿Cuántos pacientes?
–Yo creo que andarán por los 40, pero me llegó gente falleciendo, llegaba gente con 35 de saturación de oxígeno, con 30. Se han muerto más, yo creo que entre conocidos y gente que traté y gente cercana a los que conozco, pues sí son como 120 muertos, una cosa así. Gente que yo directamente traté, que creí que se podía salvar y no se salvó, unos tres o cuatro, que sentí que se salvaban y no, finalmente falleció.

Desesperación, dolor, intentos de suicidio

Además de los síntomas tradicionales de tos, fiebre, el doctor Gómez Zanabria observa que el Covid-19 genera temor, pánico y ansiedad, “muchísimos pacientes de repente me hablan y me dicen, es que estoy ansioso, no puedo respirar, aunque estén oxigenando bien”.
Y hasta ha lidiado con intentos de suicidio, “una paciente me decía ‘doctor, se lo firmo, quíteme la vida, así, ya no aguanto, se lo firmo, quíteme la vida.’ Yo decía, no lo puedo matar, yo estudié para salvarlo, no para matarlo. Hubo alguien que ni siquiera el paciente, era su familiar, que atentó contra su vida y lo logró. Así de grave. Tuve otra persona que lo intentó, no lo logró, pero sí se clavó un cuchillo.”
Por ello parte de su trabajo es hacerla de sicólogo y “convencer que no se van a morir, así de frente, ¡los estoy viendo a los ojos, mire, no se va a morir, hágame caso!”.
Asegura que “si alguien se enferma de Covid y lo toma con cierta tranquilidad, se atiende rápido y se atiende bien, el Covid es totalmente curable”. El problema es que algunos de sus pacientes llegan con tratamientos mal iniciados y mal aconsejados, “que porque un familiar le sirvió esto, que al principio estaba el tesito de las aspirinas con el limón hervido, luego que todo lo caliente te quita el Covid, entonces se quemaban la garganta tomando tés calientes, algunos consejos que no son útiles, pero la gente les hace caso porque me lo dijo mi prima, mi comadre, o alguien que me aprecia, eso no debe de ser”.
Por eso llama a que la gente acuda de inmediato al doctor al primer síntoma y a que se sigan cuidando, usando cubrebocas y no estigmatizando a los enfermos porque “mis pacientes me dicen, no me quieren inyectar, no me quieren ver, nos ven como apestados”.
Otro problema recurrente es que “la gente tiene mucho miedo ir a las instituciones, creo que ahí sí están en un error, sí quisiera que lo puntualizaran. La gente cree que ir al ISSSTE o al IMSS es ya para que los maten”. Por eso asegura que la estadística oficial sobre los casos “nada que ver” con la realidad.
También se necesita un “sistema de salud más eficiente, no de palabritas si le voy o no a meter dinero”, sin embargo, afirma que la atención en los hospitales públicos “no es mala, honestamente. Yo luego les digo a mis pacientes, no está mal, usted debería de acudir a una institución si tiene seguro. Les están dando su cajita feliz, yo digo, con un kit muy básico de medicamentos e incluso yo creo que en plan, no debería de decirlo así, pero de ahorrar porque les dan un antibiótico y les dicen, tómese una pastilla hoy y media después. O sea, como queriendo no gastar tanto en las instituciones, probablemente porque no haya el recurso, eso se entiende”.
El promedio de las últimas semanas es de entre 10 y 15 pacientes al día, pero “estos semáforos amarillos nos dan en la torre porque anda gente asintomática en la calle, pues nos van a provocar que tengamos otra oleada después”, por ello insiste en no bajar la guardia.
Relata que el peor momento de la pandemia fue julio y agosto, “yo creo que estuve dando alrededor de 35 consultas al día, desde las 7-8 de la mañana hasta las 4-5 de la mañana porque antes todavía dábamos a domicilio, dormíamos tres horas y otra vez. El teléfono empezaba a sonar desde las 5 de la mañana”.
Asegura que nunca le ha tenido miedo al coronavirus, incluso cuando se enfermó junto con su esposa a mediados de mayo, “y enfermos y todo y dábamos consulta, teníamos la sala llena de gente. Donde está la recepción, ahí tenía el escritorio y las sillas y todos alrededor viendo cómo daba la consulta. Se acostumbraron, yo les decía, ni se espanten, todos tienen lo mismo, o sea, aquí nadie va a venir contagiar a nadie, ya vienen contagiados”, declara el doctor que no usa cubrebocas en su consultorio.
Indica que “bajó un poquito en diciembre, pero poquito, pero en cuanto pusieron el semáforo amarillo, a los 15 días ya estábamos otra vez con muchos casos. De hecho, en febrero hubo más casos, que en julio y agosto, se fue el pico hasta arriba. Ahorita en marzo hay menos casos”.

Un paciente grave llega a gastar 200 mil pesos

El doctor Gómez Zanabria también observa una crisis económica porque el Covid es una enfermedad que se puede volver carísima, “un paciente no grave, regular, pero sí delicado, yo creo que se gasta sus 8, 10 mil pesos. Un paciente grave sí llega a gastar 200 mil pesos, con lo que yo estoy manejando. Un paciente grave en el Santa Lucía o en el Prado, o en otro tipo de hospital, se gastan 100 mil pesos diarios en tratamiento. Un entubado es muy caro”.
Al consultorio de la colonia Progreso llegan pacientes de distintos estratos sociales, pero la mayoría son de escasos recursos, algunos incluso llegan descalzos, agrega su esposa Romina Ramírez, quien lo ayuda a recibir a los pacientes con otras tres enfermeras, “sin ella no hubiera podido” seguir, asegura el médico con una larga trayectoria política.
“Una paciente me dijo aquí, doctor, estamos empeñando nuestras cosas para poder salvar a nuestro familiar, y sí es cierto, yo lo entiendo así. En una pandemia, en una crisis económica que causó la misma pandemia, con un mal manejo de políticas públicas de parte del gobierno en cuanto a apoyar a la gente para que tenga recursos. La gente no tiene dinero, se quedan sin trabajo muchos, muchos. No es mentira, le doy la medicina y les digo, luego me la paga, yo lo que quiero es que se curen. Mi sorpresa es que, gracias a dios, la mayoría me paga.”

 

Si tienes un síntoma da por hecho que tienes Covid-19; no estés pensando que es una gripita

El subsecretario de Asuntos Políticos Sociales y Religiosos del Ayuntamiento de Acapulco, Marco Antonio Adame Foto:?Tomada de su cuenta de Facebook

Aurora Harrison

“Cuando tengas un síntoma da por hecho que tienes Covid-19 y no estés pensando que es una gripita” dijo el subsecretario de Asuntos Políticos Sociales y Religiosos del Ayuntamiento de Acapulco, Marco Antonio Adame Bello, quien ha padecido dos veces este virus.
En julio del año pasado enfermó por primera vez de Covid, en enero recayó y los síntomas fueron más fuertes, tuvo agotamiento, temperatura de 40 grados, que le provocaron que le pusieran suero durante cinco días porque perdió el apetito y el olfato.
Tiene 61 años de edad, padece diabetes, es integrante del Frente Guerrerense Magisterial, fue secretario general del Sindicato Único de Trabajadores del Colegio de Bachilleres, actualmente es funcionario municipal, atiende a movimientos sociales.
“En esta reinfección de Covid-19 estuve guardando todas las instrucciones de los médicos, me dieron un tratamiento, pero también me dio dengue, así que tuve el covidingue” contó a este medio, y precisó “tuve temperaturas elevadas de casi 40 grados”.
De la primera vez que se contagió, mencionó que fue en julio del año pasado, su esposa tuvo neumonía atípica y él neumotitis, “salí positivo pero tuve síntomas muy leves, mi esposa se vio un poco más complicada, la segunda vez fue en enero tuve síntomas”.
“No sé dónde pude haber sido contagiado, porque tengo constante contacto con mucha gente aquí en el Ayuntamiento, a pesar de las medidas de restricción y de la disminución del aforo de personas, trato de atender a grupos de mínimo cinco”, dijo.
Sin embargo, indicó, la información que han proporcionado las autoridades de Salud y los expertos es que el virus ha agarrado mayor fuerza en cuanto a su capacidad de contagio.
En esta reinfección “tuve unas temperaturas muy elevadas casi 40 grados, y eso hizo que tuvieran que ponerme un suero porque disminuyoó mi apetito, me colocaron durante cinco días un suero, mi saturación bajó a 88, 89 ya casi estábamos previendo buscar el oxígeno pero no hubo necesidad porque después me empecé a recuperar”.
Recordó que no tuvo problemas para respirar por el contagio y conforme pasaban los días empezó a sentirse bien, la fiebre bajó, de manera que se sintió más aliviado, y acudió para realizarse una segunda prueba para determinar que ya no tenía Covid.
La primera vez, platicó, no fue tan complicado, incluso llegó a pensar que no tenía nada y que no estaba enfermo, pero se realizó la prueba y salió positiva y se aisló.
Actualmente “sí he sentido las secuelas, porque hay mayor cansancio, mayor agotamiento, de repente a uno le da sueño y me he estado cuidando, tuve todas atenciones y facilidades aquí de la presidenta (Adela Román Ocampo), estuvo muy al pendiente de mi evolución”.
La semana pasada se reincorporó a sus trabajo, después de estar 15 días en reposo médico, su estilo de vida cambió, ahora sale a caminar, y sigue con los cuidados el uso de cubrebocas, googles, lavado constante de manos, y en su bolso gel y alcohol.
“El primer día que me incorporé a mi trabajo, particularmente atendí unas cuatro organizaciones y creo que hablé dos horas seguido, sentí cansancio, un poco de dolor en la garganta, entonces las secuelas son las que te hacen ver que sí fue algo que resintió tu cuerpo, pero la primera vez no fue tan complicado no tuve fiebre”, dijo.

Atenderse al primer síntoma

Adame Bello, no es el único funcionario de la actual administración municipal de Acapulco que ha enfermado de este virus. El coordinador de Protección Civil y Bomberos, Cuauhtémoc Gayosso también ha padecido en dos ocasiones.
“He estado viendo que mucha gente está falleciendo y lo que me he dado cuenta es que se han atendido tarde, afortunadamente el primer día que tuve síntomas ese día me fui hacer la prueba de antígeno, me dieron el resultado a las dos horas, entonces ahí mismo comencé atenderme” dijo.
Agregó que ha tenido conocimiento de personas que dejan pasar días, porque no tienen los síntomas tan drásticos, “pero por dentro va avanzando la enfermedad, atacando los pulmones por eso me he dado cuenta que es muy oportuno como dice (el subsecretario de Salud federal Hugo) López Gatell cuando tengas un síntoma da por hecho que tienes covid y no estés pensando que es una gripita y que se te va a quitar”.
Padecer Covid-19 “es muy caro”, dijo, porque recordó que para mayor seguridad en el diagnóstico tuvo que hacerse varias tomografías, y son estudios caros, “en esta ocasión mi esposa también se contagio y al revés de la pasada no tuvo fiebre, no tuvo nada, pero las molestias fueron mínimas, pero yo sí me sentí más, me hice tres tomografías”.
“Calculo que ha de haber sido unos 40 mil pesos entre medicamentos, pagar un enfermero y las video llamadas con doctores que cobran, porque en esas condiciones que no estás tan grave ir a un hospital corres el riesgo de contagiarte más”, consideró.

De Atoyac a la Cdmx con Covid, uno de los periplos más terribles de mi vida

Arturo García Jiménez, tras su recuperación de Covid, en el Jardín del Edén en Atoyac Foto: El Sur

Fue uno de los periplos más terribles de mi vida, seis días deambulando con el Covid y casi diez hospitalizado luchando por la vida.
Y tuvieron que ocurrir muchas cosas; algunas estrellas se alinearon, hubo implosiones y explosiones de sistemas solares, hoyos negros y coasares, hasta que por fin pude conocer una nueva versión del infinito.
El día 1 de contacto fue el 16 de octubre mientras realizaba un viaje de dos días por Querétario, Guanajuanto, Hidalgo y Morelos; mi hijo ya estaba contagiado y resultó asintomático, y cuando él se dio cuenta de inmediato se fue al hospital mientras que yo me quedé entretenido con las decenas de fórmulas de medicina popular y las indicaciones de mis médicos locales para atacar una reuma atípica que apareció en mis pulmones.
Mi disciplina era muy precisa día a día: por la mañana después de bañar me aplicaba una mascarilla de bicarbonato de sodio en la cara, enseguida una cucharada de aceite extra virgen de coco, luego agua de limón con bicarbonato y medicina para la glucuosa, como dos veces al día un té medio complejo enviado por los compañeros de Taxco (genjibre, limones, cáscara de piña, vinagre, ajo y cebolla morada), durante todo el día ingería cuatro medicamentos para atacar una neumonía atípica detectada en los pulmones; jarabe para la tos hecho a base de ajo, miel y aceite extra-virgen de coco; dos veces al día clorofila de moringa, por la tarde noche té de yerbasanta con muitle, ya para dormir una gota sublingual de extracto de mariguana y al final, mis vitaminas. Con todo ello según yo estaba más que protegido, mientras mi hijo Olmo se debatía en un hospital de la Cdmx.
Fué una amiga de la historia quien comenzó por sacudir mi inercia. En un mensaje escueto me dice: Hola, me entero con tristeza de que estás enfermo. El Covid es real y objetivo, no puedes estar perdiendo el tiempo con tesitos. Debes irte ya al hospital y que te atiendan con todos los recursos medicinales y científicos.
Y esa misma noche amanecí con un sueño-pesadilla: “Mi cuerpo se separó de mí y se asemejaba a un guiñapo de trapo, ya no respondía ni quería comer ni tomar medicinas, durante toda la noche me ocupé en proporcionar oxígeno a los de El Quemado y Cerro Prieto, aunque era muy difícil, unas doncellas me ayudaban a capturalo y hacer que los compañeros lo respiraran…”. Al amanecer me di cuenta que el único que no podía respirar era yo.
Hablé entonces con mis amigos médicos porque además ya me sentía muy debilitado y de pilón deshidratado, me dijeron que no había más que internarme, que las opciones eran Atoyac, Zihuatanejo, Acapulco o Chilpancingo, para mis adentros yo me decía que de los cuatro no se hacía uno, por la experiencia que ya se había visto en estos hospitales (con todo respeto). Y en ese instante entra una llamada del Dr. Salomón García con un tono presionante: ¿qué has decidido?. Fue que en un segundo/luz, agobiado por la impotencia y a punto de brotar la primera lágrima le dije: Me voy a Cdmx.
Desde luego que no tenía nada preparado más que la camioneta con gasolina, mis amigos consiguieron de inmediato un tanque de oxígeno y tomamos camino con el buen Tino como piloto y Gahel como copiloto. Olmo nos alcanzó en la caseta de Paso Morelos, alabo su gran solidaridad pero desestimo su irresponsabilidad ya que tenía apenas dos días de haber salido del hospital; más en fin, enfilamos nuestro camino rumbo a la Cdmx. Llegamos al hospital casi al punto de las 24 hrs. del viernes 30 de octubre, llegué pidiendo oxígeno ya que según el oxímetro procesaba al 77%.
De inmediato me metieron a una especie de cohete donde checaron a detalle el estado de mis pulmones, pude constatar por un instante cómo se parecían a un pedazo de queso gruyere, mientras la Dra. de turno decía que (este señor) tal vez no llegaría al día siguiente…
Y fue así que comenzaron a estabilizarme y permanecí en terapia intensiva, fue hasta las 3 am que me subieron a mi cama ya que para variar no había espacio.
A partir de aquí fueron nueve días con sus noches de lucha permanente por la vida; debo reconocer la atención del Hospital: atención permanente, combate al Covid en todos sus niveles y chequeo de signos vitales cada dos horas.
Gracias a la disciplina fui el primero en dar de alta en esa sala donde estábamos ocho pacientes, algunos se iban agravando.
Y aquí estoy ya, me dieron de alta el 8 de noviembre y me vine directo al Jardín del Edén (en Atoyac) para restañar mis heridas y recuperarme.
Cumplo mañana miércoles 18 de noviembre un nuevo año de vida, así como ya 10 días en recuperación, y siento que ya estoy en condiciones de salir a la luz. Algo que me inquietaba mucho era cómo los partes médicos siempre me daban por paciente en jaque (de delicado a posible agravamiento), pero nadie sabía que dentro del hospital libraba minuto a minuto una lucha a muerte por la vida.
Más en fin ya estamos casi listos para comenzar a circular, el balance de 10 días entre paréntesis de pronto aparece complicado: mil 551 whatsapp sin contestar, 25 llamadas perdidas, 29 mensajes de MSN, 38 Correos, 17 Messenger, 133 Facebook , 7 Instagram, 61 Twits, 337 YouTube, 12 Telegram y más de 15 días sin leer noticias ni redes sociales. Sin embargo, ello no se compara con haber estado 12 mil 960 minutos con oxígeno artificial y luchando en todo momento por la vida.
Por ello, hoy vengo a entregar mi corazón. Gracias a la fe colectiva, el apoyo concreto y las buenas vibras de familiares, amigos y camaradas hoy seguimos adelante. Leo y releo todos y cada uno de los mensajes vertidos y me admiro por esa capacidad de sensibilidad que aún existe. Quisiera que esta práctica se siga desarrollando y que día a día recobremos esa cualidad que nos caracteriza: somos humanos…!
Les dedico esta hermosa canción de Mercedes Sosa que hace alusión a algo que en este mi cumpleaños quiero gritar a los cuatro vientos: Gracias a la vida, que me ha dado tanto…

* Arturo García Jiménez, presidente de la Red de Agricultores Sustentables Autogestivos (RASA) y asesor general de la Coordinadora de Comisariados de Guerrero

Convive con Covid y sufre violencia institucional, falta de material y reproches de la población

La doctora de la Jurisdicción 07 de la Ssa, Klelia Trigo, se pone la ropa de protección para trabajar en la toma de pruebas de coronavirus, en el módulo instalado en el Asta Bandera de Acapulco Foto: Jesús Trigo

Mariana Labastida

La médica Klelia Trigo tiene cinco meses encargada del módulo de pruebas Covid-19 ubicado cerca del Asta Bandera; aunque tiene miedo dice que se ha acostumbrado a convivir con el coronavirus.
“Cuando alguien sale positivo se le ve la cara desencajada porque muchos no tienen recursos, nosotros nada más damos una receta, han ido familias enteras que después nos enteramos que han muerto algunos integrantes, yo doy gracias todos los días a Dios de mantenerme sana”.
Cuando llegó hace cinco meses a dicho módulo eran ella y una enfermera las que atendían a quienes acudían, hoy suman seis personas las que registran, toman muestras y dan resultados de la prueba. Estas trabajadoras y trabajadores de la salud han recibido amenazas, han sufrido violencia institucional, falta de material, de personal y reproches de la población.
La especialista en Salud Pública llega al módulo de pruebas Covid-19 bajando de su vehículo caretas y una sombrilla, también trae detergente porque las mesas que les llevan para instalarse llegan sucias y se lavan antes de atender a los primeros en la fila de espera.
Es de las últimas en vestirse, mientras el resto de los trabajadores preparan la hojas de registro para anotar los datos y tratan de contener a quienes esperan desesperados, a veces desde tres horas antes, ella termina de ponerse el traje de protección que queda incompleto porque desde hace meses que no les llevan botas para cubrir los zapatos.
Klelia está adscrita al centro de salud de la colonia Alianza Popular, al inicio de la pandemia sugirió que se trabajara de manera escalonada, una parte del equipo de trabajo una semana y el otro la siguiente para evitar en caso de contagio cerrar el lugar. Se ofreció a atender pacientes Covid-19 porque vive sólo con su perrita, mientras sus compañeras de trabajo tienen hijos y algunos problemas de salud. “Yo me considero una persona sana, a mí nadie me obliga a estar ahí, yo quiero estar ahí”, dijo la médica sindicalizada, a diferencia de quienes son trabajadores de contrato que sí son enviados aunque no quieran.
Sin embargo, por su decisión de ser parte de los trabajadores de un módulo Covid no ha visto a sus padres ni a su familia cercana en meses, por miedo a contagiarlos.
Del centro de salud la movieron al módulo Covid-19 que se instaló en Mozimba cuando el gobierno del estado inició la campaña de detección del virus en Acapulco en junio, posteriormente al cerrar los de menor demanda nuevamente regresó a atender consulta a Alianza Popular.
En septiembre fue convocada por la Jurisdicción Sanitaria para trabajar en el módulo del asta bandera, a cinco meses de ser la encargada de tomar las muestras para detección de coronavirus, la médica reprochó que siguen las autoridades de salud actuando de manera improvisada cuando se les pide personal de apoyo para agilizar el proceso. Expuso que la última vez que le mandaron a alguien para que la ayudara en la toma de muestras, no tenía formación de médico y no era de ayuda, “para eso hay que tener conocimiento, la sensibilidad”.
También consideró que están padeciendo violencia institucional, porque les ofrecieron un bono que no ha llegado, les estaban dando un pago por concepto de gasto de camino que ya existía en la Secretaría de Salud para los que salen a trabajar fuera de sus centros asignados, no es especial por Covid-19, sin embargo, ya les informaron que ya no les llegará porque no hay presupuesto.
Lamentó que no se vea a la pandemia en la dimensión que tiene, que los diputados no hayan legislado para realizar acciones que ayuden a contener el contagio, que no se haya discutido en el Congreso un presupuesto para mejorar la atención en los módulos Covid-19, porque no tienen un toldo, buscan la sombra de los árboles para resguardarse y no tener que estar debajo del sol atendiendo con los trajes y batas que tienen que vestir para no contagiarse.
“A un año no podemos estar improvisando, lo que se hizo al principio, los diputados ya pudieron haber legislado o pedido alguna partida presupuestal para hacer frente a esta situación”.
La especialista en Salud Pública lleva casi un año trabajando de manera ininterrumpida de lunes a viernes, no solicitó vacaciones y reprocha que quienes acuden al módulo aun con síntomas sigan siendo inconscientes, porque escupen donde sea, no llevan donde depositar papel o servilletas con saliva, y todos los días los invitan a respetar la sana distancia.
Junto con sus compañeros de módulo han recibido amenazas, insultos y groserías de parte de la población que acude al módulo, algunos porque se molestan al saber que se acabaron los reactivos para pruebas y que tendrán que regresar otro día, otros porque consideran que estorban y no sirve de nada el trabajo que realizan.
“Nos dicen que solamente nos estamos haciendo tontos, nos han dicho los compañeros que estamos tontas porque el día que nos pase algo no nos van hacer un monumento, no estamos ahí por lo que nos hagan sino porque nuestro trabajo nos gusta” recalcó.
A pesar de que dijo ha “aprendido a convivir con el Covid, sí tenemos miedo pero ya nos acostumbramos a estar ahí porque sabemos que podemos ayudar”, enfatizó que no dejará de tocar puertas y gritar por lo que considera que falta para que tengan mejores condiciones al exponerse todos los días.
Hay días en los que sale positivas el 40 por ciento de las pruebas realizadas, en las que hay niños y mujeres embarazadas.
“No quiero pensar que es una indolencia por parte de la autoridad el hecho de que no nos mejore las condiciones laborales y como estamos laborando, no están cuidando a los trabajadores que estamos funcionando bien, los que estamos comprometidos con lo que hacemos y seguimos”.