Desesperada por su proceso penal detenido, anuncia Nestora nueva huelga de hambre

 

Después de que se cancelaron por sexta vez sus careos con quienes la acusan, porque no acuden a la diligencia, la coordinadora de la Policía Comunitaria de Olinalá, Nestora Salgado García, se dijo desesperada y dispuesta a comenzar otra huelga de hambre a costa de su salud, porque no tiene otra opción para alzar la voz.
Ante la violencia en aumento en todas las regiones y la permanencia en la cárcel de líderes del movimiento por la seguridad que se expandió en Guerrero de 2012 a 2013, consideró que el pueblo se está acostumbrando a vivir con la criminalidad.
Desde la torre médica de la prisión de Tepepan en la Ciudad de México, donde está recluida desde mayo luego de casi dos años en el penal de máxima seguridad en Tepic, Nayarit, anunció que prepara una segunda huelga de hambre, el primero de enero, por su libertad, y consideró que México “no puede ser un país de agachados”.
Dijo que los mexicanos “tenemos el poder, como pueblo, de organizarnos, y no podemos conformarnos a vivir con esto. Nos merecemos una vida digna, ya basta de este gobierno corrupto y represor”.
Vía telefónica anoche, la luchadora social dijo que por los activistas que la visitan ha conocido la violencia e inseguridad que parece acrecentarse en Guerrero, y que se agrava en la región Montaña.
Por ejemplo Chilapa, por el conflicto entre dos bandas de narcotraficantes, y hace dos días en el municipio vecino de Zitlala, que sumó cuatro personas degolladas a la larga lista de muertes en la entidad.
“Es muy fuerte, es algo inaceptable, yo siento que nos hace falta más lucha, por eso nos falta más unidad, unificarnos en este tema por lo que está pasando, que no sólo es en el estado, (también) Oaxaca, Chiapas, somos muchos los que estamos en la lucha por esta paz, por esta justicia. Cómo me gustaría que los estados, las organizaciones se unifiquen, no debemos, no podemos permitirnos ni darnos el lujo de quedarnos sentados o callados”, expuso.
Nestora Salgado se unió al movimiento de seguridad ciudadana que surgió en Olinalá en octubre de 2012, tras la desaparición de un taxista que se pensaba secuestrado, y las extorsiones y cobros de piso que mantenían en zozobra a la población. En 2013 el grupo de seguridad de Olinalá se unió a la Casa de Justicia de El Paraíso, Ayutla, de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC).
Detenida desde agosto de 2013, consideró que hay “tibieza” en la defensa de los presos políticos, “no solamente por mí, somos muchos los que estamos encerrados injustamente, esto es imparable y debemos detenerlos. Los pueblos podemos”.
Anunció que prepara una segunda huelga de hambre, el primero de enero, por su libertad. La primera fue en mayo y principios de junio de este año, durante un mes, de acuerdo con la información que transmitió por medio de sus representantes y familiares.
Después de que se cancelaran por sexta ocasión sus careos con quienes la acusan, porque no acuden a la diligencia, se dijo desesperada y dispuesta a comenzar otra huelga a costa de su propia salud, porque no tiene otra opción para alzar la voz. Hace diez meses, su condición física deteriorada motivó la emisión de medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y su traslado del penal de máxima seguridad a la torre médica de Tepepan.
Mencionó que su salud fue tema recientemente en una mesa de trabajo de gobierno y organismos que la acompañan, pero la nueva jornada es por su libertad y la de sus compañeros de la CRAC y otros presos injustamente en México.
Denunció que en la última audiencia de testigos y víctimas que la acusaron de secuestro, ninguno se ha presentado a los careos, pese a los citatorios del Poder Judicial. Ayer se informó que la parte ofendida no se presentó a la primera serie de audiencias programadas en el Juzgado 67 de Santa Martha Acatitla, y que habría diligencias del lunes a este miércoles, y lunes y martes de la siguiente semana.
Desde la cárcel, denunció que sus acusadores no se presentaron, “¡porque las autoridades no lo han exigido, ni su gente que se supone que secuestré!, no estoy dispuesta a seguir siendo la burla y el símbolo de la represión. Estoy cansada, si tengo que morir por eso, lo voy a hacer; no quiero seguir dando el gusto de seguirme usando”.
Dice que la inasistencia de sus acusadores a los careos confirma que fueron usados para llevarla a prisión, porque en un estado machista se castiga a la mujer que deja su hogar para unirse a un movimiento; “confié en que esto le daría fuerza a las mujeres para una lucha necesaria por la paz, por la humanidad, por el respeto a los derechos y la dignidad”.
Reveló que la consejera de la CRAC, Felicitas Martínez Solano la visitó para refrendar el respaldo de la organización, pero opinó que hace falta más trabajo por los presos. “Sé que ha habido muchas divisiones que lejos de ayudarnos nos están perjudicando, no sólo en la Coordinadora, en muchas organizaciones que se están desviando, y hago un llamado a cada padre con un hijo injustamente encerrado a que hagan conciencia de lo que está pasando, no podemos permitir que el gobierno siga haciendo detenciones arbitrarias”.
Al gobernador Héctor Astudillo Flores, le dijo que él no buscó este problema, pero tiene que resolverlo y darse cuenta de que el gobierno anterior se equivocó, que los integrantes de la CRAC presos en cárceles de Chilpancingo, Ayutla y la Ciudad de México actuaron en el marco de la ley y no cometieron los delitos de los que los acusan.
A familias con desparecidos, como a los padres de los 43 alumnos de la Normal de Ayotzinapa, pidió que sigan luchando. “Es la parte dolorosa y vergonzosa, cuando toco ese tema para mí es lo más desgarrador en lo emocional, es una gran vergüenza, atroz, que no debió pasar, ni palabras tengo para describir emociones y sentimientos, como madre, hermana, hija, sé que en estos momentos (de fin de año) es tremendo para los familiares, pero les puedo pedir que no dejen de luchar, que sigamos, podemos avanzar”.
Informó que ayer le permitieron una comida con sus familiares, a propósito de la Navidad, en la que estuvo en director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, Abel Barrera Hernández.
Ante ellos, ratificó que emprenderá una nueva huelga de hambre por todos los presos y sus compañeros, “si tengo que dar la vida, lo haré, estoy decidida; mi familia cree que es algo así como una presión nada más, pero estoy decidida”.
Pasó dos años de fiestas de Navidad y Año Nuevo en la prisión de máxima seguridad de Tepic, y este año en la cárcel estatal de Tepepan, que tampoco la ilusiona; “estas fechas son de soledad, encierro, la tristeza de no estar con la familia, la cárcel es horrible”.
Aunque dijo que en la torre médica hay mejores condiciones que en el penal federal y entre la población penitenciaria de Tepepan, donde ha recibido como visitas a decenas de activistas sociales de Oaxaca, Veracruz, Chiapas, Michoacán, Jalisco, e incluso del extranjero, de Inglaterra, Alemania, Estados Unidos y Costa Rica.
Lamentó que la solidaridad nacional e internacional no diga nada a las autoridades que la mantienen en prisión, “yo estoy en contra de la violencia, pero creo que necesitamos ser un poco más fuertes, tenemos que hacer más presión y el único medio al alcance es la huelga, no puedo hacer más, mi única arma soy yo”.

Denunciarán al Estado mexicano ante la CIDH por el asesinato de dos normalistas en Chilpancingo, anuncian

Cada año, estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, normalistas y organizaciones sociales marchan para exigir justicia por la muerte de dos estudiantes en un desalojo en el entronque de la autopista del Sol, el 12 de diciembre de 2011 en Chilpancingo.
Hace cuatro años, Gabriel Echeverría de Jesús y Jorge Alexis Herrera Pino murieron por heridas de bala que policías federales, estatales y municipales dispararon contra alumnos de la Normal Rural de Ayotzinapa para desalojar la protesta de la carretera. También hubo decenas de heridos y detenidos sometidos a tratos crueles y a tortura.
Pronto se supo en Tixtla que El Cheve y El Güero fueron asesinados. Así llamaban a Gabriel, originario de Tixtla, y a Jorge Alexis, de La Y griega, de Atoyac de Álvarez, los estudiantes ejecutados cuando respondían con piedras a los balazos de los policías.
También se mencionaba que entre los fallecidos a El Comandante, otro normalista que resultó herido de bala, recordó el hermano de Gabriel, Francisco Echeverría, ahora normalista de cuarto grado de Ayotzinapa. Ingresó a la normal en 2012, después de la represión.
Explicó que dos días antes de la manifestación en la capital, donde murió Gabriel, le dijo que le echara ganas, que no se fuera a quedar sin estudiar, y coincidían en que Ayotzinapa era la alternativa de concluir una carretera, pese a los ruegos de su madre, que ahora temía por su vida.
Desde 2013, se sumaron a la demanda los padres de los 43 alumnos detenidos-desaparecidos en Iguala, en otra agresión policiaca, que este año convocaron a las organizaciones a marchar hasta El Parador de El Marqués, que tras el desalojo a balazos se volvió un sitio icónico de la lucha social.
Ayer, las familias de Jorge Alexis y Gabriel, así como Gerardo Torres Pérez, el normalista detenido ilegalmente y torturado después de la agresión, anunciaron que en el cuarto aniversario presentarán una denuncia contra el Estado mexicano ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con el apoyo del Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (CEJIL), el Centro Regional de Derechos Humanos José María Morelos y Pavón, la Red Guerrerense de Organismos Civiles de Derechos Humanos (Red Groac) y el Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan.

Testimonios

Ayer, Francisco Echeverría habló por vez primera de la experiencia de él y su familia aquel día, y de la exigencia de justicia que sigue vigente, porque no hay un detenido ni responsable de los hechos, no obstante los videos que muestran a los uniformados disparando, y a sus mandos, contra estudiantes desarmados; “qué es una bala contra una piedra, te descalabra a lo mucho, pero una bala te llega a matar”.
Gabriel, delegado de Ayotzinapa en la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM), llegó el viernes 10 de diciembre a su casa en Tixtla, venía de Zacatecas de una comisión política, conversó con su mamá y acompañó a su hermano, Francisco a comprar restos de pastel, que usan como alimento para los cerdos.
En el camino, a Gabriel se le antojó una rebanada de pastel y Francisco hurgó en su pantalón, encontró 15 pesos de propina que recibió por ayudar a una vendedora a recoger su puesto, y se los ofreció. A eso se dedicaba, a ayudar en los puestos del mercado antes de entrar a la Normal. La pastelera les regaló la segunda rebanada.
Los hermanos ya habían hablado de que Francisco entrara a la normal, y esa tarde le pidió que le echara ganas, que no se quedara sin estudiar. Más tarde, el dirigente estudiantil recibió una llamada de la Normal y volvió a la escuela.
El domingo 11, habló de nuevo con su mamá y, de alguna manera se despidió cuando su mamá le dijo que se cuidara para no le pasara nada, y el dijo que no se preocupara, pero que si ocurría, se iban a ver después, “allá arriba”. Solo consiguió que lo reprendiera.
El lunes 12 de diciembre, recordó que estaba trabajando en la parcela de su familia cuando recibió una llamada de su papá, para decirle que llamara a su hermano, insistieron los dos y el teléfono los enviaba a buzón. Corrió a Tixtla a tomar la combi a la normal, donde ya había estudiantes inquietos, y escuchó decir que había tres muertos, entre ellos El Cheve, su hermano.
Cuando se dieron cuenta de quién era rectificaron, decían que eran rumores, que no estaba confirmado, mientras en Tixtla se envió un carro a informar, mediante voceo, de la represión. Familiares y activistas comenzaron a llegar a la escuela, y luego de unas horas bloquearon la carretera federal Chilpancingo-Tixtla, cerca de la Normal.
Ahí, otra llamada de su papá, para confirmarle la noticia. Con gran pesar fue a su casa, a preparar el lugar para recibir el cuerpo y ver a su mamá, que se enteró por los vecinos de la noticia. No daba crédito a la noticia, a pesar de que ya escombraban la casa.
Llegó a sus manos un diario vespertino, ese mismo día, ahí vieron en fotografías a los dos jóvenes tendidos en el arroyo de la carretera. La señora María de Jesús no lo reconocía, pero Francisco, ya más hecho a la idea, le dijo, “sí es, mamá; mira, son sus tenis, yo se los llevé a coser (al zapatero), son los que le mandó mi hermano de Estados Unidos, y esa bolsa tú se la cosiste”.
Desde entonces, señaló que no ha terminado el acoso, llegan muchas personas como reporteros, incluso policías a tomarles fotos a todos los integrantes de la familia, preguntan cómo están y qué hacen.
“Una ocasión que los normalistas marcharon de la escuela a su casa, una mujer policía le preguntó qué hacían ahí los muchachos, mi mamá me contestó fuerte, ellos están aquí por mi hijo, que mataron el 12 de diciembre, no están haciendo nada malo”, contó.

Piden damnificados de La Montaña a la federación casas, granos y que repare los daños de Manuel

Integrantes del Consejo de Damnificados de La Montaña pidieron en una reunión a funcionarios federales y estatales que cumplan la entrega de viviendas y granos básicos, y la reconstrucción de la infraestructura dañada por la tormenta Manuel en septiembre de 2013.
El integrante del Consejo de Tlacoapa, Vitaliano Navarro Mosso dijo que las viviendas están en mal estado y que en varias comunidades ni se empezaron a construir, que la construcción de casas que les prometieron “quedó tirada” y que “fueron abandonadas las obras” en las escuelas.
Denunció que no se enteraron de la visita del gobernador Héctor Astudillo Flores y de la titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), Rosario Robles Berlanga, quienes acudieron a la región “casi a escondidas”.
De la comunidad de Huehuetepec, municipio de Atlamajalcingo del Monte, Antonio García Benito pidió que les dijeran qué pasa con las comunidades en riesgo o que fueron desplazadas, porque no tienen ningún documento de riesgos.
El delegado de la Sedatu, Alfredo Fernández Peri reconoció que hubo deficiencias en los censos y que se iban a revisar los casos, ya que en las administraciones pasadas no tuvieron apoyo, pero que en esta nueva había disponibilidad para hacer los estudios técnicos, y que “prácticamente en dos años no hubo administración estatal”, por lo que varios quedaron fuera y había sub censos.
Dijo que estaban revisando la lista de las empresas contratadas y que se estaban rescindiendo contratos con las que no cumplieron para que asuman su responsabilidad, y también se estaba viendo quién entraría a cumplir con los trabajos; le recordaron que entregara el listado de empresas que trabajaban en las comunidades, porque al momento de exigir no sabían a quién, y que se presentaran ante las autoridades municipales porque “entran muchos desconocidos”.
El representante de la comunidad de Yahuitepec, Zeferino Anzurez pidió que atiendan, porque no hay viviendas y constantemente los ventarrones se llevan sus techos.
La plática se desarrolló en las instalaciones de la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas (Cdi), donde estuvieron el delegado estatal de la dependencia, Julio César Licona, el de la Sedesol, José Manuel Armenta Tello; del gobierno estatal, el secretario de Asuntos Indígenas, Gilberto Solano Arriaga, y el subsecretario de gobierno para Asuntos Políticos, José Martín Maldonado, quienes se comprometieron a atender las deficiencias y peticiones de los damnificados.
A los asistentes a la reunión les pidieron que compartan la responsabilidad de las acciones para atender a la población, como el caso de Malinaltepec, uno de los más afectados, y acordaron un recorrido para verificar las afectaciones a las viviendas.
Los presidentes municipales que estuvieron presentes fueron, de Malinaltepec Sebastián Ramírez, de Acatepec Jerónimo Mora y de Cochoapa el Grande Rosa Lorenzo; también acudieron representantes de Zapotitlán Tablas, entre otros.
Hubo comisarios, delegados y representantes del Consejo, y del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, su director, Abel Barrera, y la asesora jurídica, Martha Ramírez, quien pidió que los promotores de la Cdi no se comporten prepotentes y que no exijan cosas que no se toman en los acuerdos de las mesas, como las firmas de tarjetas para darles maíz, frijol, arroz y sal a vecino de las comunidades; también que el Consejo fue el que envió su padrón de las comunidades y sus peticiones, y que no podían ser exclusivos ya que había familia de presidentes municipales como beneficiarios.
Pidió que se respete la entrega de las remesas de granos que faltan, que se entregue el padrón de empresas que trabajan en la región y los dictámenes de Protección Civil de la Sedatu, ya que la única dependencia que lo hizo fue la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT).
Barrera Hernández dijo que se replantearía el programa de granos básicos como permanente, porque tendrá una reunión en la ciudad de México con el de la Secretaría de Gobernación (Segob), Luis Enrique Miranda para que este no se termine con la última entrega, y que se seguirá revisando la calendarización para atender las viviendas.
Esta reunión duró unas dos horas, de las 3 a las 5 de la tarde; los funcionarios federales se retiraron en helicóptero tras comprometerse a revisar periódicamente el cumplimiento de las demandas.

Desde el corazón de la tierra, resistir para vivir

 

Con motivo de nuestro 12 aniversario, los días 2 y 3 de junio realizaremos un foro regional denominado Migrar o Morir con el fin de propiciar el intercambio de experiencias entre la población indígena migrante orientada a generar y fortalecer sus procesos organizativos, a promover la coordinación de esfuerzos locales nacionales e internacionales y hacer efectiva la defensa de sus derechos humanos. En este marco de reflexión, análisis y presentación de testimonios de migrantes daremos a conocer nuestro 12 informe titulado Desde el corazón de la tierra, resistir para vivir, que da cuenta de la lucha heroica de los pueblos campesinos e indígenas de Acapulco y La Montaña, por la defensa de sus territorios. Presentamos también la situación de las mujeres indígenas que viven en un estado de total indefensión, soportando el maltrato del órgano investigador que de manera sistemática duda de la palabra de las mujeres; planteamos la diversidad de casos de violaciones a los derechos humanos documentados por Tlachinollan a lo largo y ancho de La Montaña.
Este acontecimiento que representa un esfuerzo colectivo construido desde las aspiraciones más profundas y legítimas de los pueblos de La Montaña ha ido madurando la semilla de los derechos humanos en los terrenos ahora pedregosos de nuestra escarpada sierra Madre del Sur.
No sólo en nuestro estado hemos sucumbido ante la influencia evolucionista importada desde las universidades y los centros de política estratégica de Estados Unidos, a la idea de que, a pesar de todos los males nuestra sociedad avanza hacia formas más modernas y racionales de organización. Esta corriente se vive a nivel nacional y latinoamericano, donde se ha vendido la idea de que nos encontramos transitando hacia algo mejor, se nos machaca en todo momento que estamos viviendo un momento privilegiado conocido como “el tránsito hacia la democracia”.
Esta corriente de interpretación que permea en los círculos de las élites políticas se amalgamó a causa de dos problemáticas fundamentales a nivel latinoamericano: las dictaduras militares del Cono Sur y la lucha guerrillera en varios países de nuestro continente. Estas dos realidades extremas dieron pie para dar carta de naturalización a la “vía reformista” como una opción política frente a la ruptura violenta.
Este telón de fondo permitió transformar a la ideología de la “transitología” en una corriente bien vista por los gobiernos neoliberales que en la práctica viene a sostener la idea que, por más mal que parezcan ir las cosas, caminamos hacia algo mejor, es decir que no nos queda de otra que seguir soportando los flagelos de la pobreza y de la violencia estatal porque es el costo del tránsito a la democracia.
Tenemos que desenmascarar esta ideología que nos atrapa y nos quiere imponer a cualquier costo político y social la concepción elitista de la democratización de nuestra sociedad, que en los hechos limita la participación de la ciudadanía con la finalidad de no sobrecargar demasiado al régimen supuestamente democrático con demandas sociales de las clases dominadas que puedan poner en peligro lo prioritario del sistema que es la acumulación capitalista.
En Guerrero con el nuevo gobierno se quiere reproducir un falso optimismo que ya han vivido otras sociedades de América Latina incluyendo nuestro país. Se parte de una idea pragmática de que “las escaleras se barren de arriba para abajo”, es decir que lo primero que se necesita es fortalecer a las instituciones de la democracia porque a partir de ellas, irán bajando los elementos de la cultura cívica y, con ellos, las posibilidades de un fortalecimiento de la sociedad civil, del capital social, de la confianza y de los colectivos ciudadanos. Permea la propuesta de que una economía integrada globalmente, abierta a la competencia internacional, camina de manera inseparable con el fortalecimiento de las instituciones de la democracia representativa (partidos, parlamentos y sistema electoral) y que los beneficios de una economía reordenada que pone a disposición de los mercados internacionales nuestros recursos naturales, turísticos y mano de obra, ayudarán a modo de “goteo” a reajustar y nivelar los contrastes sociales, generando mayores oportunidades para los sectores empobrecidos.
La realidad es avasalladora por los datos alarmantes que se desbordan en la opinión pública nacional e internacional: ha aumentado la pobreza extrema, se ha agudizado la espiral de la violencia, hemos entrado a un proceso de degradación social, de desorden institucional y vivimos escenarios extremos de la anomia y la narcoviolencia. Todo esto sin que exista una visión de mediano o largo plazo que plantee políticas compensatorias como sucedió en la Unión Europea que evitó un colapso de los países más débiles y los libró de la regresión y estancamiento económico.
Ante este hundimiento de los sectores empobrecidos, a las élites políticas sean de derecha o de izquierda, lo que más les importa es impedir la alteración o incumplimiento con los tratados comerciales con otros países. Por desgracia vivimos una situación donde los gobiernos de cualquier cuño se oponen con toda la fuerza de las instituciones públicas para que los ciudadanos en rebeldía y en resistencia pongan en riesgo los grandes negocios con las empresas transnacionales. En esta perspectiva vemos muy alejada la posibilidad de que algún gobierno se comprometa con la población pobre y se haga eco de las demandas que plantean y mucho menos de apoyarlos para sacarlos de su atomización desorganizada.
El nuevo “institucionalismo” que se pregona desde Estados Unidos como la nueva teoría del neoliberalismo económico se impone en los países pobres como parte del paquete de los acuerdos comerciales. Se privilegia la institucionalidad política llegando a niveles de sacralidad como sinónimo de orden supremo o intocado, en detrimento de la organización y el empoderamiento de la ciudadanía. Se le da gran juego político a las cámaras de diputados y senadores y se impone la concepción de que la producción de leyes y el cumplimiento de los tratados son la piedra angular del reordenamiento del todo social, ocultando los intereses facciosos y mezquinos de las élites políticas.
En esta aplicación autóctona del “neo institucionalismo” se expresa con claridad esa imagen del barrido de escaleras de arriba para abajo, porque se entiende cómo las autoridades pretenden amplificar el alcance de las instituciones que busca penetrar en todo el cuerpo social, borrando del mapa los movimientos ciudadanos que buscan la transformación de esta realidad oprobiosa.
Partiendo de esta concepción logramos entender cómo el Ejecutivo federal y estatal se asumen como los grandes actores políticos con la capacidad y la facultad de ordenar a la sociedad y de conducirla, confundiendo interesadamente su propio empoderamiento con lo que es supuestamente bueno para nuestra sociedad.
Se habla de la ingeniería institucional, del saneamiento de las finanzas que de alguna manera son productos vendibles para toda la ciudadanía en aras de “la transición a la democracia”, sin embargo, vemos que estos cambios no están pensados para beneficiar a la población excluida de los servicios básicos, por el contrario, el diseño de las políticas públicas y de los grandes negocios se orientan primero a crear muros o murallas virtuales donde se asegure primero los grandes negocios de las transnacionales y se deje para segundo término la inversión pública orientada a satisfacer las necesidades básicas de la población pobre.
La lucha de los pueblos indígenas de Guerrero, de los campesinos opositores al proyecto hidroeléctrico de La Parota, de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, de las mujeres indígenas y campesinas, de los maestros movilizados que luchan para mejorar la educación en las regiones pobres de nuestro estado, los jornaleros agrícolas y los migrantes internacionales que ponen en riesgo su vida para obtener un ingreso ínfimo, los pueblos indígenas que enfrentan conflictos agrarios desde hace décadas a causa de la incapacidad de las autoridades para resolver de manera apropiada estos problemas históricos, la lucha legítima y digna del grupo cultural Calpulli Tecuanichan y de su líder histórico Gelacio Gatica Sánchez que ha decidido poner en riesgo su vida con el fin excelso de lograr un lugar digno parar la promoción de la cultura de los pueblos indígenas, así como el atropello y el daño que se le causa al periódico El Sur por parte de la Junta de Conciliación y Arbitraje de Chilpancingo, que ha actuado bajo consigna de la nueva elite política liderada por el Ejecutivo estatal, y los organismos civiles y públicos de derechos humanos, nos encontramos fuera de esa neo institucionalidad, porque ponemos en riesgo el orden impuesto por los grandes intereses económicos que se han creado en nuestro estado y que son protegidos y defendidos a cualquier costo social y político.
Porque en los negocios nadie va a invertir si no tiene la certeza jurídica y la fuerza institucional que le asegure óptimas ganancias. La metáfora de que las escaleras se barren de arriba para abajo quiere ser la panacea del nuevo gobierno que está provocando una mayor polarización política entre los guerrerenses.

Migrantes: sin voz, sin tierra y sin trabajo

Arnulfo España Bonilla sólo fue a Estados Unidos para encontrarse con la muerte. Un tren le cimbró la cabeza de un solo golpe y en pocos minutos le dejó de latir el corazón. En vida tenía claro un sueño: juntar dinero para su familia y pagar las deudas que luego luego empezaron a crecer. Para cruzar la frontera pidó prestados 20 mil pesos. Al rato la suma se le duplicó por eso de los intereses. Allá en Nueva York lo esperaba Andrés, el mayor de sus hijos, quien apenas cumplía la mayoría de edad y ya sabía de las obligaciones propias de un matrimonio. También experimentó el periplo de La Montaña hasta las frenéticas avenidas de Manhatan tras el sueño verde del dólar.
Un día de marzo de este año Arnulfo murió por el trágico accidente. A finales de abril su cuerpo llegó hasta su natal Zilacayotitlán, pueblo tlapaneco enclavado en lo más alto del municipio de Atlamajalcingo del Monte, acompañado de Andrés. Allí lo recibieron Inés, Rosa y Concepción, las hijas que ni siquiera entienden bien de qué murió su padre. Menos lo entiende Catarina Cano, la viuda que lamenta en amplio llanto el adiós de su marido y la tremenda carga de deudas que le dejó.
Una soleada mañana en Zilacayotitlán, Catarina acepta contarnos lo difícil que se le ha puesto la vida ahora que se quedó sin su esposo, pues tiene a tres pequeñas niñas que alimentar y a dos varones (uno de 18 y otro de 15 años) que a pesar de la amarga experiencia de su padre, no cesan en buscar del otro lado lo que aquí muy probalemente nunca encontrarán: un trabajo pagado. Adentro de una pequeña casa que no deja de humear, a Catarina no queda más que preguntarle ¿y ahora, qué vas a hacer?. No piensa mucho la respuesta porque no tiene otra: “Pues voy a salir a trabajar porque aquí no hay trabajo qué hacer, me voy junto con mis hijas”, dice en voz baja cuando se refiera al viaje que emprenderá rumbo a los campos agrícolas de Sinaloa, allá donde por 12 horas de trabajo, sudando, retando al sol, apenas si alcanza para recibir 85 pesos.
Migrar o morir
Guerrero y su campeonato nacional en desgracias, en cifras que desalientan a cualquiera. Son las cifras de la ignominia que vapulean con más fuerza la triste realidad de los pueblos indígenas de La Montaña. La historia de Catarina y su familia es el fiel reflejo del flagelo que miles de indígenas han resistido desde hace varios años, pues en el seno de ese hogar se educaron para sobrevivir en las condiciones más adversas. No hay otra opción, viviendo así no hay más que “migrar o morir”, de este tamaño es el dilema de los indígenas de La Montaña.
Salir de sus pueblos con rumbo a Estados Unidos o hacia los campos agrícolas del norte del país es la constante de la pobreza, en muchos casos muy extrema. Las cifras oficiales matizan la gravedad del problema, pues hablan de que tan sólo en Guerrero unos 25 mil indígenas se emplean temporalmente como jornaleros agrícolas en los estados del norte, sin embargo ese dato con facilidad se duplica, pues las estadísticas únicamente reportan a los jornaleros que se registran en el programa de atención a este sector de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), pero lo cierto es que más del 50 por ciento de los que migran no lo hacen porque ni siquiera conocen del programa.
Cuando se habla de migración nos enfrentamos ante un fenómeno social que no han podido resolver las autoridades y que en sí mismo lleva implícita la eterna violación a los derechos humanos. Quién no ha escuchado muchas historias en torno a la discriminación de paisanos que se van a Estados Unidos para enrolarse de lava platos y jardineros a cambio de pocos dólares por muchas horas de trabajo; o la triste y dura travesía de los jornaleros agrícolas que dejan ver que no hay que ir a otros países para ser sujetos de explotación.
Francisco Campos García, originario de Tlapa, es uno de los miles de guerrerenses que engrosan las cifras de migración en suelo norteamericano. Hace apenas unos días que llegó de vuelta a Tlapa para ver a su mamá, justo el 10 de mayo, el “día de las madres”. Hacía nueve años que no estaba con ella, que no constataba el paso de los años que le han cambiado el rostro, pues a los 18 años partió a Nueva York buscando el famoso “sueño americano”. Francisco no es el mismo de hace nueve años y él mismo reconoce que esta ciudad –que no deja de ser pueblo– ya no le sienta igual que antes. Su español está cambiado, es una combinacion de dos idiomas que suena como a “spaninglish”, así lo dejó ver cuando aceptó conversar sobre su estadía en uno de los lugares más conocidos del planeta: Nueva York.
Francisco destaca de esos nueve años el tema de la discriminación racial que vivió en carne propia: “Allá la mayoría de la gente americana son racistas todos. O sea, la gente se socializa conforme a su país: los mexicanos con los mexicanos y los americanos con los americanos. Es diferente, mucho racista, el americano siempre trabaja menos y gana más. Como en mi caso que uno reclama las horas extras trabajadas y que no son pagadas, luego nos gritan, nos maltratan, nos insultan”.
Pensar que estas realidades se reproducen por miles preocupa, preocupa mucho, sin embargo preocupa más que los gobiernos sigan sin afrontar el problema, atorados en políticas de empleo, de combate a la pobreza, de educación, salud y derechos humanos que se reducen a paliativos que resultan insuficientes para hacer fente al gran monstruo de la migración.
El de Antonio es otro caso del trágico binomio pobreza-migración. Es oriundo de Huehuetepec, Atlamajalcingo del Monte, habla tlapaneco, y lleva más de diez años viviendo una temporada en su pueblo y otra en los campos agrícolas de estados del norte. Dice que allá los “patrones” no los tratan bien, que les gritan a pesar de que “por nosotros” es que los empresarios ganan tanto dinero, a costa del trabajo mal pagado de los jornaleros.
Hace algunos años vivió la tragedia de perder dos hijas a causa de una extraña enfermedad que no fue atendida a tiempo y que no descarta que haya sido producida por los agroquímicos con que fumigan los campos. De este lamentable episidio no quiere hablar mucho, no profundiza cuando conversa y más bien sintetiza el drama con la siguiente explicación: “la vida del jornalero es la más triste, más que la de los migrantes de Estados Unidos. Cuando uno se va a un hospital no te atienden, peor si no hablas el español, nomás no, o sea, ahí a la gente que lleva el grupo le interesa más que trabajen, no si es buena persona o no, o si necesita algo, eso no interesa”.
Y es que el drama del jornalero es insultante. Ante la falta de oportunidades para acceder a un trabajo que cuando menos garantice las comidas del día, no hay otra opción más que partir a malbaratar su fuerza de trabajo en jornadas agotadores de más de diez horas diarias. Es un drama que ya no tiene palabras para explicarlo, el drama de salir de su pueblo y constatar que no hay que ir a Estados Unidos para ser explotados, porque aquí en México los pueden explotar. Es el drama de hacer producir una tierra ajena, porque los surcos de La Montaña ya no dan ni siquiera el suficiente maíz para comer, porque la única tierra que les queda y que no se les ha podido arrebatar es la que llevan adherida al rostro, brazos y piernas, producto de horas y horas de esfuerzo, sudando con la cara al sol.
Son los dramas de la migración, son los dramas de la falta de una política del gobierno que sea capaz de frenar el éxodo migratorio que año con año se robustece, son los dramas que en Guerrero se reproducen a raudales. Es el drama, el dilema, de migrar o morir.

Solidaridad de Tlachinollan con El Sur



Señor director:
Hay quienes aun en las condiciones más adversas asumen como una batalla cotidiana la lucha por la defensa de la libertad de expresión en el mundo. Guerrero no es la excepción, porque aquí se evidencia el desdén del gobernador del estado, Zeferino Torreblanca Galindo, a los medios de comunicación críticos de las políticas de la administración que encabeza.
En este contexto, ante los atentados sistemáticos a la libre expresión cometidos por el Ejecutivo estatal, específicamente en contra del periódico El Sur de Acapulco, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan se solidariza con este medio que desde hace 13 años resiste a los embates de los gobernadores en turno.
Como organismo no gubernamental de defensa de los derechos humanos afirmamos que en un estado como el de Guerrero, que en voz del gobernador se caracteriza por “ser democrático”, aún no se garantiza el libre acceso a la información ni el respeto a la libertad de pensamiento y mucho menos se propician las condiciones para ejercer un periodismo honesto sin ambages ni ataduras.
Si los medios de comunicación no están a la altura de las necesidades del estado –como lo dijo el gobernador en su reciente informe de actividades– no es porque carezcan del profesionalismo o de compromiso social en el quehacer informativo, sino precisamente porque desde el aparato de poder se vulnera el derecho a la libertad de expresión bajo el viejo esquema de negociar con la información.
A través de los trece años de vida de El Sur hemos podido asumirnos como actores sociales de la vida de Guerrero, pues en estas páginas hemos encontrado un espacio para decir lo que muchas veces nos quieren hacer callar en otros medios.
Venga pues un solidario saludo para todo el equipo de El Sur.

Atentamente

Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan

Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, AC

   Resolución o administración de conflictos. El caso de Capulín Chocolate

El estado de Guerrero sin duda se destaca por la fuerte existencia de conflictos comunitarios de diversa índole. Algunos tienen su fuente en la lucha por la tierra y se vislumbran como conflictos agrarios, otros tienen como base distintas ideologías políticas o filiaciones partidistas, otros la pertenencia a diferentes credos religiosos y muchos más tienen su fundamento en causas sociales. Simplemente en la región de La Montaña, la Procuraduría Agraria informa que ha documentado la presencia de 47 conflictos agrarios, destacando entre ellos el de Acatepec y Zapotitlán Tablas, el de la comunidad de Xitopontla con los pequeños propietarios de Olinalá, entre muchos otros.

Desde hace varios meses un conflicto comunitario visible es el de Capulín Chocolate, comunidad ubicada en el municipio de Marquelia. En agosto del año pasado, estalló un conflicto que inicialmente parecía ser de intolerancia religiosa, toda vez que un grupo de 12 familias pertenecientes a los testigos de Jehová denunciaban ser obligados por los católicos de la comunidad a desempeñar cargos religiosos. Conforme nos fuimos adentrando y fue avanzando el conflicto resultó evidente que no se trata de intolerancia religiosa sino del incumplimiento de los usos y costumbres comunitarios, siendo la base del problema que un sector de la comunidad, concretamente las familias pertenecientes a la religión testigos de Jehová, se niegan a cumplir con los cargos comunitarios.

El conflicto se polarizó a tal grado que las partes solicitaron la intervención del gobierno del estado, mismo que se vio obligado a intervenir mediante el establecimiento de una mesa de diálogo entre las partes. Como resultado de ello el 17 de septiembre de 2003 en asamblea general de ciudadanos de Capulín Chocolate, en la que estuvieron presentes el licenciado Javier Bataz Benítez, subsecretario de Gobierno para Asuntos Religiosos, el ingeniero René González Justo, presidente municipal de Marquelia, y otras autoridades, se llegó al acuerdo de que las dos partes convenían que lo mejor era la reubicación de las 12 familias señalando el 22 de noviembre de ese mismo año como fecha para que las mismas ya tuviesen otro lugar de residencia.

Al vencerse los plazos establecidos en la citada acta de asamblea, misma que cuenta con las firmas de los funcionarios antes señalados, los ciudadanos de Capulín Chocolate dirigieron una carta al gobernador, solicitándole información acerca del cumplimiento de los acuerdos, en el entendido de que dichas autoridades se encargarían de la ubicación y traslado de las 12 familias inconformes.

El 28 de octubre del mismo año las autoridades de la comunidad fueron citadas a una reunión en la Secretaría General de Gobierno, en la que estuvieron presentes el subsecretario de Asuntos Religiosos, el subsecretario de Seguridad Pública, el subprocurador de Asuntos Penales y el director general de Gobernación. Las autoridades fueron informadas que se revocaban los acuerdos contraídos en la comunidad de Capulín Chocolate, argumentando que no tienen validez porque las autoridades firmaron bajo presión.

A partir de ello, las autoridades estatales simplemente han dejado transcurrir el conflicto, propusieron elaborar un borrador de reglamento comunitario en el que se establecieran claramente los derechos y deberes de los ciudadanos, sin embargo a la fecha dicho documento no ha llegado a manos de la comunidad.

El caso de Capulín Chocolate representa un ejemplo latente de que al parecer las autoridades sólo atienden los conflictos cuando los mismos se polarizan y llegan al extremo de riesgo ya sea porque está a punto de cobrar vidas o en su defecto porque ya hubo enfrentamientos.

A la fecha los ciudadanos de Capulín Chocolate han enviado una misiva más al gobierno del estado en torno a la necesidad de revivir el diálogo, el problema comunitario continúa y el incumplimiento de los acuerdos lo único que han logrado es auspiciar el estado de conflicto.

Muchos conflictos viven la misma condición de desatención o administración, corriendo el riesgo de que los mismos se prolonguen sistemáticamente y sigan generando un costo social y de vidas permanente, como al día de hoy ha acontecido con el problema agrario de Zapotitlan Tablas y Acatepec, el cual comienza una vez más a dar visos de resurgimiento.

Estos casos son muestra clara de que en ocasiones las autoridades lejos de comprometerse con las partes y propiciar salidas, tal parece que se dedican al intervencionismo que no aporta salidas de fondo sino solamente coyunturales, generando una administración y no una resolución de los conflictos.